El infierno sin duda.
– ¿Qué te gusta de mí? –Mi pregunta le tomó por sorpresa. Dejó la cuchara en el plato y me miró. En sus ojos había un destello por el efecto de la luz de las velas. Era precioso.
La noche era tan silenciosa; su apartamento olía a vainilla y rosas; el tiempo era eclipsado de regodeo. Mis corazonadas eran intercaladas entre lentas y aceleradas. Lentas: cuando me hablaba al oído y la piel se me erizaba. Aceleradas: cuando me besaba o contemplaba con ojos chocolates. Existía una palabra congruente en la que podía describir todo: extraordinario. No daba fe a mi propia dicha. Jasón ya había sobrepasado todos los niveles de hombre perfecto.
Por la tarde al finalizar la jornada de la preparatoria, me llevo a navegar en su velero. Nuestras risas alteraban el mormullo de la brisa. Fue tan mágico cuando grito que me amaba en medio del océano. Fue majestuoso cuando me llevo la horilla de una playa y me encontré con nuestros nombres en el cielo; "Jasón y Nicole, por siempre", decía. Y la fresa del pastel, llegar a su departamento y encontrar una cena romántica y lleno de velas por doquier. Jasón es el sueño de toda mujer. Así que no, no sabía por qué todavía lo tenía.
–Cielo, me gusta que te disguste no saber que me gusta de ti. –Al parecer, estábamos en un juego de palabras. Fruncí el ceño y me remolineé en la silla. Su sonrisa se extendió –. No hagas esa carita. –Cambie mi postura y tome la mano de mi novio, en la cual le di un beso en su dorso. Él se inclinó sobre la mesa y me dio un beso rápido en mis labios. Me dejo el buen sabor de vino blanco.
– ¿Qué significa eso? –Para el momento, se levantó y rodeo la mesa, me tendió la mano y lo acepte. Me hallaba en mi pulcra altura baja. Mis dientes castañearon por el escalofrío que me subió desde mis pies descalzos. Me sujete fuerte de sus músculos. Él me acerco más apretando mis caderas. Ya no existía un límite de separación entre los dos cuerpos. Me fascine por la simetría de su rostro inclinándose, estando lo más cercas posible: uniendo nuestras frentes.
–Cuando –Su voz sonó ronca. Él carraspeó cuando continuó –: te conocí, creí haberme topado con la horma de mi zapato. –sonrío negando con la cabeza. Tuve el atrevimiento de masajear su nuca con mis pulgares –. Creo que algo de mi instinto sabía que ibas a hacer mi perdición –reí bajo y apreté los ojos –. Pero, ¿Sabes? –abrí mis pupilas para ponerle un extra de atención. Peino mi cabello hacia atrás –, me gustaste aun sabiendo aquello. Me gustaste porque demostraste un punto: eres la chica que un hombre necesita para perderse. Eres la chica por la cual mereces sufrir todo, para llegar a la culminación de que ella te amé. Eres la chica que merece que sea un idiota por mantenerte contenta.
¿Merecer? Es aquello que obtienes como recompensa de tus buenas obras. No me juzgaba como una merecedora. Yo, en cambio, soy una integrante del mundo que se abre paso al camino de la casualidad. Merecer es un premio. Y Jasón es el mío. Asimismo tenía que cuidarlo y protegerlo. Una vida es la capacidad que él merece. No merecía sufrir, como él dijo.
Tenía ganas de decirle tanto. Tantas cosas que se acumularon en mi garganta como vomito verbal. Pero nunca he sido buena para expresar con palabras mis sentimientos; tampoco soy una romántica. Pero hay algo efectivo que me gustaba repetírselo, dos palabras exactas que nos hace bien escuchar a ambos.
–Te amo.
–Yo mucho más, cielo. –Mis labios se pegaron en su cuello, justo en donde retumbaba su palpito. Suspire y con ello mi estómago dio un vuelco al constatar su aroma a limón. Él estrujo mi cintura y reposo su mejilla en mi cabeza.
–No quiero que me dejes nunca. Nunca. Nunca. –mi tono sonó chiqueón. Pronto me avergoncé de lo patética que me escuche. Pero tenía la necesidad de decirlo. Decirle que me atemoriza pensar en una Nicole sin su Jasón. Quizá, todavía estaba esa absurda idea de que todos me abandonarían como mi hermano.
Antes tenía pesadillas con la que me levantaba llorando. Esos mal suelos consistían en ver alejarse a mi familia de mi lado y yo no podía hacer nada para detenerlos. Me dejaban sola en un cuarto blanco, que no tenía escapatoria. Eran noches en la que yo no quería dormir. Justo ayer la pesadilla se tornó en realidad: Nelson nos dejó. Y mi fuero interno está despavorido porque alguien más me abandone. Creo que el miedo de todo ser humano (lo admita o no) es quedarse solo; al menos los que tenemos a alguien a quienes amar, es nuestra principal preocupación. A veces solo divago sobre qué sería de mí sin las personas que amo. Y sí, no sería absolutamente nada.
–Lo prometo –dijo enfático. Sonreí en su cuello.
Nos abrazamos por un buen lapso. En ese tiempo, no necesitamos decir nada, todo estaba dicho, y si no lo dijimos, lo sentíamos. Eran de esos abrazos en los que sí lo miras en tu propia perspectiva, te creías un intruso al mirar. También, se percibía correcto que me abrazara sin dar hincapié a otras actividades para celebrar nuestro aniversario.
Jamás me acostumbraría a tenerlo a mi lado por un siempre. En mi dictamen, pienso que las costumbres te enfadan y te irritan, es por eso que te quieres deshacer de ellas. Pero él no entraría nunca en el nivel de acostumbrarse. Sí mi abuelita Dolor me viera y escuchara mis pensamientos, me diría: Ay, Dolorcito, ¡eres tan adorable! y él es el hombre correcto.
Sonreí ante la idea.
Cuando inicie a besarlo, Jasón no puso ninguna resistencia, aunque lo hizo pausado. Mi cuerpo se llenó de vibraciones cuando me empezó a recorrer con sus manos. Cada parte de mi piel estaba caliente después de que me acariciaba. Había algo lindo en su tacto. Nos detuvimos para respirar un poco, y él me hablo –: Gracias por este año y un mes, cielo.
No hubo manera que después de esas palabras, no nos fuéramos directo a su habitación e hiciéramos buen uso del regalo de Victoria. Por supuesto, también estaba abarrotado de rosas por todos lados, incluso en la cama. Me di cuenta que la que debía de agradecer era yo. Y así lo hice cuando su cadera chocaba contra la mía, en cada sacudida le daba gracias a la vida y al creador de ella.
Me acurruque su lado, todavía desnuda y él igual, y le di un beso en su pecho. Unas finas gotas de sudor resbalan desde su frente; hice el favor de limpiárselas con mi dedo. Una sonrisa de suficiencia me ofreció, y yo la tome como signo que le había gustado lo que hicimos. Amor, eso fue lo que hicimos en su cama.
–Me encanto. –me dijo en la base de mi cabello, justo cercas de mi oreja. Debía ponerme tímida ante ello, pero en realidad me sentí con un ego enorme.
–A mí me fascino. ¿Dónde aprendiste todo eso, gladiador? –Levante apenas un poco mi mejilla de su pecho para ver su rostro enrojecerse. Lo más adorable era sus ojos brillando de orgullo.
–Estuve practicando un poco con mi novia. Y como dicen: la práctica hace al maestro.
–Absolutamente cierto. Tienes una novia muy afortunada y enamorada. –Su carcajada fue estridente contra mi pómulo. Removió las sabanas para rozar nuestros cuerpos desnudos y me abrazo en su costado con más fuerza.
–Se hace lo que se puede. Y, al parecer, contigo se puede mucho.
–O quizá eres tú, y no soy yo. –jugueteé con la punta mi cabello despeinado. Una manera muy eficaz de atraer su atención a mi cabello para tocarlo.
–O quizá somos los dos perfectos juntos.
–Concuerdo con eso.
Me puse encima de él, totalmente. No le quedo de otra más que sujetarme de mi cadera mientras me sentaba a ahorcadas. Sentí que se estremecía conforme masajeaba cada punto de su musculoso cuerpo. Existía esa energía de buena vibra ir y venir por todas lados. Me mordí los labios cuando él también me tocaba en muchas partes, en ésas en las que mi mamá dice que no es digno de una señorita mostrar al público.
–Una vez más quiero sentirte, ¿estás de acuerdo?
Una de las cosas que siempre, siempre, siempre amaré de él, es que me respeta y pide permiso. A veces aunque no lo exprese con palabras, está buscando mi aceptación en todo lo que me hace. Es algo que le aplaudo: jamás me obliga a nada.
Asentí con la cabeza antes de ver la hora en el reloj. Tendría que irme rápido a mi casa si no quería que mis padres se preocuparan; aun sabiendo eso, lo hicimos una vez más. Esa última vez fue agotadora, y todo mi cuerpo cosquillaba por más. Cuando se trataba de Jasón y sus manos codiciosas, siempre era significado de más.
Nos vestimos torpes, robándonos besos de vez en cuando. Quería hacerlo de nuevo, muchas veces durante la noche, pero me detuvo y me dijo que siempre habrá un mañana para los dos. Así que, por sorprendente que suene, no cedió ni con mis pucheros que tanto le gustan.
Salimos a la calle con la esplendorosa luz de la luna guiándonos de vuelta a mi casa. No hablamos mucho en el auto. Cada quien estaba digiriendo todo lo que habíamos hecho en el día. Y creo que los dos llegamos a la misma conclusión: la próxima será mejor.
Se despidió de mí con un casto beso en mi frente. Sus labios estaban hinchados, sobre todo el inferior que me encanta mordisquearlo. Me deseo las buenas noches y dijo que mañana me recogería para la escuela.
Esa noche tuve la pesadilla de perder a mi novio y me desperté llorando. Tal cual como cuando era una niña.
***
Nunca me he caracterizado por ser una seguidora de organizar mi día. Todo lo dejo a la buena de Dios. Planear con tanta anticipación no es lo mío. Es probable que por eso no hubiera notado que han pasado 5 semanas desde que Nelson se mudó de casa. Ya no me afecta, le di un poco de confianza a Lisa al ver que mi hermano está más que feliz. Siguió mi consejo sin ni siquiera decírselo: ¡A la mierda! ¡Busca tu felicidad! Nos costó trabajo adaptarnos a la casa con el silencio que dejo Nelson. Mamá se animó 2 semanas después, y volvió a hacer la misma entusiasta cocinera que nos prepara lo más delicioso. A papá le toco esforzase un poco más, después de 4 semanas se dio cuenta que su hijo no regresaría; aunque él fue el principal apoyador de la idea de mi hermano, por alguna razón se le vio más deprimido que a nosotras. . No lo niego, aun a estas alturas, sigo esperando que Nelson entre por la puerta con sus maletas, con el corazón roto –que yo estoy dispuesta a sanar con mis tonterías– para quedarse. Pero soy realista, y eso no sucederá. Lisa sigue siendo ella, pero tal vez me equivoque al juzgarla, porque ella no da otra cosa más que amor a mi hermano. Además, por lo que Nelson me ha contado, es una excelente ama de casa y algo más. Le advertí que no la dejara embarazada tan pronto; no sé... sería extraño ser tía tan joven. Igual no creo que estén familiarizados con el celibato.
Victoria –¡terrible, terrible Victoria!– no había superado lo del enamoramiento con mi hermano, y Kate y yo fuimos su paño de lágrimas inmediato. Ella conservaba la ilusión de que Nelson un día se diera cuenta del error que cometió al dejarla; por obvias razones, eso ya no va a suceder. Mentiría si digiera que eso no me dio cierta lastima. Mi amiga estuvo/está infinitamente amándolo, y creo que aunque no sea correcto, lo seguirá haciendo durante una larga temporada. Además Brad ha sido su fuerte; ese chicho de verdad la ama. Su historia es la típica de la adolescencia: una novia (Victoria) enamorada de otro, su novio (Brad) amándola, y el tercero en discordia (Nelson), ni siquiera se da cuenta del drama que se forma por su culpa. Lo digo en serio, no vale la pena un dejar un todo por un nada. Es más o menos así: no desperdicies tiempo llorando por alguien que esta fuera de tus expectativas.
He conocido a varias chicas que están hasta los huesos de enamoradas por un tipo que ni siquiera se da cuenta. ¿A dónde las lleva ese amor? A la destrucción de su autoestima. Está bien intentarlo, pero sin dejar de lado el amor propio, que debe de ser más fuerte que enamoramiento con el chico. Es decir, toda chica tuvimos un amor platónico que nos rompió el corazón porque él no nos correspondía. Pero eso también es parte esencial de la vida: sentir un hormigueo en el cuerpo porque sabe tu nombre; sentirte eufórica porque te miro por más de tres segundos e ilusionaste tener hijos en el futuro con sus ojos –¡solo porque te miro! (hasta suena patético) –; sentir que se te va el mundo porque no te hace caso; llorar hasta altas de la madrugada porque él tiene novia; verlo y partirte en dos porque eres demasiado fea para merecerlo. Todo eso ocurre en ese proceso de amor platónico. Si eres inteligente, con una primera vez tendrás para darte cuenta que no vale la pena sufrir por tal cosa. O tal vez lo vale para aprender de ello y escarmentar. Pero enamorarte platónicamente con muchos, ¿no suena hasta masoquista? Hay gran diversidad de personas en el mundo –atrevidas, introvertidas, sociales, chistosas –, ¿Por qué no pensar que si no es uno será otro? ¿Por qué aferrarse de algo sin fundamentos? Quizá porque nos gusta compadecernos de nuestra trágica vida. De otra cosa estoy segura; el de arriba busca emparejarnos con alguien que realmente valore nuestros defectos y virtudes, él no busca nuestros inoportunos del amor, esos nos los adjudicamos solitas.
Así que si Victoria sigue aferrada con mi hermano y hace a un lado al hombre que la ama, que no me venga con lamentaciones porque me hará enfadar.
Kate y Justin siguen siendo ¿Novios? Más bien parecen amigos. Tienen un mes saliendo y ninguna vez he visto que la bese en los labios. Hace dos días atrás, Victoria le cuestión a la penosa de mi amiga, qué calificará de la escala 10 cuan buen besador Justin. Kate, entre penosa y sonrojada, nos dijo que no podía calificar algo que no había pasado. Me quede con ojos escudriñados ante la respuesta. Eso no hizo otra cosa más que dejarme pensado el por qué Justin nunca había besado a Kate. ¿Será por qué quiere que el primer beso (sin contar el que le hice dar a un chico por apuesta) de Kate sea especial? Realmente no sabía, tengo intensión de preguntárselo. Pero, ¿Me contestaría?
***
La calle se veía desierta desde mi ventana. El sol en plana faena de otorgarnos calor; lo sentía aunque estuviera dentro de mi casa con aíre acondicionado. Me volví a mi escritorio y reanude mi tarea de política. Tecleé en el buscador google más información sobre "comercios internacionales". Había tantas cosas que no entendía, como las leyes que se deben de obedecer. Solo pensé que se trataba de "yo te doy esto y tú me das lo otro", pero no; hay varias reglas que se deben de acatar antes de exportar de un lado a otro. Eso era un total embrollo. Y juzgando la manera de enseñanza indeficiente de mi maestro, nunca entendería nada sobre el tema. Igual no era como que importara mucho, pero nunca me ha gustado ser una ignorante en los temas.
Decidí darme un descanso para prepararme un sándwich de nutella, mi favorito. Baje las escaleras chiflando una canción. Cuando no estaban mis padres, me sentía libre de ser locura tras locura. Pero hoy no tenía las energías suficientes. La preparatoria me tenía absorbida, de tal manera que apenas tenía tiempo de besarme con Jasón entre clase y clase. Él no quiere que descuide los estudios, por lo tanto nos vemos menos durante la jornada de la semana.
Saque de la lacena el pan y el frasco de la nutella. A continuación, con una cuchara, esparcí bien la mezcla en el pan, sin dejar un hueco. Tratándose de emparedados, lo disfrutaba más cuando la nutella se desbordaba y la absorbía para que no callera al suelo. Se me hizo agua la boca cuando puse la tapa del pan. Le di un enorme mordisco y gemí de placer. Me acerque al refrigerador, y saqué de él la leche. Mi mamá odiaba cuando no me servía en un vaso y bebía directamente del galón, pero como no estaba, me di el lujo de beberla directamente. El timbre de la casa sonó cuando deje la leche en el pretil de madera. Limpie mis bigotes con el dorso de mi mano y mordí de mi emparedado antes de ir a abrir.
Con una sonrisa radiante que me hacía recordar que ninguna estaba a la altura de su guapura nata, lo encontré parado en el marco de mi puerta con unos libros en mano. Al principio me confundí y arrugue la nariz, después el reconocimiento me albergo. Justin y yo habíamos quedado de estudiar un poco de algebra. El profesor Gordillo se estaba poniendo un poco exigente, y ninguno de los dos teníamos deseos de quedarnos estancados sin graduarnos gracias por esa horrible materia. Creímos conveniente unir fuerzas y estudiar juntos; empezando desde hoy nuestra rutina. Estaba orgullosa que nuestra amistad estaba yendo por el buen camino. Todos los días bromeábamos sin parar y caminábamos de regreso a casa. Las 20 cuadras panteoneras ni se sentían en su compañía. Al contrario, deseaba que se hicieran más largas para tener un más largo momento a solas los dos. Me agradaba que siguiéramos retroalimentando está unión que se desguazo un poco por su partida, pero realmente estábamos compensando el tiempo que nos separó.
Me hago un lado para dejarlo pasar. Entra y cierro la puerta. Tan cómodo y confianzudo, camina hasta mi sala y se deja caer en el sofá aventando los libros en la mesa de centro.
– ¿Dónde están tus padres? Se escucha muy silencioso por aquí. –Me pregunta tendiendo un cojín en su regazo. Camino hasta la cocina, tomo el galón de leche y mi emparedado del pretil.
–Ellos salieron a hacerla compra. O eso creo. –Contesto desde la cocina atascándome con otra mordida. Cuando regreso a la sala, él ya está con sus pies arriba de la mesa. Muy conveniente.
–Sabes que a mi mamá no le gustará que subas los pies a la mesa. –Lo regaño indicándole con mi dedo. Me siento a su lado dejando mi bebida en la mesa, le doy otra mordidita más a mi emparedado. ¡Deliciosa nutella!
– ¿Y quién le dirá, infierno? –Ruedo los ojos y le pego en su estómago. Sé queja con un sonido áspero desde la parte posterior de su garganta. Odio que me llame de esa forma; a él le parece gracioso decirme infierno. Ya saben, como para darle la contra a Jasón que me llama cielo. Es tan molesto.
–No me llames infierno. –Trato de aparentar todo la rudeza posible. Se ríe de mí colosalmente. Frunzo los labios y me muestro indignada, pero su carcajada se extiende y no puedo evitar reírme. Siempre fallo con él. Todo el tiempo me mantiene contenta, incluso cuando me llama de esa forma.
–Ya te dije, eres mi infierno en vida. Serás un muy, muy, muy, muy, muy... –sus ojos se abren más conforme habla –muy, muy, muy, muy grande problema para mí en el futuro. Lo puedo sentir.
– ¡Gracias! –Le sonrío falsamente. Él lo detecta y jala de mi nariz hasta que me quejo de dolor. En estas semanas tengo identificada su principal debilidad: jalar mi nariz hasta quedar roja. Lo hace tantas veces como las que me descuido para no poderme defender. Lo tomo más como un cariño que como algo grotesco. Y amo cuando lo hace.
Se acomoda en el sillón y tira de su libro de texto para comenzar a estudiar. Me acabo mi emparedado y me sacudo las morusas que me quedaron en pantalón. Le doy un trago a la leche, y Justin me arrebata el galón para que pueda beber también. Me quedo embobado mirando su cuello, la simetría de su nariz un poco puntiaguda, la manzana de adán que se agita cuando bebe. Sin ser consiente, muerdo de mi labio inferior mientras lo miro. Y en mi cabeza brota varias posibilidades de un "Que pasaría si..." el no tuviera novia y yo tampoco ¿le gustaría? ¿Me propondría salir con él? Me encanta, aunque sea, platearme la idea y soñar despierta con un nosotros.
Justin siente la pesadez de mis ojos sobre él y, sigiloso, deja de beber para encararme. Por ningún motivo agacho la mirada, y nos mantenemos viéndonos. Miles de pensamientos me cruzan por la mente, pero ni uno es capaz de sobresalir. Mi pecho se inflama por mi suspiro, y lo suelto muy lentamente. Me sube un calor insoportable, y no tiene nada que ver la temperatura tan elevada de San Diego. Sus ojos mieles tienen la potencia de robarte latidos y sustituirlos por hormigueos en las mejillas. Tienen ese bochornoso malestar en mi estómago que se comunica al resto de mi cuerpo para temblar.
Alza su mano y mi rostro va a su encuentro. Limpia mi bigote, que seguramente dejo la leche. Su dedo pulgar se estanca en mi mejilla y lo frota; el resto de sus dedos, están en mi piocha, sujetándolo. Estoy en reconocimiento que hay muy poca distancia entre ambos. Si me acercará más, estoy segura que sentiría como nuestros labios se juntan. Podría experimentar esa suavidad algodonosa que detecta mi mejilla cuando me da puros besos. Pero no me permito ir tan lejos, porque no quiero arruinarlo todo en tan poco tiempo. Estoy viviendo un sueño. Cuando sueñas quieres expandir esa fantasía y que nunca termine. Por lo mismo, no quiero que tenga un fin el momento tan íntimo que estamos creando. Al menos cuando me acueste mirando el techo oscuro de mi habitación, tendré que quedarme despierta reprochándome el por qué no lo bese si lo tenía tan cercas. Quizá hasta ese entonces me arrepienta, pero por el momento, esto es perfecto para levitar en un sueño irrompible.
Sonríe sin gracia y toma un bocado de aíre.
–El infierno sin duda. –Musita. Me suelta tranquilo y vuelve la atención al libro.
Me recorre una vehemencia que me deja desubicada del lugar. Paso saliva y me reacomodo el sillón cruzando mis pies.
<<¡Trata de controlarte, Nicole!>> Me grita mi conciencia.
– ¡Empecemos a estudiar! –Digo con audacia fingida.