Capítulo 23

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  Considero la idea de que Justin sea gay.  

  <<Lunes: solo otro día>>, me dije cuando me quité las sabanas de encima y las arrojé al suelo.
Mis ojos hinchados con ojeras, era justamente el problema con el que me debatía en la mañana. Lo arregle con un poco de corrector, y aun así no se disimulaban del todo. Cualquiera que me viera –mis padres, amigos, vecinos, maestros, desconocidos por la calle– jurarían que lloré toda la noche. Y no estarían tan errados de la realidad. Estuve reflexionando y pensando ciertas cosas; entre ratos lloraba y después solo recordaba. Gratamente, más o menos, a las 4 de la madrugada pude conciliar el sueño.
Recordando pasajes dolorosos de mi vida, nunca me había sentido tan fatal. Quizá si la gente me juzga desde afuera –desconocen mi vida y lo que he pasado– dirán que solo son sobreactuaciones y que exagero. Porque, ¿Qué tanto se puede llorar por un hermano que se muda de casa? No sé en qué entorno familiar viven cualquiera ajeno a la mía; tal vez unos estarían haciendo fiesta o en planes de hacer una expansión a su habitación. Pero en mi en circunstancias, no podía ni siquiera imaginar en disfrutar una fiesta (no al menos hasta en una semana o más); ni siquiera consentía la idea de que alguien se metiera en la guarida de mi hermano y moviera sus muebles de su lugar. Le estoy dando un simbolismo de muerte a la partida de Nelson; lo cual sería el doble de peor.
Nadie sabe la angustia que se siente al saber que tu hermano ha tomado una mala decisión. Ni siquiera comprenden la mitad de preocupación que albergo, por el temor de que alguna vez Lisa lo deje, y éste –frágil y con corazón de oro– no pueda salir de la depresión. No lo entenderían. Nadie.
Él es mi hermano, y lo nuestro no está peleado con el afecto. Lo quiero y se lo digo, se lo demuestro y se lo repito. Con los hermanos, comprendo que hay ciertas rivalidades que alcanzan uno a otro; pero en nuestro caso, nuestros padres nos enseñaron que, cuando uno no es bueno en algo (porque ninguno es bueno en todo; lo intentas pero sobresales en otras cosas), el otro tendiera la mano y le ayudará. Y así lo hicimos Nelson y yo: nos complementábamos.
La hermandad no es competencia; es la unión que se te da para apoyarte en situaciones difíciles. Cuesta acatarlo, pero es así. A los amigos los relacionan con hermanos; ¿Qué hay de malo con decir que tu hermano es tu mejor amigo? Los amigos te escuchan, te aconsejan, te acompañan, te animan, te molestan, te insultan, te entienden; eso mismo es un hermano. Pero los hermanos son más legítimos, porque a ellos no necesitan explicarla las cosas detalladamente, para saber que sienten lo mismo respecto a la familia.
Hipotéticamente, si madre sufriera un accidente. Un amigo me escucharía y me diría que todo estará bien, pero jamás comprendería mi padecimiento; podría ponerse en mis zapatos, pero ni con eso alcanzaría para imaginarlo. Es buena su intención, más no lo sabrían en carne propia. En cambio, mi hermano me entendería a la perfección y nos daríamos consuelo mutuo. Por un tiempo lloriquearíamos sin sosiego, y para cuando las cosas mejoraran o empeoraran, él estaría aquí a mi lado, tolerando su dolor y mi dolor, que es el mismo.
Nelson y yo nos entendemos. Es por eso que a lo que las personas califican como "drama", para mí es melancolía al saber que mi amigo creció, y no fuimos al mismo ritmo.
Cuando me senté en el comedor, se sentía esa tristeza. Mis padres no estuvieron cariñosos como de costumbre; y mi papá necesito llamarme "René", más veces de las referidas. Eso contó como una manera febril de ocupar el espacio que Nelson dejo vacío. Mi madre no se esmeró en el desayuno; tan solo nos sirvió cereal como plato principal. Yo... bueno, hice el intento de no imaginarme a mi hermano sentado a mi lado (en su silla establecida durante la estancia en este hogar), diciendo algo como "René, no deberías de comer tanto, te pondrás toda ballena y Jasón no te querrá". Después le daría un golpe como contestación, y él me respondería: "Hermana, sabes que te amo y eres hermosa. Pero, ¡Hombre, pegas como niño!". De lo cual, efectuaríamos una batalla donde él se daría por vencido, porque siempre me deja ganar.
En el momento que les dije adiós a mis padres, tan solo me medio sonrieron y me dejaron ir sin una habitual broma mañanera. Y para mi desgracia, Nelson era el encargado de hacernos reír.
Jasón está galante cuando me subo por el lado del pasajero en su auto. No hay una pisca de enojo por no contestarle los 10 mensajes que me envió. Seguro se acumularon a mi bandeja de entrada, porque ni siquiera los leí. Kate también me dejo 5 mensajes, solo leí uno que recitaba: <<Te tengo una noticia que te dejara helada>>. A los demás que me dejo, no les di importancia, porque como que intuía de que se trataban.
Mi gladiador se inclina sobe la palanca de cambios y me da un sonoro beso en mi mejilla. Le sonrío, porque de verdad se sintió bien; como una calidez donde sus jugosos labios me tocaron.
Estoy algo devastada y necesito el afecto de mi novio. Jasón siempre ha sabido por donde llegarme, y realmente no sé cómo lo consigue. Tiene tantos conocimientos sobre mí, tantos que ni yo misma me acuerdo. A veces me asusto de lo bien que me conoce. Cuando quiero estar sola, él solamente lo sabe y no me busca (como ayer), pero me demuestra que está conmigo pase lo que pase. Luego hace estas pequeñas demostraciones de afecto, que no tienen nada de parecido a la pasión que se revela en sus ojos chocolate. Me contempla por menos de 5 segundos, y es consciente de lo que me hace falta o lo que requiero para ser feliz.
Él es un sabiondo en el tema "La temperamental Nicole". Me asusta pero lo amo tanto.
– ¿Cómo estas hoy? –Quita un mechón de mi cabello que me nubla la visión; masajea mi frente con su pulgar, suaves caricias que me inyectan tranquilidad. Con tacto y cohibición, sin ser muy específico en el tema, pregunta sobre mi hermano. ¿Lo noto? Por supuesto. Él lo hace de nuevo. Sabe que si me dice directamente el nombre de mi hermano, terminaré rendida llorando. ¿Cómo lo hace? No lo sé, pero lo aprecio de verdad. Jasón es lo que necesito.
– Muy bien. Tú me haces mejorar. –Le contesto, sin fingir una sonrisa en mis resecos labios por falta de sus besos. Sus ojos brillan con ternura, y una fina risilla de incredulidad me espeta.
– ¿Yo? –Pregunta con acautela frunciendo sus cejas.
Asiento mientras aprieto mis labios y jalo de su camisa para tenerlo a mi contacto bocal. Mis ojos directamente se van a sus labios tenuemente rosados. Mi corazón palpita cuando me sonríe – genuinamente – al adivinar mis intenciones. Su aliento sopla mis mejillas; olor a menta y frescura se inhalan por mis fosas nasales (anteriormente tapas por los hostigosos mocos).
Cuando nuestras narices se rozan y él tiene los ojos cerrados esperando nuestro beso, defino que lo amo, más que a nadie. Y para ser aval a nuestro amor irrompible, están 1 año un mes que lo ratifican. Nadie que no ama tan intensamente, pierde un año y un mes de su vida por un ser que ni siquiera puede soportar. Conociendo mi impaciencia y mi capacidad de rompecorazones, tampoco lo hubiera soportado tanto si lo hubiera amado y requerido en mi vida como una constante que no quiero que se aparte. No soy buena fingiendo un sentimiento; no soy buena tolerando; no soy buena siendo buena. Soy solo yo: sin cualidades que puedan alcanzar a definir mi personalidad. Así que cuando llegue a la preparatoria y Kate suelte la noticia que tanto me temo, seré feliz por ella, porque, por fin, consiguió a su chico ideal.
– ¿Me vas a besar o no? –Mi gladiador abre un ojo. Sonrío quedamente.
–Mejor hazlo tú, si es que tienes muchas ganas de besarme. –Ronronea, se inclina más cercas apoyando sus manos en el vidrio de la ventanilla. Acorralada. Estoy acorralada.
–Eso suena como una orden. Amo que me órdenes. Amo que a veces seas tan dulcemente dictadora. –Enrosco mi dedo en un mechón de su lacio y mal peinado cabello; tiro de él un poco, y se queja pero ríe gutural. Lo suyo es peinarse sin hacerlo. Me consta. He dormido varias veces con él, y no necesita de un cepillo o algo para calmarlo. Su cabello castaño –casi oscuro– es perfecto desde que amanece. Creo que eso viene con el paquete de ser tan malditamente guapo.
–Bésame. Ahora. –Y lo hace, sin ni siquiera protestar.   

El pasado deja su huellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora