Capitulo 1

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  Las luces multicolores alumbraban la pista de baile: verde, azul, amarillo, rosa, naranja, rojo, parpadeaban marcando el ritmo. El encargado de la música, por lo alto en la cabina de sonidos, complaciéndonos con música animada y ruidosa, ésta misma retumba por paredes y piso que, a su misma vez, simulaba un temblor dentro del recinto.
Mis pies se movían como si en ellos hubiera un chip colocado para no parar de bailar. Empujones y pisotones es a lo que te arriesgas en una noche de fiesta los viernes. Soportar algunos cuantos borrachos que se quieran aprovechar del estado de embriagues. Las miradas de los perdidos que olvidan sus problemas con la ayuda de la cocaína u otras sustancias que te sacan de la realidad para mandarte a la ficción. El humo que se respiraba: ahogante y casi asfixiante. En mis visitas anteriores no noté ninguna de esas incomodidades, por el contrario, pensaba que era un lugar agradable; quizá esto se distorsionaba por la compañía que tenía bailando conmigo todos los viernes. Pero hoy es diferente, hoy él no está conmigo, y dudo mucho que los viernes siguientes lo esté.   

  El hombre, que bailaba tras mío con su pecho muy pegado a mi espalda, me recorría con su sudorosa mano desde mi cintura hasta mi cadera, en un desliz templado y pausado, lo sentía a través de mi corto vestido negro. Moví mis caderas al ritmo de la música.
Me daba igual que no sabía el nombre del sujeto que me correspondía en el vaivén del baile, solo quería disfrutar el anonimato de una caricia atrevida. Y aunque odio el sudor, no deseo alejarme, no quiero sentirme vacía e incompleta. Por esta noche quiero dejar atrás mis problemas de hace unas horas, y sumergirme en el estado de desinhibición, no quiero prolongar mi sufrimiento y compadecerme tirada en mi cama llorando. Voy a fingir que el sujeto que me toca es la caricia de mi amado, que me hace sentir tan agraciada y afortunada de tenerlo a mi lado.   

  El tipo, volviéndose más atrevido, colocó la otra mano en mi abdomen descendiendo poco a poco. No se sentía igual. Por más que quería hacer volar mi imaginación y aparentar que se siente tan cómodo y placentero como cuando él lo hacía, me mentía. El hombre hizo a un lado mi cabello para dejarme expuesto el cuello. Esto es lo que más disfrutaba de mi amado: cuando se ponía a saborear mi lunar succionándolo con su boca. Sentí el aliento del sujeto desconocido. Olía cerveza con un toque de cigarrillos, definitivamente ha bebido mucho alcohol. Su nariz raspaba mi cuello, igualmente estaba sudada, las gotas de sudor se evaporan en mi piel; sus manos no dejan de tocarme por todo el cuerpo. Ahora mismo no lo disfruto, tengo náuseas y quiero salir corriendo.   

  ¿Qué estoy haciendo? Hace unas horas me acaban de dar fin a mi vida perfecta planeada. Por lo mismo que estoy haciendo es por lo que él me dejo. Hace tiempo me prometí no volverlo a decepcionar, y justo lo estoy haciendo de nuevo. Soy una especialista en romper promesas y desilusionar a chicos que me aman. Para él yo lo soy todo, no logro pensar como la está pasando. Mientras yo bailo con un desconocido permitiendo que me manosee —que ciertamente me da asco pero sigo en ello—, él probablemente está llorando en su cama maldiciendo mi existencia o en una carretera manejando a altas velocidades su automóvil.
A él le gusta correr su auto. Le atrae la adrenalina por la velocidad. Eso es algo que tenemos en común. Es verdaderamente sexy cuando, antes de arriesgar su vida en una carrera, me empuja a su pecho y me dice en mi oído que soy su cielo, después besa mi frente y sostiene mi rostro cuando dice que me ama.   

  ¡Oh por Dios! ¿Y si le pasa algo? ¿Si intenta algo para tentar contra su vida? Tengo que llamarle y tener la seguridad que él está bien. No encuentro tranquilidad mental, pienso de las mil maneras en las que puede ocurrirle un accidente.

Esto se está saliendo de control, el sujeto desconocido me toca un pecho. Le pego en su estómago con mi codo, no intenta alejarse, así que lo intento más fuerte. Retrocedió, ya no lo sentía pegado a mi espalda. Aprovecho el momento para empujar a las personas que están bloqueándome el paso.

— ¿Qué te pasa, mamacita? —Lo oigo gritar por encima de la música. No me molesto en contestarle ni en volver, sigo caminando abriéndome espacio.

Mamacita.
Odio que usen esa palabra como apelativo cariñoso, no lo es; solo hace que recuerde a mi madre, que por cierto debe de estar dormida acurrucada con mi padre. ¿Qué dirían ellos si vieran como me comporto? Segurisimo, estuvieran decepcionados. Mi padre siempre dice que me merezco las estrellas a cambio de mi cuerpo; mi madre opina que las mujeres en todo lugar nos debemos dar a respetar. Y con el sujeto con el que estaba no me dio ni un grano de arena por tocarme, ni tampoco se molestó en respetarme. Mis papás duermen tranquilos pensando que estoy respaldada en los brazos de él, que nunca permitiría que alguien me hiciera daño o me lastimaran, no importándole que se tuviera que poner en problemas por culpa mía.

Divisé que algunos de los aquí presentes en el club ya no estaban en sus cabales para rechazar nada. Soy un poco afortunada que los tequilas que ingerí no surgieron su efecto en mí. Aún estoy lucida para tomar decisiones, aunque no del todo porque no recuerdo donde está ubicada mi mesa. Quiero gritar el nombre de mis amigas, pero es idiota hacerlo porque no lo escucharían por la música que excede el volumen máximo permitido.

Vi a una pareja rozarse de una manera extraña. Los meseros en la barra no se daban abasto con tantas bebidas. Unos chicos —que no se ven mayores de dieciocho— se encogían sobre la mesa para aspirar el tan dichoso polvito blanco. Una chica —demasiado inocente a juzgar por la ropa que usa— devolvió su estómago encima de su acompañante masculino. Me daba lástima cada uno de los cosos anteriores. Creo que si me mirara a mí en ojos ajenos, también estuviera compadeciendo a esta pobre chica rubia desubicada.

Volví la cabeza en otra dirección, no queriendo ver vomito amarillento en la camiseta del chico. Atino a mirar a mis amigas sentadas en nuestra mesa. Empujé a unos más. Llego hasta ellas se ríen sin parar. Siento un alivio cuando suelto mi último aliento.
Victoria, sentada, muestra un paso de baile nuevo con sus manos a Kate, ésta última ríe por el espectáculo de la borracha de mi amiga. Me acomodo en mi silla y capto su atención en el momento que me siento.

— ¿Dónde te habías metido? — Victoria balbuceó la pregunta, aparentando estar molesta como una mamá regañona, tenía los brazos cruzados pero con una leve línea de risa en sus labios que se curvan un poco. Kate se le unió y me miró con cejas alzadas y ojos interrogantes. Me encogí de hombros. Giré mi cabeza a otra dirección para no burlarme de ellas en su cara.

Y es cuando lo miré. Sentía que todo me revoloteaba y que en cualquier momento el techo se derrumbaría. Me olvidé de las ganas de reír, lo único que quería es correr hasta él y suplicarle que me perdone. Decirle que no era mi intensión dañarlo, explicarle que lo hice por estupidez y que no medí el grado en el que afectaría nuestra maravillosa relación. Recordarle a besos que nos pertenecemos desde siempre. Convencerlo de que hay segundas oportunidades, aunque sean para infames como yo. Mostrarme tan desesperada, y decirle que mi importa mucho más que cualquier otro. Pero en vez de utilizar alguna de esas opciones, me quedo estática en mi asiento, forzándome a respirar.

Es un lugar recóndito y casi oscuro, salvo unas luces verdes parpadeantes que le dan un poco de luminosidad, una chica de melena corta, que fácilmente se podría encontrar entre las mujeres de mejor cuerpo —aunque sus pechos son de dudosa procedencia—, está sentada a ahorcadas de un hombre que yo reconocía por el título de "mi exnovio" o "mi gladiador" (como comúnmente lo nombro). Es poco creíble, pero no imposible, que después de cuatro horas de haber dada por terminada nuestra relación, estuviera ligando, comiéndose a besos y casi llevándose a la cama a una tipa que acababa de conocer. Él, por su parte, es el que más disfrutaba de la sección de toqueteo, le apretaba y le agarraba todo lo que estaba al descubierto y lo cubierto, también.

Los recuerdos vinieron a mí, como la cachetada de un mono. Cuando veníamos juntos y pasábamos la noche bailando y tomando unas cuantas cervezas, besándonos, susurrando palabras en mi oído cursis y totalmente calientes, su manera de anticipar un buen beso, que por lo general siempre era así: se acercaba lentamente en mi cuello, con su nariz frotándolo y gozando el olor de mi perfume, con su lengua lamia mi lunar y finalmente depositaba un beso en él, para recorrer el camino a mi boca y debatirnos en una lucha de lenguas.
Mi culpa, pienso, y hace que a mi corazón se clave una llaga en lo más profundo.

Mi chico, que por un tiempo de catorce meses pensé que era el perfecto e indicado para mí, solo se dedicaba a hacerme reír con sus chistes de mal gusto y sus aventuras fracasadas. Ya no podía ir a él y abrazarlo como cuando tenía frió y me arropaba con su chamarra. Ahora lo necesitaba y estaba con una desconocida. Esa chica de melena corta que no lo acompañó en la primera derrota de su equipo; no lo visitó en el hospital por haberse roto la pierna en su primera carrera de motos, en la cual perdió quedando en último lugar y jamás lo volvió a intentar; no estuvo apoyándolo cuando sus padres decidieron divorciarse; no ordeno su cuarto que era todo un desastre; no compartió su desayuno con él durante varias semanas porque se había gastado sus ahorros para pagar una deuda; no lo animo a seguir estudiando hasta que consiguiera una buena nota, inclusive nos desvelamos juntos repasando la tabla periódica; no lo consoló cuando su perro, Tonton, murió de envenenamiento gracias a los vecinos que no los dejaba dormir por los ladridos. Sin en cambio, ella es la que disfruta de su compañía. Yo, simplemente, había acabado el derecho de ir tras ella y alejarla.

Desvié mi mirada a otra parte. Parecía que este lugar era un terreno peligroso, no me dejaban de trastornar los recuerdos. Aunque el lugar estaba abarrotado de gente bailando, debiendo y chacoteando, no podía concentrarme en nada, solamente en el hecho que Jasón estaba tan cercas mío con otra. Eso automáticamente me ería. Creía conocerlo, pero ya veo que me falto tratarlo más. Quizá un año y meses no fueron suficientes para mí ni para él. Quizá Jasón también está herido, y en una manera para desquitar su enojo contra mí es aparentar que le interesan las otras. Puede ser que sea una terapia de su arrebatador encuentro con esa chica. Según lo que sé de él, por ningún motivo me lastimaría intencionalmente, posiblemente fue una casualidad encontrarnos.

Yo lo decepcione, yo lo decepcione, yo lo decepcione...

Todo parece como si estuviera borroso, no tengo una visión clara. Las personas que se encuentran en la pista, bailan en cámara lenta. La música que se escucha es en partes inentendibles, fuera de ritmo. Mis amigas, Victoria y Kate, se ven difusas, hablan y no logro entender el tema de conversación. Soy consciente de la pulsación de mi corazón a paso de tortuga —lenta y pausada—, el calor que me recorre el cuerpo, las gotas de sudor en mi frente, el nudo en mi garganta, la deshidratación y la necesidad de agua. Tengo que salir de este lugar que me evita respirar, huir de Jasón y sus malditos recuerdos.

— ¡Oh por Dios! — Exclamó Victoria, abriendo sus ojos al máximo. Miró a Kate de reojo que, igualmente, tiene se expresión sorprendida—. Nicole, tranquila. Respira. Jasón está a punto de salir con su acompañante plástica. —Suspiré. Jalé aíre lo más que pude y lo solté. Repetí el acto cuatro veces, ganándome una tosecita por todo el humo del tabaco que se respiraba.

Ahora es cuando me empiezo a arrepentir de echar a perder mi noche rechazando al hombre con que bailaba, si me hubiera ido con él, no estaría soportando semejantes escenas de la persona que amo. Necesito estar en otra parte, tal vez en mi habitación escuchando música, quizá pintándome las uñas de los pies de un color rojo, llenando mis pulmones del exquisito olor de la canela proveniente de los cirios aromáticos. Visualicé la escena en mi cabeza que por poco olvido que seguía atrapa aquí, a unos dos metros de distancia de Jasón con su cuerpo espectacular digno de adorar.
No me podía estar haciendo eso, no mi dulce y risueño Jasón. Era más conveniente pensar que los extraterrestres lo asaltaron y se llevaron su cerebro. Sí, seguramente eso fue. Tenebroso es el hecho de intuir que la llevaría a su cama, ¡En la misma cama que hicimos el amor por primera vez!
Disimuladamente, gire mi rostro a la derecha, para confirmar los acontecimientos narrados por Victoria. Jasón tenía su brazo sobre los hombros de la ofrecida, ella lo rodeaba por la cintura. Estaban a espaldas de mí, así que observe el trasero de Jasón. ¡Maldito seas, Don culo perfecto! ¿Porque soy tan torturada por esa vista sensacional? ¿Por qué no podía dejar de recordar cuando yo le tocaba su trasero?
Mi ex novio platicaba con Tommy, el encargado de la seguridad del club. Son cercanos desde el día en que Tommy tuvo que sacarnos prácticamente a patadas del Daushe por alterar el ambiente. Vergonzosamente tengo que reconocer que ese día estábamos fumigados de alcohol, que ni siquiera nos dimos cuenta cuando empezamos la pelea tirando todo tipo de bebidas que nos encontrábamos en la barra. Aprendí la lección e hice nota mental de lo siguiente:
Cuando tu novio te pida que subas a la barra y desde arriba con la botella de tequila trates de atinar su boca. Dile NO, repito, ¡NO!, Pues cabe la posibilidad que un hombre rudo este a su lado y lo puedes llegar a salpicar, y éste reaccione tirándole su bebida a tu novio. Para colmo una borracha —en este caso yo— derrame lo que queda de la botella en el hombre y en algunos otros que no tenían que ver en el problema. Pueden imaginar que las reacciones de los demás no fueron muy buenas, así que no les quedo de otra que unirse a la pelea de vodka, tequila, ron y margaritas voladores. Terminamos, para mi satisfacción, en la casa de Jasón, fuimos acompañados hasta ella por Tommy, en ese momento nuestro nuevo amigo. Cabe mencionar que esa noche fue una de las mejores, no dormimos nada y el tiempo exactamente no se nos fue hablando.
De nuevo concentré la atención en mis amigas que reían por alguna tontería que comentaba Kate en el oído de Victoria, sus rostros se pusieron tensos y dejaron de reír de inmediato. Volteé por instinto de nuevo a la derecha. Entrecerré mis ojos para poder observar mejor y saber que no era una alucinación mía de nuevo. Resoplé y ardí de coraje. La chica y mi ex novio demostraban su deseo de nuevo besándose.
Pero, ¡por favor! en la actualidad aún existe la moralidad.

— ¡Mierda! —Mascullé apretando mi mandíbula, aun sin perder de vista la pornográfica escena que nos proporcionaban.
Jasón me atrapó, pero ¿a quién jodidos se le ocurre no cerrar los ojos cuando besas? ¡Maldita sea! Se supone que cuando besas cierras los ojos porque te gusta y disfrutas del beso. ¿Él no está disfrutando del beso? ¿No le gusta? O seguramente lo excita más mirar mi cara de idiota sorprendida a tocar los muslos de su conquista.
De repente mi cara se ilumino con una sonrisa maliciosa, me di cuenta que aún le importo, ¡le importo! Es evidente que aun siente una pisca de amor o lo que sea que fuera por mí. Estallé en una carcajada. Pobrecito de mí gladiador, hacía todo esto por despecho.
Jasón tomó a la chica por sus anchas caderas y lo atrajo, como si fuera posible, más a él, cerrando sus ojos. Acto reflejo, preste atención a la plática de mis amigas.

No me pasaría la noche desgastando mi vista en un nene que quería hacerme estallar en celos. Aunque sabía su juego, me moría de la desesperación y de estrellar mi puño en la cara de esa ofrecida.
Está bien, me merecía que me hiciera todo esto, pero, ¡Diablos, vaya que me dolía!

******

Me desperté radiante y con nuevas energías para seguir mi día nuevo. Tal vez por la tarde pasaría por la plaza y descargaría mi coraje comprando pilas de ropa. Si, definitivamente tenía que hacer eso para sentirme del todo bien. Aunque, pensándolo mejor, mi padre no tenía la culpa de mi rompimiento ni sus tarjetas de crédito, ni el dinero tirado en algo innecesario. Tengo ropa de sobra, por el momento es mejor encerrarme en mi habitación, o planear algo para solucionar mi desliz con Brian que me costaría mucho solucionarlo.

No lo niego, Brian es un tanto atractivo, tiene la madurez de un hombre encantador, es universitario y tiene una camioneta hummer, quizá esto último es lo que me tentó para engañar a Jasón. Sí, es bobo, pero me gustan las camionetas grandes y a Jasón le disgustan. No pasaron de besos y alguna que otra caricia más debajo de mi escote, nunca le permití pasar a otra cosa porque, como él y como yo, sabíamos que nuestra relación era pasajera y sin compromiso, solo la aventura de algo nuevo.
Brian tenía una novia al igual a mí que tenía a Jasón, por eso nunca le dimos mucha importancia a nuestro tiempo compartido. Solíamos besarnos en su camioneta hasta perder la conciencia, más bien hasta que lo detenía para poder respirar.

Nos conocimos en una fiesta que organizaron algunos amigos de mi hermano, Nelson, él me invito para que conociera el glorioso mundo de los universitarios, al principio no me mostraba muy convencida de acompañarlo pero después accedí. No le dije nunca de la fiesta a Jasón y le rogué a mi hermano para que tampoco lo revelara. Según la fiesta avanzaba, Brian no me dejaba de mirar mientras bailaba, hasta que se acercó y comenzamos a platicar, por supuesto me dijo que era muy guapa y que le encantaría que nos volviéramos en otro lugar, mi respuesta fue afirmativa. La fiesta terminaba y a él no se le fue la oportunidad de besarme acorralada contra la pared. Nelson no lo notó ni nunca se enteró de lo que tenía clandestinamente con Brian. Después las salidas se volvieron más a menudo hasta que decidí pararlo porque él quería pasar al siguiente nivel. Estaba consiente que una cosa era engañar a Jasón besándome con otro constantemente, pero pasar al siguiente nivel mientras sostenía relaciones sexuales con mi novio y también tenerlas con Brian, ya era otro grado de desfachatez de mi parte.

Victoria y Kate siempre lo supieron. Victoria me dijo que lo disfrutara porque quién sabe que pueda pasar mañana, que solamente me dejara llevar por la calentura y que si le tenía ganas ¿Por qué no? no era algo malo en absoluto. Kate me dijo que no lo hiciera porque no podía ir por la vida acostándome con quien fuera sin medir las consecuencias que traían éstas, además que mi lealtad era hacia Jasón y que debía frenar esas salidas. Le hice caso a Kate. Pero hace dos semanas dejé de ver con Brian y no ha dejado de insistirme que me necesita, me manda mensajes por todos los medios posibles. Yo no quiero ceder, pero mi lado maldito insiste en que la siguiente será la última vez que lo bese, pero ¿sino quiero parar y lo llevo al siguiente nivel? Brian me tienta, es guapísimo. Juro que hombres como él no deberían de conocer el arte de besar y saber cómo calentar en menos de un minuto. Es enserio, tengo una enorme fuerza de voluntad para todavía no haber cedido a sus persuasiones. En mis tiempos de soltera, no me hubiera esperado mucho para tenerlo desnudo entre las sábanas de una habitación o solamente desnudo en cualquier sitio.

Crucé la puerta de la cocina para encontrarme con una escena medianamente conmovedora. Mamá depositaba café en la taza de papá mientras que él la apretuja a su cuerpo sosteniéndola con su brazo sobre su cintura, ella se inclinó y le plantó un pico en sus labios. Nelson estaba desparramado en su silla, su tobillo apoyado en su rodilla, bebía de su jugo de naranja y con otra de sus manos sostenía la sección de deportes con los resultados de la jornada, aunque echa una mirada de reojo a mis padres que se están volviendo muy cariñosos entre besos y sonrisas sonrojadas de mi mamá. No sabía que tanto mi padre canturreaba en su oído, pero claramente no son propuestas muy decentes. Mamá le dio un manotazo en el pecho y se alejó de él aun con sonrojo.

Me gusta que, después de 22 años de casados, aún sigan teniendo un matrimonio exitoso, teniéndose confianza el uno al otro, amándose y apoyándose, cuidándose y procurándose. Son mis padres y, aunque suene un poco asqueroso, también tienen una vida sexual activa, no quiero recordar los traumas que me causo esa noche al escucharlos, me dan escalofríos. Pero hace cierto tiempo comprendí que es algo natural. No provenimos de una gallina que nos puso en un huevo o de una cigüeña que nos hizo caer del cielo. No, todos nosotros fuimos creados con amor y con pasión. Con ese mismo amor y pasión, yo también creare a mi propia familia, mis propios hijos, y también les inculcare que el amor y la pasión es algo esencial para crear un hogar. No lo niego, mis padres son humanos, por lo tanto tienen problemas, no siempre se tratan con dulzura, hay veces que los desayunos se vuelven algo incomodos por la frialdad —nada acostumbrada— con la que se tratan; pero eso también es normal en las familias. Creo que los problemas caen como añadidura dentro de un hogar, es una señal que nada en la vida es fácil y cómodo, tenemos que esforzarnos para conseguir algo bueno y digno. Por lo personal, yo amo a mi familia, no la cambiaría ni tampoco deseo que sea más ni menos de lo que es ahora. Me encanta la calidez de los míos, es como si ayer estaba en el infierno y me escape de él para hoy entrar en el cielo. Son incontables las veces que me siento abatida, pero con los consejos de mamá, los cariños y mimos de papá y con las peleas dulces de Nelson, me sacan del bache y me arrastran a seguir adelante.

Le doy unas palmaditas en la cabeza a Nelson cuando paso detrás de él, solo tuvo la oportunidad de sobar la parte golpeada, protestar y quejarse con una mirada fulminante. Mi papá se carcajeó y me guiñó un ojo cuando ocupo la silla de alado suyo. Siempre suele alentarme para molestar a Nelson. Lo sé, es un raro mi padre. No creo que exista un papá que incite a su hijita menor a molestar a su hijo mayor, creo que no es machista o algo así.
Mamá ocupó su lugar en la mesa —en frente mío— trayendo consigo pan tostado y mermelada, me sonrió tranquila y, aun como colegiala, con sus mejillas todas coloradas. Me apuré a tomar un pan, pero mamá me pegó un manotazo.

—Están calientes. —me advirtió. Me sobé el dorso de mi mano golpeada, deposité jugo en mi baso y le doy un sorbo al contenido.
—Y bien ¿qué hiciste anoche, Nicole?—preguntó papá alzando sus cejas para obtener mi respuesta. Bebe de su café y de reojo mira el periódico que aún sostiene Nelson.
—Ya saben, lo usual, supongo. Salí a bailar como todos los viernes. —Mantuve mi voz pasiva para restarle importancia y, solo así, no me hicieran más preguntas que no quería contestar.
—No te oímos llegar, ¿llegaste muy tarde? Supongo que Jasón te devolvió, ¿cierto? —Tomé de mi jugo y me ahogue. Nelson me dio unas palmadas en mi espalda, disfrutando la hora de su venganza por haberle pegado.

Justamente hoy, en este día, quería ahorrarme las menciones de Jasón para sacar de mi mente lo podrido de ayer. No estaba muy segura de cómo reaccionarían mis padres al saber que, después de un año de relación y meses, habíamos terminado. Porque nunca, repito, nunca tuvimos problemas. Es decir, no problemas del grado que lo nuestro podría terminar. Él nunca me dio un motivo para llegar a hacerlo, y mis motivos se los sabía esconder.
Me sentí fatal de nuevo al recordar que todo fue mi culpa. Yo no iba a dar por definitivo este rompimiento, así que lo más coherente era ocultar era información a mis padres, al menos por una semana. Si en una semana no conseguía regresar con él, ahora si lo anunciaría a mi familia. Por lo pronto tenía que ocultarlo.

—Sí, como siempre. —Contesté en voz quedita porque aún no lograba restaurarme de mí casi ahogo. Bloqué la mano pesada de Nelson antes de que me volviera a ayudar. Me sonrió con malicia y tomó con su tenedor otro trozo de mango para después empezar a masticarlo.
— ¿Cómo van las cosas con sus padres?—Preguntó mamá untando mermelada en su pan.
Me aclaré mi garganta. —Bien. Él está más tranquilo sobre eso. El juez libero en contra de ambos de sus padres, argumentando que están locos. Así que a Jasón le pagaran un departamento propio, solventara sus gastos entre ambos hasta que cumpla los veintiún años. Por lo tanto, Jasón está saltando de la felicidad por no aguantar a esos dos chiflados. —Suspiré y mordí un cubito de sandía que había en mi plato.
Cuando Jasón me contó la semana pasada, cuando aún éramos una pareja feliz, lo celebramos a lo grande. Me llevo en su auto, recién estrenado, a una parte de la playa que más nos gusta, tuvimos una cena romántica y planeamos unas cuantas cosas para cuando viviera solo. Planes que incluían no salir del departamento en tres días, a mí me encantaba la idea.
— ¡Diablos! Mi cuñado vaya que tiene suerte –Nelson soltó de repente su tenedor estrellándose contra el plato. A todos nos hizo saltar de la impresión. A mi mamá se le partió el pan tostado en dos. A mi papá le salpico un poco de café en su camisa que trato de limpiar con la servilleta. Yo derrame un poco de jugo sobre la mesa—. Bueno, díganme ustedes, Señores Diamond, ¿Cuándo se divorcian? Yo también quiero un apartamento solo para mí. —Bromeó Nelson.
Me reí un poco mientras chocábamos las palmas en nuestro habitual saludo de "Ey, hermano, buena esa".
— ¡Óyeme, impertinente! —Protestó mi madre jalando de la oreja de Nelson.
Papá y yo nos miramos, negamos con la cabeza resoplando y vociferando al mismo tiempo:
—Inmaduros.

Los cuatro estallamos en risas.

Terminamos de desayunar y nos pusimos manos a la obra para a ayudar a mamá a recoger y a limpiar la cocina, es una tradición que la teníamos desde siempre. Todos los sábados y los domingos Nelson, papá y yo ayudamos con los deberes domésticos, es un trabajo del cual ninguno tiene derecho a renunciar.
Cuando toda la casa estaba impecable, me preparaba para salir de la convivencia de familia e ir a mi habitación a vestirme, para después andar a la casa de Kate a nuestra sección de chicas. Presentía que mis amigas me arrinconarían con preguntas acerca de mi rompimiento, ellas son de confianza, así que descargaría todo, no me importaría llorar como una vil tonta, son comprensivas y me entienden al cien por cien. Ayer no habíamos tocado para nada el fatalista tema, además nos las arreglamos para emborracharnos al grado de no saber nuestro nombre completo sin equivocarnos. Estábamos de fiesta, y sólo Dios sabe lo mal que nos podemos poner cuando una está deprimida. Eso es otro motivo por las cual son mis amigas: nunca me dejarían morir sola. Le pude haber hecho tragar tierra a esa ofrecida que se marchó con Jasón un poco las tarde de la media noche, pero no me dio tiempo de hacerlo cuando Victoria me tenía una botella de ron para mí sola. De ahí olvide mis dramas.

Cuando tenía un pie alzado para subir el primero escalón, mi mamá nos llamó a todos para regresar a la sala. Giré de regreso y de inmediato me encaminé a al salón para poder salir rápido y cambiarme, sino se me haría tarde y sol se pondría más cálido. No es como que en San Diego exista otro tipo de sol agonizante.

Mi padre estaba sentando con las piernas abiertas y rodeando a mi mamá por los hombros mientras ella descansaba su cabeza en su pecho. Nelson llegó atrás de mí y me apartó con un empujón, sentándose en un sillón con un cojín en su regazo. Yo me quedé parada, rogando para que esta conversación terminara en menos de dos minutos.

—Les tengo una noticia. —Anunció mi mamá con tremenda cara de niña ilusionada. Se acomodó erguida en su asiento. Papá empezó a palmear la mesa haciendo el sonido de unos tambores para —según él y sus comportamientos de inmaduro— mantener la intriga de la noticia. Él es un infantil en algunos casos.
Viré los ojos y crucé los dedos en signo de amuleto contra la mala suerte para que no fuera una noticia como la que me habían dado hace un par de semanas atrás. No es que fuera algo malo, solo que no me gusta visitar mucho a mi abuelita Dolor, y para el próximo fin de semana tendríamos la reunión trimestral. Tíos, primos, sobrinos, nietos, bisnietos nos reunimos en una casa enorme en un pueblo de Tijuana (nada urbanizado y alejado de la capital). Lo único bueno que rescate de aquello, es que este año tendría el permiso de llevar a mi novio, lo cual ya no era posible. Me golpeé mentalmente de nuevo. Debía dejar de traer a Jasón de colación a mis pensamientos, pues siempre me causa una terrible pulsación de dolor en el pecho.
—Mamá, puedes soltarlo ya, por favor. —Supliqué. Me estaba poniendo algo gruñona. Mi papá agilizó sus movimientos de palmadas sobre la mesa. De verdad tanta anticipación para una noticia me desespera, prefiero las cosas rápidas y al golpe.
— ¡Pattie regresa! —Gritó en un tono chillón y entusiasta, con una sonrisa enorme mostrándonos sus dientes.

Hurgué en mi mente tratando de hacer memoria. ¿Quién demonios era Pattie? ¿Una tía lejana? ¿Una tienda de ropa? Yo que sé, solo no podía recordar.
Nelson y yo nos miramos preguntándonos exactamente lo mismo. Mi hermano para recordar historias, cuentos, leyendas o lo que sea es un cabeza dura, así que no tenía ni la remota esperanza que él me ayudara con mis respuestas.
¿No era una señora que vendía productos de limpieza? Ah no, esa era Betty. Entonces ¿Quién?

—No la recuerdan, ¿cierto? —Habló mi papá, llenado el espacio vacío de silencio—. Es la amiga de muchos años de su madre. La misma que tiene dos hijos de sus mismas edades —A juzgar por nuestras caras que eran de más confundidos, papá prosiguió—: La señora Bieber. La esposa del difunto Jeremy Bieber, que moría por su madre cuando estaban en la universidad. —Esto último lo dijo con coraje, reí interiormente por su obviedad de celos—. La amiga que, cuando ustedes eran más pequeños, vivía a lado de nuestra casa. ¿Ahora la recuerdan?

De repente a mi mente llego un destello. Creo que hablaba de la madre del niño con el que fui al jardín de niños y le entregue mi muñeca Rita. ¿Cómo estará Rita? ¿La habrá cuidado y lavado? También tenía una hija de la edad de mi hermano, se llamaba Amanda. Recuerdo bien el nombre porque ella me obligaba a hacerle reverencias y proclamar: "¡Viva la Reina Amanda!". Pero del que no recuerdo el nombre es el del chico. Es algo de ¿Danny? ¿Trevor? No, creo que es con "J". ¿Jadeen? ¿Jonathan? Puede ser, pero no recuerdo muy bien.
— Ya sé quién —Nelson se paró de golpe y alzó su mano, en señal de que su cerebro se había iluminado. Se dejó caer de nuevo en el sillón recobrado su postura, como si la carga eléctrica hubiera terminado—. Es la madre del niño raro que todo el tiempo quería ser una princesa como Nicole. La señora que nos visitó hace cuatro años en las vacaciones de verano. –Fruncí el ceño y me balanceé de puntas con mis talones.

Recuerdo a un niño asustado, que siempre estaba tras de mí en el recreo del jardín de infantes. Se sentaba en mi mesa, compartíamos crayolas y nos ensuciábamos con acuarelas. Nuestras madres venían a recogernos y nos llevaban juntos a nuestras casas. Por las tardes Kate se nos unía a nuestros juegos y nos envolvíamos en risas. Nuestro juego favorito: imaginar que los tres éramos princesas. Nos caracterizábamos con vestidos y una corona, alguna que otra vez robamos el maquillaje a nuestras madres y nos aplicamos sombras, labial y colorete. Kate y yo nos entusiasmábamos de poder arreglar al niño como toda una princesa, aunque a veces le rogábamos que actuara como una príncipe, pero nunca acepto.

—Sí, esa misma, Nelson. —Confirmó mi mamá—. Estarán de vuelta el lunes. Lo que quiere decir que estamos a 2 días, ¿no es genial?
—Genialísimo –Contesté con sarcasmo y rodé los ojos víctima de mi propio chiste—. ¿Puedo retirarme ya? –Mostré mi carita tierna y dulce, sacando mi labio inferior hacia afuera y pestañando repetidamente. Ese puchero me ha ayudado en varias ocasiones para aminorar mis travesuras.
Mamá asintió y me fui corriendo en dirección a mi habitación.

*******

— Cuéntanos, por favor, Niki. –Suplicó como por milésima vez Kate. Estamos en su casa teniendo nuestra usual sección de chicas, que consistía en untarnos mascarillas hidratantes, pintarnos las uñas y darnos masajes una a la otra.
Victoria está recostada en el diván que tiene Kate en su habitación, con mascarilla de aguacate en su rostro y unas rodajas de pepino en sus ojos. Según ella los pepinos sirven para que se quitaran las ojeras y la mascarilla de aguacate para tener nuestra cara hidratada. Victoria es toda una maestra de mascarillas y tratamientos de belleza, se cuida mucho, además de que todos los días va al gimnasio, toma tres litros de agua y, sin excepción, come todo tipo de frutas. Es una maniática de la perfección humana, pero a decir verdad, ella es bellísima por su cutis y cuerpo tan bien cuidados. Me enorgullece decirme su amiga.

Kate y yo estamos sentadas en su cama, ella pinta las uñas de mis manos con un color rojo, también tiene mascarilla al igual que yo. Kate en asuntos de belleza es mucho más relajada, de hecho, de las tres, es la única que no se cuida tanto. Es una chica despampanante, es inteligente, es la más sobresaliente del instituto, sus notas son impecables, nunca se conforma con menos de un 100, la admiro por eso. Ella odia los asuntos de secciones de belleza que tenemos todos los sábados, pero Victoria y yo la forzamos, es por ellos que cuando se trata de tratamientos de belleza, siempre venimos a su casa para que así no se escape y no salga con un pretexto de que no podrá asistir.

— ¡Está bien, está bien! —Suspiré— Les contaré. –Accedí. No tenía ganas de que me siguieran rogando por algo que terminaría contándoselos.
Victoria se quitó las rodajas de pepino y camino con sigilo a nosotras, se sentó a lado de Kate, estirando sus pies en la cama y recarga su cabeza en la cabecera. Kate dejó de pintarme las uñas para poner más atención. Las dos estaban en frente mío, contemplándome impacientes de respuestas.
—En realidad no es la gran cosa. Me termino. Fue a mi casa para recogerme e irnos a bailar al Douche como todos los viernes, me llevo a nuestro lugar escondido y me aventó la bomba. Fin.
La verdad es que estaba distorsionando la horrorosa realidad. No fue así de fácil como se los estoy narrando. Ni siquiera fue una confrontación, tan solo un simple "hemos terminado" de mi gladiador. En ese segundo sentí que la sangre sé me fue al piso, que el mundo dejo de moverse y que tenía un serio problema de audición. Jasón se había enjugado muchas lágrimas mientras que le suplicaba que no me dejara y que podía cambiar. Nada de eso sirvió para su ego ya destruido por mi culpa. Me dejo varada ahí y tuve que recurrir a llamar un taxi para que me llevara al típico club del viernes. Mis planes, obviamente, la noche de ayer, cambiaron muchísimo.

—No, no, no. Queremos toda la información. —Protestó Victoria enlazando sus cejas y se restauró, sentándose. Kate se unió a ella asintiendo con su cabeza.
Respiré profundo y me rendí a ellas y a su poder de insistencia. No quería llorar, por eso me limitaba a dar detalles. Pero aquí iba la tormenta de lágrimas.
—Jasón de alguna manera se enteró que salí con Brian. —Kate y Victoria abrieron sus bocas en "O" de la impresión. Brian, Brian, Brian; sus ojos grises me matan. Sería difícil de superar eso, pero amo a Jasón. Mucho más de lo que jamás amé a nadie—. Me dijo que un pajarito se lo había contado. —A ambas las apunte con mi dedo, acusadoramente— No habrán sido ustedes, ¿verdad? —Al mismo tiempo las dos alzaron su mano y se la pusieron en el pecho, haciendo un mohín de indignadas, negando por completo mis sospechas—. Está bien les creeré. Pero alguien se lo contó y me terminó. Pero tengo un plan para que regrese conmigo, ya después se los contare. —Las mire entusiasmada. De verdad tengo altas expectativas con el plan.
—Perfecto, cariño. Nosotras te ayudaremos en lo que sea necesario. –Me apoyó Kate dando una palmadita en mi pierna y sonriéndome.
Mi dulce amiga de ojos azules, compañera de aventuras desde prácticamente en pañales, es mi cómplice a lo largo de toda mi vida. Sabía que no había nadie como ella y su manera tan audaz de hacerme sentir mejor. En depresiones de cualquier tipo, Kate es la indicada para levantarme el ánimo y hacerme ver que la vida aun vale la pena. Tenemos esta conexión mágica de saber que nos sentíamos mal aun sin ni siquiera estar cercas. De esta amistad presumo que es la que muchos desean pero pocos tienen. Soy afortunada de tenerla después de tantos años y peleas que yo ocasiono de vez en cuando.
Queriendo salir del tema de mi relación rota, decidí comentar el nuevo chisme.
— Kate, ¿Recuerdas a la Señora Bieber, la familia que vivía alado de mi casa cuando teníamos cinco años? —Kate rodó sus ojos e hizo una mueca, la misma que utilizaba cuando pensaba.
— Creo que sí. —Afirmó con una sonrisa.
— ¿Quién esa señora? —Preguntó Victoria, queriéndose enterar de las noticias.

Mi amiga de pelo oscuro, en ocasiones se siente un poco desintegrada de nosotras, no es que fuera intencional evadirla en algunos temas, simplemente que ella no había estado desde pequeña compartiendo secretos.
Victoria se nos unió un poco después en el primer grado de preparatoria. Desde el inicio que la vi en clase de francés, supe que es el tipo de chica que no se deja por nadie. Puede ser que su reputación no es buena, pero es el vivo ejemplo que las apariencias engañan, porque tan fuerte como se ve, es frágil y tiene complejos que la hacen ser altanera.
—Es una amiga de mi mamá que al parecer regresa este lunes. —Explico sin mucha importancia.
Victoria bajó de la cama despacio y caminó al diván. En cada paso solo apoyándose en el talón para no arruinar su perfecto color azul en las uñas de los pies. Se veía muy graciosa, parecía pato enojado
—Entonces, Kate, ¿recuerdas a su hijo? —Kate movió su cabeza bruscamente de un lado a otro hasta que trono su cuello; acto que a mí me parece algo salvaje y me da miedo hacer, pienso que puedes quedar chueca o algo así.
—Claro que si lo recuerdo. –Su sonrisa se deslumbró, dejando ver sus alineados dientes – ¡Oh era un niño tan lindo! Jugaba con nosotras a los bebés y también a las princesas. Yo siempre quería que el fuera mi príncipe, pero él deseaba ponerse un vestido. Me gustaba tanto y a ti te gustaba un tal Bruce. —Los ojos de Kate se iluminaron de adoración.
Sí, a ella le gustaba el niño, peleaba conmigo porque él prefería sentarse conmigo en todos lados "siempre juntos". Mi segundo amor Bruce, era tan encantador, hace tiempo que no lo veo, si tengo suerte él sigue enamorado de mí y está igual de apuesto. Pero ahora no debo de concentrarme en ello, porque estoy tan segura que recuperaré a mi gladiador cueste lo que me cueste.
— ¿Recuerdas el nombre del niño?
Kate volvió a hacer su mueca pensadora.

 —Sí, se llamaba Justin Bieber. Mi primer amor. 

El pasado deja su huellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora