Quítale a Nicole un Jasón y se vuelve en lágrimas
Ángel saltaba de la felicidad desde el teléfono. Estábamos hablando desde hace un par de horas. Él desde su casa en Tijuana y yo desde la mía en San Diego. Lo diré así: alguien debería de taparle la boca con cinta para que deje de hablar. No le podía parar la plática; en cuanto se trata de él y su novio, ¡nadie lo puede detener! Lan resulto ser tan romántico como atractivo. Lo del atractivo lo confirmo porque mi primo me envió una foto de ellos por Facebook. ¡Santa madre de Dios! ¿Por qué muchos gays tienen que ser tan guapos? Para la desgracia de muchas chicas, mi primo y su pareja podrían obtener el premio de "Calientes hombres". Ángel desde pequeño ha sido guapo excepcional, con sus pestañas encrespadas, pómulos altos, nariz respingada, ojos de una profundidad café, sonrisa que contagia, hoyuelos que se le hacían con tan solo hablar. En definitiva, nadie del género homosexual estaba a su altura.
–Entonces le dije: "¡Deja de darme mierda hijo de un puñetero!..." -solté una pequeña risa, porque su voz sonó despectiva y nada afeminada. Ya me podía imaginar a mi primo armando esa pequeña riña –. "Lo que pasa es que estas celoso de que yo sí puedo aceptar que me gustan los hombres y que me gusta mamársela a mi novio. Eso, sin duda, cariño, es algo que tú no podrás aceptar jamás. Y dudo que alguien en la faz de la tierra te haga caso con esa cara de chango atropellado" Y después me fui muy campante chiflando una bella canción.
– ¿Chiflando? –Mi voz adquirió un matiz de incredulidad. – ¿Y no te partió la cara?
–No, bebé. Aunque no hubiera podido tampoco. Un flacucho contra un hombre todo musculo como yo, no hubiera resultado la ecuación; ¡le hubiera ganado por mucho!
Me reí con fuerza mientras me recostaba en mi cama con los pies apoyados en el cabecero.
–Ángel, Ángel, Ángel. ¡Primito mío, estás loco! –Juré que él podría estar sonriendo con satisfacción. Como de esas sonrisas arrogantes que le encanta mostrar.
–Las mejores personas lo están, ¿No es lo que dice en un libro?
–Ni una mierda sé de libros. Así que no me hables de ellos; son aburridos y los odio por mentirosos.
–Creía lo mismo que tú, pero Lan es un estúpido nerd que va leyendo por todos lados. No sé todavía cómo demonios puede ser el mejor amante y tan inteligente a la vez.
Apreté los ojos y gruñí, estremeciéndome. No es que fuera un homofóbica que le cuesta aceptar que los gays también intiman sexualmente, pero las escenas de mi primo con un hombre, eran asquerosas. No por Lan, sino por Ángel. Vaya ironía; llamarse Ángel y ser como un demonio.
– ¿Y cómo van las cosas por allá? –Pregunto mi primo; desde su lado de la línea se escuchó un azote de una puerta. Mi tía Elvira había llegado al condominio. Ángel le dijo algo en bajito; quizá un "hola, ma".
–Vaya, ¿ya se me está permitido hablar? –Desenrede las puntas de mi cabello con mis dedos.
– ¡Es tu día de suerte, mi vida! –coexistió demasiado sarcástico. Como extrañaba a ese marica. No es lo mismo hablar con el de vez en cuando por teléfono, a hablar con él en vivo y a todo color. Me falta ver sus gesticulaciones obscenas y sus pucheros al ingerir palabras.
–No mucho. Mi mamá sigue siendo una mojigata. Mi papá me trata como el diamante de sus ojos, (como siempre). Nelson es un estúpido abandona casas. Jasón, mi gladiador, sigue dando batalla queriéndome más todos los días. ¿Lo ves? No pasa nada por aquí.
–Cierto. –Concordó conmigo –. Que aburrido es ser Nicole. Consíguete una vida al extremo. Ya sabes, prostituirte por las noches, emborrachaste hasta que te encierren, vístete como sin nada de prendas; las cosas normales de una chica bonita.
Innegablemente, me hizo reír como loca. Pataleé mientras mis estomago me dolía por el esfuerzo alterador.
–Supéralo, Niki; no es tan gracioso. – Poco a poco fui integrándome al mundo de la normalidad. ¡Qué cosas se le ocurren a ese Ángel! –. ¿Cómo vas con tu pequeño-guapo-irresistible amigo? La última vez que me contaste hicieron las paces.
–Genial. Me ama. –Conteste como tonta.
Mi sonrisa fue de satisfacción al recordar nuestra charla tan fácil y practica en mi casa la tarde de ayer. Fue del tipo de charla que no quiere que terminen. ¿Eso es de locos? Pero es que hay pocos con los que les puedo seguir el rumbo a la conversación. Justin tampoco es muy aficionado para hablar. Y es raro, porque prometo que él le gusta invertir su tiempo conmigo. Como cuando estamos en la clase de Gordillo, ambos tenemos comentarios inteligentes, entre susurros, en contra del profesor. Lo mejor es que no le asusta mi lenguaje tan majadero (aprendido de mi padre y hermano). Y solo con él me permito decir tantas calamidades.
–Increíble. ¿Ya lo besaste? –Suspire. Mi exhalación choco contra la bocina del teléfono. Solo recordé lo cercas que estuvimos, el aliento que desprendía su boca, su tentativa mano, sus ojos almendra que me guiaban por cosas malas. En efecto, no dormí la noche pasada pensando por qué no lo hice. Llegue a la conclusión que soy demasiado imbécil, rasando al nivel de ser buena. Pero igual no voy tan lejos. – ¿Ese suspiro fue un sí?
–No. Ese suspiro fue un "casi pero no".
–Pues que pendeja –dijo sin más. En otras circunstancias le hubiera discutido, pero en parte tenía razón. Pero todavía le podía anotar ese insulto a la lista de golpes que le daré cuando lo vea.
Me senté; con mis pies empecé a tentar el suelo para conseguir mis pantuflas de conejito.
–En otras noticias, tengo que colgar. Tengo una fiesta a la que me veo obligada a ir.
– ¿Obligada?
–Jasón tiene que ir. Y en estos días ha habido muchas zorras ofrecidas buscando su atención. –Mi primo se carcajeo antipáticamente.
–Suerte con eso.
–Gracias, la necesitaré. –Abrí mi closet en busca de algo realmente bueno para la fiesta. Toqueteé mi labio con mi dedo índice. No tenía nada despampanante que vestir. ¡Fabuloso! –Antes de colgar. Dame tu opinión. ¿Short o falda?
No se la pensó mucho para decirme: –Falda. Jasón tiene acceso fácil. Dame créditos ante él por mi idea. Me amará más Don Culo Bonito. –Mi tía Elvira se escuchó avisándole para cenar. Seguramente él tapo la bocina, porque no se le entendía la contestación.
–Nos vemos, corazón. Después nos ponemos de acuerdo a mi llegada a San Diego.
–Muy bien. Te amo, primo.
En cuanto colgué, puse manos a la obra en mi vestimenta y maquillaje. Tenía intensión de verme bien está noche. Y maldita sea la hora en que vi la sonrisa de Justin en mis pensamientos, porque me esforcé más al saber que él estaría ahí. Por todos los santos del cielo, me arregle delicadamente para él y no para mi gladiador. Era un perra por eso.
***
Jasón llego como a las 9 de la noche a mi casa. Lo supe porque escuche el claxon de su auto, y luego mamá me grito desde la planta baja. Ella y papá estaban muy entusiasmados con mi salida. Ni siquiera me dieron toque de queda. No quiero ni preguntar el porqué de su alegría, creo que vomitaría.
En cuando aplique perfume en todo lo largo y ancho de mi cuello, baje y vi a mis padres acurrucados en el sillón viendo una película. Pase por la sala esperando sus recomendaciones, pero no hubo ninguna. Solo un fanático "Que te vaya bien, hija".
Salí con la cara en alto; derrochando sexualidad en cada paso al caminar. El viento de septiembre se arrastraba entre mi cabello, desacomodándolo. Que clima tan raro. En la tarde un color infernal y por la noche viento. Que bipolaridad. Jasón apoyado en su auto con la mirada fija en el piso, muy concentrado; no dio importancia a mi vaivén de caderas exagerado. Ni siquiera se dio cuenta cuando llegue y le tome la mano, puesto que se sobresaltó al instante. No existió una sonrisa grande y orgullosa al verme. Se mostraba un poco cabizbajo. Su quijada apretada, y sus irises divagaban en cualquier lugar, menos en mi rostro.
– ¿Qué tienes, mi amor? –Alce su mentón, direccionando a mis ojos. Habitaba ese deslumbramiento en su mirada al verme (como siempre ocurría), pero residía algo más frívolo. Algo con lo que ya estaba familiarizada: tristeza. Muy pronto tendría que patear el culo de muchos por hacer entristecer a mi hermoso chico –. ¿Son tus padres, adivino? –Asintió con pesadez. Apreté su mano más enérgica, esperando que conectáramos esa confianza que él tanto sabía utilizar a su favor cuando yo lo necesitaba. Él no hizo ni el mínimo intento de corresponderme. – ¿Quieres contarme? –Dilato por unos instantes antes de asentir con cuidado y desganado. Hasta ahora me di cuenta que tenía sus pupilas rojas. No me asombra que hubiera llorado. Él es tan frágil.
–El investigador de papá descubrió que mi madre tiene un amante. Es el jardinero. ¡El jardinero! ¿Puedes creerlo? –Niego con la cabeza; demasiado embrollada para responder con voz –. Papá quiere matarla, Nicole. ¡Quiere matar a mi mamá! –Se exasperó en sus últimas palabras. Se tocó el pelo, en acto de desesperación. La impotencia que le apabulle es evidente.
No sé qué hacer, qué decirle, cómo reaccionar. No tengo palabras para dar ánimos. Apesto en eso. Yo tendría que ser la fuerte, pero me lastima verlo tan descompuesto, que me quedo sin comprensión. ¡Vaya noviecita soy!
–Jasón... –comienzo a hablar sin tener nada en mente –, no creo que tu padre haga tal cosa.
–Yo si lo creo. Él está loco. –Me pasa un escalofrío que se rompe en la boca del estómago. Demasiadas ideologías me cruzan por mi memoria. Uno es que su padre lo haría, sin ningún miramiento a las consecuencias; él se las ingeniaría para salir intacto del delito. El otro es que yo también engañe a Jasón una vez. Una vez que estuve a punto de perder todo. Nunca supe como realmente se sentía; jamás me permití tocar el tema abiertamente. Solo lo deje pesar y arregle las cosas con sexo.
¡La porquería misma soy!
Escudriño mi mirada en su reacción alebrestada. La vena de su frente está saltada. No me asusto por su temperamento molesto. Todas personas se enojan; es una reacción de defensa contra el miedo. Nos enojamos cuando nos dicen nuestras verdades, porque tenemos miedos de aceptar que así somos. Nos enojamos cuando existen papanatas que quieren lastimarnos, porque tenemos miedo a que lo logren. Claro, no siempre se sigue esa eventualidad, pero la mayoría de las veces es así.
Me animo a tentar su mejilla, inclina su cabeza para sentir mi dorso raspar con su barba. Cierra los ojos y suspira. Al abrirlos, se encuentra conmigo. No tiene precio ver su sonrisa desarrollándose lánguidamente.
– ¿Qué? –vocalizo surcando mis cejas.
–No quiero que lo nuestro termine, cielo. Pero intuyo que esto está predestinado a extinguirse. –Traza mis labios, tirando de mi labio inferior. Eso le gana otra risilla comprimida.
–Que bobo eres. Lo nuestro no se acabara. –enfatizo con autoridad.
–Yo sé lo que te digo. Solo recuerda que te amo y quiero que seas feliz. –Mi corazón prende de un hilo; puedo apreciar que se estruja.
– ¿Te estas despidiendo de mí? –Disimulo una sonrisa, que espero que el crea verdadera y no piense que no estoy entrando a su juego. Porque está bromeando, esto es uno de sus malos chistes que no me hacen reír en absoluto.
–Creo que eso fue. –La seguridad de sus palabras, me hacen tambalearme.
¿Está tratando de terminar conmigo? Yo no quiero que esto termine; por ninguna manera quiero dejarlo.
–Esto es para siempre, ¿recuerdas?
–Nuestro siempre puede estar contando por horas. –Abro los ojos al percibir la seriedad más disipada. Él acomoda un mechón de mi pelo rebelde y lo coloca atrás de mi oreja –. No te preocupes, cielo. Debemos disfrutar de este poco tiempo. Cada segundo que nos queda experimentarlo al máximo.
–Jasón me estas asustando. Deja de hablar así. –Le pego en su hombro y no se queja. Debo de estar sin fuerzas. Me dejo caer en su pecho y lo estrujo muy vigorosamente. La corriente del viento, se siente fría, como si me tiraran cubitos de hielo en mi espalda y piernas.
–No es mi intención, cielo, pero es verdad que nadie tiene asegurado nada. Ni yo puedo asegurar que mañana me ames como yo lo hago. No puedo asegurar que mañana no me engañes y me dejes por otro.
–Gladiador, si estás así de inseguro por lo de tus padres... –Le digo calmadamente. Sin tratar de alterarme. Esos señores están logrando que su hijo se vuelva un inseguro. Los odio.
–No es por eso. Lo digo porque una vez me engañaste. –Lo suelto y me retiro lo más que puedo.
–Y no lo volveré a hacer. Con una vez aprendí.
–Todo puede pasar. –Se encoje de hombros y frunce los labios.
–Exacto. Pero, ¡no lo haré más! –Le grito, demasiado molesta. Principalmente con sus padres que hacen implantar una inseguridad en nuestra relación. Molesta con él que no crea en la seguridad de nuestro amor. Y molesta conmigo por poner en duda nuestro amor por un engaño que no significo nada.
–No te enojes, cielo. Es solo que no sé qué creer con todo esto. –Trata de volverme al respaldo de sus brazos, pero se lo impido con un forcejeo. Finalmente, deja de internarlo.
–Yo sí sé que creer. Y en ti lo hago ciegamente. ¿Tú confías en mí? –Me cruzo de brazos, enarco mi ceja esperando una respuesta. Mis energías se agotan porque no hay respuestas. Estoy tan enfurecida, que no me costaría nada golpearlo. Pero estoy a la defensiva de una estupidez. Parece que me encanta complicar las vidas. Sin que me responda, sé la respuesta: no confía en mí. ¿Quién confiaría en una mentirosa? Nadie.
Toda mi vida creyendo que la base sólida del amor era la confianza y que sin esa no existía tal cosa. Ahí está la prueba viviente de la confianza: mis padres. Ellos son mi ejemplo, lo quiero alcanzar con Jasón. Pero con mi estupidez lo arruine. Entonces, sabiendo esto, ¿Cuál es nuestra base? ¿La pasión? ¿La necesidad? ¿El afecto? ¿El enamoramiento más no el amar? Que pobre esta nuestra base. Inclusive puede desmoronarse.
<<Siempre lo arruinas, Nicole>> me dice mi mero punto de vista legítimo.
–No sé qué creer, Nicole. –Ahí está la repuesta que tanto me temía, y me apuñala en la espalda. Ni siquiera me mira cuando lo dice, demasiado atemorizado para hacerlo.
–Yo creo que el siempre duro minutos. –Con eso me despido y camino hasta mi casa.
***
¿Cuántos pañuelos he desechado a la basura? Quien sabe, lo único que sé es que el bote está desbordado con ellos. Mi almohada está empañada con mis lágrimas y mis mocos se acumulan como una montaña de arena. La campanilla de mi celular sonó y ni siquiera lo apague. Deje que me torturada con su sonido estruendoso en mis oídos. Decir que estoy devastada, sería pobre para describir mis emociones.
<<Él chico perfecto, eh>> me burlo de mi misma y vuelvo al llanto.
¿Cómo es posible que no me diera cuenta? Planeaba una vida con él y ni siquiera distinguía el enamoramiento con el amarme. Él no me amaba; él solo estaba enamorado. ¡Pero qué idiota!
Seguramente esté si es el drama que a que todas las chicas me matarían la madre. Estoy de acuerdo con que lo hagan. Mi burbuja de amor se pinchó y no sé cómo demonios deje que lo hicieran. ¿No se supone que debería de protegerla?
Cuando estoy tirada en mi cama un día viernes en la madrugada, no puedo dejar de repasar la soledad. La soledad –¡vaya definición!–: sería cuando no aspiras a tener nada; eso que te aflige el cuerpo por la pérdida de algo. Pero aquí hay una ventaja: cuando estás acostumbrado a poner una verja de separación entre las personas y tú, nunca te pasa la soledad. Porque piensas que la soledad es tu acompañante. Puede ser que nos acostumbremos a ella, o pensemos que somos dependientes y por eso no debemos experimentarla. Tonterías nada más.
Quítale un pétalo de una rosa y se marchita. Quítale una pata de una silla y se tira, Quítale al mazapán un pedazo y se desmorona. Quítale la cascara a un manzana y se pudre. Explicación: resiente la partida y no puede sostenerse, porque la soledad nunca fue su amiga.
Y mi amiga tampoco fue.
Estaba pegada a Jasón de una manera voluntariosa. Ni siquiera puedo recordar que era de mí antes de ser novios. Sin él me siento sola.
Quítale a Nicole un Jasón y se vuelve en lágrimas.
***
Me levante confundida, con mi alarma a punto de explotar por no parar de sonar. Con los ojos hinchados, decidí hacerle frente a la vida. Me vestí para la preparatoria. También cepille mi cabello y jugueteé con unas cuentas maneras para peinarlo; solo lo ate en una cola. Sin demasiadas energías, me mire en el espejo. Decir que soy un desastre, no le haría justica a mi cara demacrada y ojeras negras. ¿Cómo arreglarlo? Quién sabe. Y no me importo, lo deje así. Parte de mí quería causar lastima, y la otra parte quería hacer sentir mal a Jasón, porque él odia verme llorar, siendo la razón él o no. Solía decirme: "No llores, cielo, me duele todo si lo haces". Pues bien, que le duela hasta el culo.
Mi celular estaba sobrecargado de llamadas de perdidas; sobre todo de Jasón, que tenía guardado con el nombre de mi gladiador con un corazón. Pronto pasaría a la historia de los números borrados. Si, lo borraría, hasta podría cambiar de número, solo por no tener la discordia de aguantar sus llamadas suplicantes que vendrían durante el día. Aún no sé cómo le haría para aguantarlo en la escuela; estoy segura que lloraría. Pero tengo que tener un orgullo ancho para tolerarlo y, para mi bendición, lo tengo. Las otras llamadas eran de Kate, hasta tenía unas cuantas de Justin. Seguramente me llamaron para saber por qué no acudí a la fiesta. Los mensajes de voz era uno. Justamente de Jasón.
Decidí escucharlo antes de borrarlo.
–Cielo –su voz era lánguidamente ronca –, quiero que me perdones. Olvida todo por favor. Solo recuerda que te amo, y te juro, mi cielo, que de ese sentimiento no desconfió. –Lagrimas se empezaron a acumular –. Te necesito tanto –podía distinguir que sollozaba mientras me hablaba. Estaba llorando. Parte de mi alma se rompió –. Tanto, tanto, tanto te necesito –"Yo también", musite entre sollozos –. Pero no volveremos nunca a ser uno. Sé que lo hubiéramos superado; pero de una extraña manera, nuestro siempre se terminó. –Me senté en mi cama, víctima de un ensordecimiento de mi corazón –. Te prometo que haré lo que pueda para que seas feliz, ya no será conmigo, pero serás feliz. Lo juro.
Termino el mensaje, y no hubo reparo en llorar hasta que sentí que me iba ahogar. Me hizo un ovilló en la cama y abrace a mi almohada.
Cuando tuve la seguridad de que ya no iba a llorar, baje con cero tolerancias con mis padres, los cuales estaban riendo a todo el volumen máximo.
¡Día de risa, no lo creo!
Cuando me senté en el comedor, mis padres distrajeron su atención a mi cara pálida. Vi la silla de mi hermano vacía, y esté era el momento de llorar de nuevo. Nelson era el único que hubiera sabido qué hacerme para subir el ánimo. Y no estaba. No estaba y sentía que me estaba estancando en el fango de la soledad. ¿Y a quién podría acudir ahora?
¡Maldita soledad, la odio!
–Mi niña, ¿estás bien? –el toque de mi madre a mi brazo, se percibió como el agua rociando mi rostro. Me espabile y asentí con la cabeza sin fuerzas.
–Papá, ¿Podrías llevarme a la escuela, ahora? –Con cara de investigador, mi padre me miro por largos segundos. No sabía que veía en mí, pero al parecer estaba descubriendo mi alma, y en ella había dolor y angustia. Una angustia inexplicable, que jamás había sentido. Ya ni siquiera sabía la explicación.
–Te llevo –Confirmo y sorbió de su café.
Me despedí de mi madre con un beso y dijo que me quería mucho. No dudo para nada su amor. El de ella se sostiene de la confianza que me tiene.
En el auto de papá se escucha las canciones de sus años viejos. No sabía quiénes eran, pero me gustaba escuchar sus voces afinadas, como una dulce canción de cuna que me hacen apaciguarme. Debería pedirle el disco en préstamo.
– ¿Quieres contarme, Nicole? –Porque dijo mi nombre, sabía que íbamos abordar temas de seriedad. Momento incomodo, por decirlo de otra manera.
Me recargue en mi asiento, y de verdad quería reventar todo esto que tenía almacenado como tierra para enterrarme en una tumba.
–Termine con Jasón. –Ni siquiera podía creerme lo que pronunciaba. Cómo es que no pensé que esto pasaría algún día. Soy tan segura de todo, y de repente me tambaleo.
–No me lo creo. –empezó a reír como si le hubiera contando un chiste. Disminuyo la velocidad para no causar algún incidente mientras se reía de mis desgracias.
–Pues créelo, es verdad. No confiaba en mí, y le dije hasta aquí. – Ataje con enfado. ¿Así de fácil fue? No es verdad, porque esta llore y sigo queriéndolo hacer. Entonces ¿cómo es que lo dije como se le hubiera pasado a cualquier hijo de vecino?
– ¿Le distes motivos para desconfiar? Porque si es así, no te merece. Por el contrario, estas jodida, Nicole. Siempre supe que tu egocentrismo y orgullo te harían fallar.
La mirada que le lance fue recelosa.
Es mi padre: tiene razón.
Él tenía toda la boca llena de sabiduría. Yo fui la culpable, no él. Mi egocentrismo era una mierda. Mi orgullo era vomito con mierda.
Jasón tiene tantos motivos por el cual desconfiar. Nunca se supera un engaño, mucho menos tan pronto. El me ama con toda autenticidad. Hasta piensa dejarme con tal de verme feliz. ¿Si eso no es amar? Entonces yo soy una estúpida (y lo soy, de hecho). Es práctico: soy siempre la que se busca los problemas. No pude tolerar su desconfianza y me moleste, porque sabía que tenía razones para hacerlo. No hay manera de que yo obtenga un perdón. Pero si me perdona, ya no más equivocación. Lo digo en serio.
<<Si quieres un Jasón, que te cuesta>> cambie la frase que mi abuelo le decía a Dolor.
–Gracias, papá. Te quiero –Le di un beso antes de bajar del auto. Lo despedí agitando mi mano y vi su auto alejarse.
Entre por la puerta principal del R&TS en busca de mi hermoso gladiador. Teníamos tantas cosas que aclarar. Mis manos sudaban, y me hallaba tan nerviosa al ver su reacción. No sabía qué sería de mí si no me aceptará de nuevo. Él es mi felicidad. Creo que eso podría servir para calmar con nuestro enojo.
Recordé, amargamente, la última discusión que tuvimos. Cuando él me termino por mi engaño y después en su casa lo que hicimos, esas bellas palabras que me dijo: "–Si te amara menos, podría decir que soy el idiota más grande. Pero, para mi bendición y tu desgracia, te amo hasta lo más alejado de la tierra y eso, cielo, es mucho más de lo que un hombre amo jamás."
Con ellos me arme de seguridad que me iba a perdonar. Yo lo amaba y él también. Solo necesitaba encontrarlo.
Fui a la parte norte, donde sería su primera clase. No estaba, quizá porque era temprano. Emprendí vuelo a su casillero. Él tiene la costumbre de dejar todos sus libros almacenados ahí, porque no le gusta usar mochila. En cada periodo se toma el tiempo de cambiarlos. Me burlo cada vez que puedo de esa maña.
No me pasaron desapercibidas la miradas inquisidoras de los demás, era como si hablaran de mis espaldas. Y de hecho lo hacían. No le di mucha importancia, pues ellos siempre tenían una razón para criticarme. Imagino que se enteraron de mi rompimiento con Jasón, y por eso todos se creían con derecho a criticar. Podían decir que le partí el corazón al pobre presidente estudiantil, ¡vaya idiota!
Desde el casillero de Jasón, vi avanzar a Kate y a Justin de la mano (como de costumbre), entre la marabunta de estudiantes. Se detuvo una parte de mi sistema. Algo no andaba bien, porque desde esta distancia veía a Kate desolada.
<< ¿Qué le habrá pasado?>>
Siguieron con su eventual paso. Se detuvieron un poco antes de llegar a mí y escuche decir a Justin:
–Deja que le diga yo.
¿Decirme qué?, pensé mientras a Kate se le corrían unas lágrimas. Mi tendencia a defender a mi amiga, era contra Justin. Ese desgraciado le había hecho algo. Lo presentía desde un principio. Pero siendo así, ¿Por qué le tomaba de la mano? No es algo ilógico.
Cuando estuvieron de cercas. Aprecie a Justin respirar hondo y Kate a apretar la mano de su acompañante, mirando al piso y rascando su nuca. Mis ojos se abrieron y deje divagar a mi mente lejos. Muy lejos. Tanto que pensé lo peor.
– ¿Qué está mal? –Pregunte sin más. Temerosa de la respuesta.
–Te llamamos a noche y no contestaste. –Dijo Justin. Su voz era un cantico celestial de tranquilidad disfrazada. Kate seguía sin verme.
– ¿Que está mal? – Mis labios temblaban al formular la pregunta. Con todas mis emociones en un hilo.
–Es Jasón, Nicole. –Con esas tres palabras me quede sin nada. Me tambaleé y mi respaldo fue el casillero de mi gladiador. –Él está mal.
Luchaba con la errática idea de lo peor. Él podría estar mal porque lo termine. Tenía que aferrarme a esa idea. Yo también estoy mal. Muy mal, tanto que no lo puedo soportar.
–Lo sé. Lo termine, pero en cuanto llegue lo voy arreglar. Lo juro. –Lo dije demasiado optimistas. Y lo dije con toda la fuerza de mí ser: él no se merece sufrir.
–Tuvo un accidente. –Las palabras de Kate, resonaron en mi cabeza con sutileza, como con la que me lo dijo.
Justin me miraba con demasiada devoción. Sus ojitos miles no me engañaban. Justin estaba sufriendo por mí. No quería mirar a otro punto. Era el mundo que temblaba, o era simplemente yo. No lo sabía. Pero no tenía muchas fuerzas. Justo Justin me rescato cuando creí que iba a caer de empicada contra el suelo.
Todo encajo. Las miradas de los demás y los cuchicheos. Ellos sabían que Jasón estaba mal. Y era mi culpa.
Unas horas dijo Jasón. Unas horas duro nuestro siempre. En unas horas se agotó. Que corto es el tiempo, si no te esfuerzas por vivirlo.
Me estrecho a su cuerpo y olí el dulce aroma de su perfume enigmático. Esta vez no me calmo.