¿Qué haré sin él?
–Tengo arenas hasta el culo. –Me quejo con un gruñido, saboreando mi helado de chocolate.
A nuestro retorno a nuestra casa, pasamos por una heladería que desde hace tiempo pusieron. Y son los mejores helados en San Diego, al menos esa es la fama que les dieron. Justin dijo que el odia el chocolate, así que lo pidió de vainilla.
–Quieres que llama a Jasón para que te la quite. –Me río, absorbo un poco de helado que empezaba a desparramarse por mi mentón, después me limpio con la servilleta.
–Sí, también dile que le hable a Kate. – Le sugiero, alternado mis cejas levantadas.
– Eres una depravada. –Me acusa con voz de pánico –. Una orgia. Eso, eso es muy sucio. Así que tu fantasía es hacerlo con un hombre y una mujer. No sé cómo reaccionar antes eso. ¿Debería correr? ¿O quieres que participe?
Me río hasta que, involuntariamente, arrojo un poco de helado de mi boca.
–Eres un mal pensado, amiguito. –Se encoje de hombros y sigue caminando, no sin antes darme esa sonrisa de dientes blancos que tanto me alborota.
–Me dijo Jasón que mañana cumplen tiempo de ser novios –Me dice Justin dándole un lambetazo a su helado de vainilla. Vuelvo mi vista al concreto de la banqueta.
–Así es. Cumplimos un año y un mes.
La señora Smile me saluda desde el porche de su casa, le correspondo con lo mismo. Su cara es tal de escepticismo. Quizá sea por el espécimen de hombre que me acompaña que, curiosamente, es su vecino.
– ¡Wow! Es impresionante. Es mucho tiempo. –Aclama Justin.
–Sí. ¿Qué puedo decir? Nos amamos.
–Bien por ustedes, entonces. –No me restrinjo a mirarlo de soslayo. En la sombra, es mucho más impresionante. Sus pómulos elevados, moviéndose por el disfrute de la vainilla desasiéndose en su lengua.
–Deberías intentar algo así. Es muy bonito tener a alguien con quien compartir la mayor parte de tu tiempo.
–No sé. ¿Qué opinas de Kate? Aparte de que es tu mejor amigo y todo eso.
El helado de chocolate, se atora en mi garganta. Me pego en el pecho por la inofensiva declaración que me acaba se hacer. Él me ayuda dando suaves golpeteos en mi espalda.
Decir que la sangre dreno de mi cuerpo, es poco a comparación de lo que sentí. Es algo más o menos cuando te pegas en la cabeza tan fuerte, que piensas que todo se vuelve oscuridad a tu alrededor. O en términos sentimentales, es como cuando alguien te dice que tu mamá y tu padre un día van a morir y te quedaras sola en el mundo; entonces lloras toda la noche en la almohada. O en términos de mala amistad, se siete como que quiero matar a mi mejor amiga. O en términos de alguien que quiere la felicidad para todo el mundo, se siente como que quiero que el aíre deje de servir y todos mueran, así no pueda suceder nada entre Kate y Justin.
Me estabilizo, y él se queda quieto, a mi lado, intentando emprender su paso firme. Pero ninguno se mueve, y pregunto algo forzoso, apretando mis dientes en la pronunciación.
– ¿Te gusta? –Justin se encoje de hombros y lambe de su helado. Se moja sus labios cuando termina y se limpia con la servilleta.
–No sé. Está bien para mí. No es que tenga mucha experiencia en el tema de mujeres. Pero quiero ser lo que en Canadá no fui. Tener una novia, algo normal.
Me quedo con ojos platicos cuando dice "Novia". Quiere que Kate sea su novia. Imposible. Esto debe ser una mala broma. Deben de haber cámaras escondidas o algo así. Por lo tanto sonrío. Sonrío tan profundo ante la idea, dándole otro sentido erróneo al motivo. No estoy ni por encima de contenta con su sugerencia de él y mi mejor amiga juntos. Además, tengo curiosidad de preguntarle qué pasa con eso de que no tiene experiencia con las mujeres.
–Ella está interesada. Completamente, interesada en ti, Justin. –Paso saliva y me reduzco a saborear el empalagoso sabor a chocolate, mi favorito.
– ¡Genial! Se lo preguntaré. Hoy la veré, así que le soltaré la bomba antes de que se arrepienta.
Kate seguramente estará tan feliz, que no creo que quepa en este universo.
Mi nivel de hipocresía está ganando niveles, porque no dejo de sonreírle hasta que me deja en el cancel de mi casa y lo despido agitando mi mano.
El peor día de mi vida corriendo. No puedo dejar de compararlo con la cajeta. Tiene un sabor dulce; pero odio como se ve. Tiene la apariencia a popo de bebé. Y la detesto por eso, pero me encanta. No la cambiaría por nada, porque es tan blando que su sabor es adictivo. Igualmente, este día estuvo lleno de todo: llanto, risa, coraje, golpes, vasca bocal.
No fue tan malo. Conseguí que Justin y yo estableciéramos ciertos puntos. Como que él no me ignoraba nada más porque sí. Solo lo hacía porque pensaba que era una perra por como lo miraba. Eso me dio un poco de alegría, porque estoy haciendo bien mi papel de la indiferente. Ni siquiera sospecha que me gusta con tanta intensidad, y eso está bien para mí. También, goce porque estuvimos bromeando todo el camino de vuelta. Todo funciono a la perfección. Aunque eso último ensordeció mi corazón, debo mantenerlo lejos, porque él quiere intentar algo serio con mi amiga. y es un gran paso para su hombría mujeriega.
***
Mi mamá no deja de llorar cuando mi hermano la abraza, reunidos en el umbral de la puerta. Es tan... devastador. Hace que me duela el pecho. Algo así pasa cuando quieres detener el mundo para evitar el pesar a tu madre. Patear al diablo el dolor, y esconderla en una cajita para que no sufra nunca. Es como el amor maternal pero invertido.
Sabes que tus padres han hecho un buen trabajo contigo, cuando no temes a lo que pasará después de abandonar su casa. Tienes la seguridad de saber que no todo saldrá como lo has esperado, pero tienes la capacidad de arriesgarte y andar por tu cuenta. Porque de eso se trata el amor de padres: darte seguridad. Y los míos lo han logrado con Nelson. Cuando emprendas el viaje y tus padres no te acompañen, es el signo más grande de amor y confianza que ellos te otorgan. No solo tenemos que pensar en la aventura que nos depara sin sus regaños, debemos pensar en el sacrificio que ellos te ofrecen a cambio de liberarte de sus ojos protectores.
Por supuesto, hay lágrimas que opacan su valentía. Pero no está mal llorar. Está mal llorar cuando no le das el significado adecuado a tus sollozos. Hay infinidad de razones por las que se impide el llanto: te arrugas, te encuentran vulnerable, das armas para que te lastimen, eres presa fácil. Pero son tonterías, porque las lágrimas te liberan. Ese hueco que sientes en la garganta, la opresión en el corazón, la voz quebrantada, todo eso es humano. Y no es un error dejar mostrar sentimientos; el error esta cuando los ocultas, y das la imagen de ser fuerte, pero no lo eres. Nadie es fuerte, porque por más que los ocultemos, tenemos sentimientos, y éstos son el peor instrumento mortal.
Mi padre me aprieta a su costado, y besa mi frente. No deparo en contenerme, y sollozo al igual que los demás. La armonía es nostálgica, y no está en mí detenerla. Mi madre y mi hermano se separan, y vienen a nosotros. La temperatura del calor, es aprensiva cuando nos abrazamos los cuatro. Siendo uno por última vez en esta casa. Los pálpitos de mi hermano, sacuden mi mejilla. Mi papá llora apoyando su mentón en la cabeza de mi mamá. Y la figura frágil –tanto como la porcelana– de mi madre, llora apenas y deteniéndose para respirar. Me invado de la melancolía de nuestro espacio, y eso me regresa a la fea realidad de mi hermano abandonándome para volar fuera de nosotros.
No hay culpables, esto es tan solo una regla más de la vida.
Cuando todos somos capaces para soparnos, mi hermano me abraza, individualmente. Lo sujeto tan fuerte por su cintura, y él aprieta mi cara en su camisa mojada. Su olor es de almizcle, con un deje de crema para afeitar.
No quiero soltarlo.
No quiero que este lejos de mí.
No quiero compartirlo con Lisa.
No quiero que se olvide que lo amo más que él a mí, si eso es posible.
No quiero que amanezca y tenga que enfrentar que no me llevará a la preparatoria.
No quiero que deje de ser un loco conductor.
No quiero dejar de escuchar su canto desafinado cuando está en la ducha.
No quiero que dejemos de escaparnos al parque.
No quiero que pierda su confianza en mí cuando nos deje.
No quiero que olvide que tiene una hermana molesta.
No quiero que me deje de llamar "René" cuando necesite de un amigo.
No quiero que me deje de retar para hacer cosas como eructar.
No quiero que tenga hijos y los quiera más a ellos.
¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!
Casi quiero patalear y tirarme al suelo para hacer berrinche y no me abandone. Trata de separarse de mí, pero no lo dejo; me aferro más. No lo dejo, porque me doy cuenta de todo lo que lo necesitaré.
–Hija, él se tiene que ir. –Me dice mi padre, suavemente, al oído.
Hasta mi mamá dejo de llorar y se aferra a su esposo, como si su vida dependiera de ello. Pero ya no puedo con la idea de apartarlo.
Como cuando estas a punto de morir, una serie de recuerdos cruza por mi mente. El más gracioso, fue cuando nos caímos de la bicicleta al fango mezclando con estiércol; y ambos nos reímos por nuestras caras. No había ni una parte donde no estuviéramos llenos de mierda de vacas. Y fue mi momento favorito de mi vida, que inclusive lo puedo volver a repetir. También, esa vez que lloré por mi paleta se había caído, y él me dio la suya. Todo eso parece surreal y tan lejano, que quiero conservar a Nelson otro tiempo conmigo, para vivir nuevas aventuras, juntos como los hermanos calientes.
–Te amo. –Dice mi hermano en el acto de soltarlo. Sus bellos ojos verdes, están cristalizados, dándoles un color más profundo y hermoso.
Mis oídos suban por motivo de mis gritos desgarradores, como si me estuvieran diciendo que alguien murió.
Mi papá me sostiene cuando Nelson toma sus pertenencias del suelo y habré la puerta para macharse. Yo sigo llorando cuando la puerta se azota. Tiemblo, y mis dietes castañean. Mis padres me abrazan cuando me descompongo a gritar otra vez como desesperada.
Siento la bilis ir y subir por mi garganta, apretando un poco más mi destruido corazón. La atmosfera fluye en el desasosiego.
<< ¿Qué haré sin él? >> Me pregunto cuando mi llanto se apaga, y una limpia lágrima se derrama por mi mejilla, llegando hasta mi mentón.