Capítulo 14

4 0 0
                                    

  Él no es gay (Parte 2)  

  Aliviada de la paz que me radica mientras soba mi espalda. Bamboleo mi cabeza en su pecho, es maravillosamente firme; apenas y puedo sujetarme de sus antebrazos para no derribarme. Su calor corporal me llena de fastuosas palpitaciones en mis venas, causando estragos en la sangre que va de un lado a otro y aviva al corazón a latir más fuerte. Sin retener mis lágrimas,sonrió. Imagino que camino por un sendero de nubes, aunque son nubosas y tienen un atisbo de próximas lluvias. Me finjo ignorante de los estruendosos truenos que traen consigo las tormentas; me mantengo al equilibrio de disfrutar: las cosas buenas terminan, tanto como las malas.
Cabeceo un poco más hasta sentir el lugar correcto: las pulsaciones de su corazón. Presumo que he encontrado mi refugio, en el punto de su vulnerabilidad; donde todos somos indefensos con tan solo una opresión en el pecho. Ese pequeño órgano que nos indica que nos reconocemos, que después de tanto nos hemos encontrado, y se siente igual que como cuando teníamos cinco años. Puedo hacer factible ese deseo que tanto implore para conseguir. Mis berrinches y llantos por las noches, cuando fui una niña, tuvieron su remuneración. Y después de tantos años, estoy canjeando mi premio; sin duda: la paciencia apremia. Tengo a mi amigo conmigo, como suplique en mis oraciones; abrazándome y cambiando mi furia por alegría. Es un consuelo, que él solo sabe la dosis para calmarme.

–¿Ya estás más tranquila? –pregunta. Su barbilla reposa en mi casco, haciendo forzoso el tacto con mi cabello. Me erizo, toda mi piel esta tan susceptible al mínimo toque y a su voz indulgente.
A regañadientes, bajo mis brazos lentamente, hasta soltarlo.Ya no me aferro a sus músculos y ni a su textura, que es suave y tersa. Sorbo mis mocos que es acompañado por un hipeo, insignificante pero molesto.
<< ¿Desde cuándo no he llorado así? >>
Tengo la repuesta resguardándome.
<<Desde que cierto amiguito se apartó de ti>>
Por extraño que parezca, yo no lo retengo, es él que me sujeta ahora desde mi diminuta cintura. Me desconcierta que sea Justin quien no me quiere soltar, pero me agrada que él necesite tanto de mí, como yo de él. Por ende no retiro mi mejilla de su pecho.
–Estoy mejor –gimoteo, no fiándome de mis palabras apenas audibles.
–Quisiera que estuvieras mejor. –reconoce.
Me proveen las ganas de llorar de nuevo, por su sincero enunciado. Ya ni siquiera puedo reconocer todos mis estremecimientos. Me apabulle mi cuerpo inmóvil. No pestañeo, y me quedo saboreando sus palabras.
¿Cómo funciona todo esto, en todas maneras? Tan fácil como abrir ligeramente sus labios, y correen en mí una vehemencia atolondrada.
– ¿Quieres hablar de lo que paso? –Asiento lentamente, rascando mi nariz en su camisa –. Cuéntame, René, yo te escucho.
Sonrío tiernamente, levantando la cabeza para que la note. Me corresponde con una ligera sonrisa con la hilera de dientes blancos. Y es la primera que es dedicada a mí, concretamente. Rectifico cual equivocada estaba cuando pensé que eran amarillos y chuecos, sus dientes son perfectos y delineados. Grácilmente, voy aminorando el arqueo de la comisura de mis labios.
Puedo jugar que mis ojos son un verde rojizo y, aparte de eso, pequeños y con unas gotas acuosas guardadas en los lagrimales. Comparados con los sublimes mieles que contemplo, yo no tengo ninguna oportunidad contra ellos. Desconecto el puente de miradas; girando mi cabeza, involuntariamente a la izquierda. Peina mi cabello, desenredándolo con sus dedos, y masajeando mi cráneo con ello. Me animo a suspirar, a conciencia de que fui demasiado expresiva. Pero lo que él no sabe –ni sabrá–, es que se siente como el toque de una mariposa, igual de delicado cuando empieza a aletear sus alas y te palpa la piel.
Mi hipeo se sincroniza, cada vez que desliza su mano desde la comisura de mi frente, hasta la nuca. Me hallo intentando definir lo que me provoca; todas están maravillosas partículas que flotan a nuestro alrededor, que nos manifiestan agrado. A los segundos, me rindo. No quiero distraerme pensando, solo preciso apreciar lo que trasmine.
Cuando estoy segura de hablar, preguntarle sobre las suposiciones de Ángel y a la vez mi pelea con él, una grave voz invade la estática armoniosa cargada de nuevas sensaciones.
– ¡Cielo! ¡¿Estas arriba?!
Me tenso y elevo mi rostro, frunciendo mi entrecejo. Justin toca la punta mi nariz, de una manera suave y juguetona, acompañado de un apretón. Ni siquiera había prestado atención de que la estuviera arrugando. Antes de quedar en la soledad, en la que me despojan sin sus brazos, me susurra en mi oído:
–Tenemos que hablar.
Seguido de una irritación de mis mejillas, que me produce un desordenado cosquilleo; Justin retrocede tres zancadas de distancia, cruza sus manos en su espalda y se mueve airado de punta a punta de sus pies, lentamente. Oprimo mis labios y mansamente me los relamo, para terminar mordiendo el superior; quito el sudor de mis palmas, restregándomelas en el pantalón. Me mantengo en esa postura, hasta que Jasón termina de subir los escalones. Escucho sus zapatos recorrer por el pasillo. Miro sobre mi hombro, y lo veo doblar a la izquierda para divisarnos afuera de la habitación que ocupan los hombres. Distingo los matices que adquieren su perfilado rostro; va desde la perplejidad al desconcierto. Mira con cierta malevolencia a Justin, pero ésta decae cuando identifica mi inestabilidad. Aminora su marcha, cuando dejó caer mi mirada a la baldosa del suelo. A los instantes, se une a nosotros parado en mi retaguardia. Directamente me jala a su cuerpo y besa mi mejilla. Detecta mis lágrimas al contacto. Aunque no lo veo, sé que mi novio acusa con la mirada a Justin.
–Él no me hizo nada–Le aclaro, antes de que le pueda hacerle algo. Lo conozco, y sé que no suele reaccionar muy "amigablemente", con la persona que me hizo un tipo de daño.
–Mejor me voy –dice el acusado.
Se corva y acomoda su cabello, para después meter sus manos en los bolsillos frontales de su pantalón. Pasa rozándome y se aleja hacia la plata baja, donde mis parientes celebran aún. Deja a la estela de su esencia, la inhalo y me embeleso de ello.
Las golondrinas cantan al honor de su partida, asomándose por el ventanal, y revelándome el tiempo, avisando que el día está por culminar. Su ausencia se siente en el latido rítmico de mi corazón, que se estabiliza a pulsaciones acostumbras. Suena absurdo... pero cierto. Luego repaso lo que alguna vez me contó mi madre, cuando yo era una curiosa e inexperta adolescente. Le pregunte con timidez e inocencia:
– ¿Qué se siente querer a alguien?
Ella se congelo por el cuestionamiento tan directo y sin preámbulos; frunciendo sus labios, para luego elevarlos en una risilla comprimida. Con simpleza me contestó:
–Todo
Su mirada estaba ida, observando un punto fijo. Suspiro tres veces seguidas, y con eso me confirmo que estaba visualizando a mi padre.
Ahí ratifique, en ese momento fortuito que me alcanza para seguir reteniéndolo en mi memoria, que quería tener algo de eso para mí. Envenenarme del amor, transferirlo en mi ser, y nunca dejarlo partir.
Desde luego, no quede satisfecha con la respuesta: busque profundizar en el tema, con un nuevo cuestionamiento dije:
– ¿Que es, específicamente, a lo que te refieres cuando dices "todo"?
Dejo de estar en el trance, para acomodar una hebra de mi cabello detrás de mi oreja. Después, solo me miro y me sonrió; sus ojos brillaban como diamantes expuestos a la luz.
–No puedo simplificártelo, porque cada quien lo percibe a su manera, según su experiencia. Y es diferente para todos.
>>Cuando conocí a tu padre –suspiro con anhelo y se desconectó de mi presencia. –era una completa ilusionada, que imaginaba la vida en perfección. Siempre lo observaba sin tener su atención directa. Fui mi amor platónico, al principio sin ninguna pista que me diera, de que yo le gustaba. Viví maravillada de su risa, de su apariencia, de su caminado tan energético, de su postura para erguirse, de sus ojos verdes que me estremecían. Todo lo suyo, me encantaba y, más que eso, me enamoraba.
Sonreí, para mi gusto, idiotamente. Yo imaginaba dos jóvenes inmaduros. Mamá con su pelo trenzado y sus gafas de aumento. Papá con su chamarra de cuero y peinado con el flequillo de lado. Sin un afán directo de hablarse, porque cargaban con el temor del rechazo. Quizá mi padre pensaba "Que hermosa morena, delicada y penosa. Me gusta, pero soy demasiado tonto para su bien".
>>Él era ignorante de todo lo que me causaba. James era de la carrera de administración, yo de gastronomía; y muy raramente nos topábamos en los edificios. Pero con esos pocos encuentros casuales, bastaron para darme cuenta que él era mi indicado. Y sabes que es él, porque cuando lo miras, mágicamente, olvidas problemas, y te ciernes a un mundo de júbilo.
Volvió a mirarme, y dibujo mis cejas con la yema de su pulgar, con devoción y cariño. Ladee la cabeza, para no perderme detalle de su historia romántica.
>>Al margen del paso de los días; me habló. A la tímida y escondidiza Denisse. Fue lo más prodigiosoque en mi vida me sucedió. Esta bailando entre las nubes de algodón; me incapacite de mis sentidos; parecía que mi cuerpo ya no me correspondía a mí, sino a tu padre que se apodero del él.
>>Descuidadamente, saliendo de la clase de comida irlandesa, tiré mi lápiz en el corredor. (Faltaba más decirte, que era muy torpe; más bien, tu padre me convertía en torpe.) Cuando abrí mi casillero, sentí una silueta atrás mío. Me estremecí hasta los huesos; temblé como si estuviera a punto de colapsar; me calenté como nunca; mi corazón latió como si ahí mismo tuviera un reguilete dando vueltas. Y para cuando me dijo "Se te cayo tu lápiz", yo ya no podía ni hablar. Me lo deposito en mi mano y se fue, caminando a paso firme y elegante. Suena extraño, pero para mí él era perfecto. Rebuscaba y rebuscaba, algo en él que no me agradaba, y la búsqueda fue en vana.
>>Con el continuar de la rutina, James me encontraba para aunque sea saludarme con un "Hola", "Qué tal", o una simple inclinación de cabeza; hasta que ambos nos animamos a indagar más en nuestras platicas, y preguntarnos nuestros nombres. Sin omitir el hecho, de que cada vez que se me aproximaba, yo resentía esas bonitas sensaciones que él me radicaba.
En esa parte de la historia, lejos de sentirme fastidiada o, de alguna manera, incomoda; puede ubicarme como una pieza clave para el fruto de su amor. Me involucre en ello, y pensé que esa historia nos pertenecía a mi hermano y a mí, tanto como a mis padres.
>>Para acabar pronto, de estos discursos sentimentalistas de tu madre,te diré que; después de superar problemas que surgieron en nuestro noviazgo, te confieso con congruencia: Saber querer a alguien, es respetar y aceptar sus defectos; dar tu opinión sincera para ayudarlo a crecer como persona del bien, humanitaria, y sin atisbo de soberbia. No mentirle en lo más mínimo, porque, es ahí, cuando caemos en la equivoca hipocresía del amor.

Finalizó con un beso en mi frente. Y a mí dejo absorta en pensamientos bienaventurados. Prometí entonces, que me casaría con él hombre que me hiciera sentir todo eso. Porque, más que sensaciones, son reconocimientos, señales que nos ponen, para darnos cuenta que "querer" es verdadero y pulcro a la vez.

Reanalizo la charla con mi madre, y mi hipeo se desvanece. Sonrió, específicamente a nadie en particular.
Me decaigo en mi propio pensar, <<Justin es mi indicado>>
Agito mi cabeza en negación, presiono mis ojos para quitar esas ideas locas.

Jasón apoya su mentón en mi hombro mientras soba mi vientre remangando mi blusa para quedar descubierto. Me sofoco al aspirar su perfume. Me gusta, pero no hay ninguno como el de Justin, que me atrapa en el misterio que tiene su aroma.
– ¿Me puedes decir que te paso, mi cielo? –Habla en mi oído, con su misma tranquilidad conocida. Me sobresalto y solo evado el tema.
–Te cuento luego. –digo con ecuanimidad.
Quizá cuando mi gladiador se enteré de lo que me hizo Ángel, saldrá con los puños cerrados a tomar venganza por mí. Y no es que no quiera, es más bien, que yo ya le di su merecido. Además el gay sabe cómo defenderse, y estoy segura que Jasón saldría perdiendo. Sobrepongo mis manos sobre las suyas, para que frene los movimientos circulares en mi vientre.
–No me gusta que estés triste –Me dice con más compasión.
¿De verdad, tanto me ama?
Mi fuero interno, ríe de mí. La pregunta es sínica.
–A mí tampoco, gladiador. –murmuro para el suelo. Y termino mordiéndome mi mejilla, para dar media vuelta y sujetarme de su cuello.
Me besa. Y me hallo correspondiéndole, casi salvajemente. Hurgando en su boca y en su lengua. Alimentarme de sus labios carnosos.
Quiero encontrarme con la seguridad a la que su cuerpo me trasporta. Satisfacerme de su sabor particular. Comprobarme que es él mi perfecto. Ahuyentar a toda duda de que esto no puede continuar. Converse a mí, que lo que me hace sentir Justin, no es más que una atracción física intensa. De la cual, según mi primo, no seré correspondida. Es mejor así; perder algo, para llegar a la culminación de algo mejor.
<<Él no es gay>>, me repito otra vez en mi mente.
Para cuando termina el beso, los labios de Jasón son de rojo manzana y están salivosos. Me relamo los míos y jalo sus cabellos entre mis dedos.
–Mi cielo, te necesito tanto. –Hunde su nariz en mi cuello, respirando ahí. Generando esas dichosas cosquillas en mi parte sensible. –No me alcanza nada para comprar, lo mucho que te amo. –Cuando dice aquello, su lengua me toca. Y me anima a ser más atrevida.
–Entonces... –me pongo de puntas; alcanzo el lóbulo de su oreja y lo succiono. Él gruñe entre dientes, y me aprieta más fuerte a él. La cercanía es absoluta, ni una pluma alcanza a traspasar la unión de nuestros cuerpos. –Vamos a tu habitación y me lo demuestras. –Le cuchicheo, y puedo sentir su respuesta afirmativa.
Sin ninguna contestación en monosílabos, tomo su mano y conduzco a pasar a la habitación. Nos encerramos. Y estoy segura que, lo que sucederá, me hará olvidar, desvanecer dudas y confusiones, acerca de nuestro noviazgo y nuestro futuro matrimonio.




********





– ¡Que guapa estás, Nicole! –Me dice mi tía Margarita, estrujándome más a su costado. Le sirvo como salvavidas para no desparramarse al pasto. Su voz sobrepasa el aturdió de la música de fondo. Mantengo la respiración por 6 segundos, para no tener el desagrado de oler su aliento.
Ella se coronó como la contenta vencedora del jueguito que propuso el tío Rogelio. Consistía en tomarse cinco caballitos de tequila en el menor tiempo posible, todos los hermanos participaron; el que lo logrará, era merecedor de.... En realidad no existió recompensa por el triunfo. Solo lo hicieron por diversión. Aunque tal vez era el pretexto bueno para sacar sentimentalismos y declararse su amor entre ellos.

Tristemente, a algunos se les dificulta decir con palabras lo que sienten. Imaginan que son incapaces de querer, por el simple hecho de no proclamarlo. Pero están en un error; porque lo sienten en su interior. Quizá no saben la manera de decirlo (la voz se les quiebra, se quedan callados ante unas de esas declaraciones), pero es más importante representarlo con actos tangibles.
Digamos que; un padre de familia, responsable e humanitario, no es muy a la idea de decirle a su hijo un "te quiero"; él no se maneja muy bien con su palabras, porque, por caso magnifico que parezca, le da timidez decirlo. El hijo en cuestión, pone en duda que su padre lo quiera; actúa con rebeldía, directamente para enfurecer a su indiferente padre, llamando su atención con acciones malas, que incitan a recibir una reprimenda. En contra parte, esta su madre, que no se cansa de decirle cuán importante es para ella y lo mucho que lo quiere. Por obvias circunstancias, el hijo siempre se pone del lado de su madre. Se abniega a ver, lo que su padre le demuestra pero no dice. Los hechos están ahí, gritándole que lo quieren.
Le alimentó de su fórmula de leche, cuando era un bebé. Le cambió, aunque sea una mínima vez, el pañal cuando su mamá se sentía mal. Lo tapó con la cobija en una noche fría. Le contó un cuento –malo, pero el intento hacia– para dormir. Se abastecía de trabajo en épocas de navidad, para que su hijo recibiera todo lo pedido en su listita de regalos. Llegaba cansado a la casa deseando ir a la cama, pero aun así se detenía a preguntarle a su familia cómo les había ido en el día. Soportó las enfadosas preguntas curiosas que le hiso su hijo, respondió todas las que sabía, y se prometió averiguar más para cuando llegara de nuevo con la emboscada de cuestionamientos. Alimentó todos sus antojos y algunos caprichos. Le felicitó por sus buenas calificaciones y, secretamente, se enorgulleció de ello, al grado de presumir a su hijo con sus colegas de trabajo. Leenseñó a montar una bicicleta sin la ayuda de las rueditas protectoras. Lo regañó cuando lo que hacía no estaba bien, y le dio motivos para que no lo volviera a hacer. Se mantuvo persuasivo, ante la petición de comprarle un carro, porque se moría de miedo al imaginar que a su retoño le pasaría algo por conducir desde los inmaduros 16 años. Y se decepcionó, al descubrir que su hijo lo aborrecía por ser tan estricto.
Viéndolo de esa manera, ¿Quién tiene la culpa?
No importa cuántas veces te digan "te quiero", "te amo", si la palabra no actúa con la importancia dada. Es mejor valorar los hechos y no lo que nos dicen. Puedo decir que soy una hechicera con poderes ultra-poderosos; pero la realidad es que ni siquiera tengo una barita, y eso es remotamente imposible.
<<Las palabras no valen, si tus acciones no van concuerdas con lo dicho>>, está es una mantra que me impuse en la vida.

Mi prima Paloma se acerca a nosotras y me aleja de mi tía. Le agradezco enormemente, y me compadezco de que ella fue atrapada por sus brazos. Camino entre los aventones de mis tíos y sus respectivas parejas en la pista de baile improvisada en medio del jardín. Esquivo a otros cuantos de mis primitos que corren, sin mirar por donde van. Espero y no estropeen las verdes plantas de albaca que acaba de sembrar mi Dolor. Para ella, cada planta, maceta, flor que tiene, es fundamental para su vida, como si también fuesen parte de su familia. No entiendo su sentimiento, a mí me dan igual las flores; no soy de esas que se detienen a olisquearlas, mucho menos me gustan. Por ende no tengo un fanatismo ni una favorita. Son flores y ya.
Mi tío Pedro me intercepta cuando estoy por entrar a la casa, me jala del brazo y me conduce a la parrilla, donde anteriormente se conmocionaron los mejores filetes. Camino temiendo de mis pasos, o más bien de mi tío y su caminado, considero que puede caerse de borracho. No me fio de los hombres con tejana y olor penetrante de tequila; pero en otra perspectiva, es divertido que se embriague de vez en cuando.
–¡Aquí tá! –Dice gesticulando y aclarando su garganta. Se retuercen sus piernas, y cuando creo que esta por caer, lo sostengo por su axila. Quito la mano, inmediatamente cuando se recompone. La textura de su camisa de botones cuadrada, es sudorosa. De inmediato me dan nauseas. Hago nota mental de lavarme la mano que toco su transpiración. Alza las manos en señal de rendición, y se apoya en la pared para no tambalear. Me cruzo en de brazos incitándolo a hablar.
–Tengo que pedirte un favor, hijita –Se le escapa un hipeo involuntario al terminar la frase. Me sonríe en disculpa. –Tienes que ser mi hija de mentiras –. Arrugo la nariz en señal de confusión. El hace el ademan de apuntarnos a él y a mí con su dedo índice.
– ¿Cómo es eso?
–Tania esta por casarse –hipea –. La ingrata se olvidará de mí,y perderé a la lucecita de mi vida. –De repente se apresura a sollozar. Aprieto su hombro, apoyándolo con su dolor. –Me dará pequeños engendros como nietos. Y se acostara con ese pequeño, pendejo rufián –En su último comentario, se le inyecta un cara de odio y escozor. No me está gustando el rumbo que va tomando la conversación. –Sé que tiene que pasar, son cosas naturales. Y estoy por seguro, que ya la utilizo para sus actos primitivos de animal. –De inmediato, cae una terrible culpabilidad en mí, por lo que acaba de pasar con Jasón y conmigo en la planta de arriba. Agacho la cabeza en signos de vándala descubierta por su tío. –Pero tú puedes ser mi nueva lucecita. ¿Aceptas a este borracho con un amor de padre incondicional?
Cuando elevo la vista, éste me sonríe de oreja a oreja. Lo cual olvida, demasiado pronto, por el hipeo.
–Sí, tío, seré su nueva lucecita. –Le concedo.
Me da un poco de lastima su caso, él ama tanto a su hija, puesto que es la única mujer que tiene. Todos los demás son niños, tan enfadosos como él.
Se lanza a mí con un abrazo, estoy un poco asfixiada por su olor, pero aun así le correspondo.
– ¡Justino! –Grita en mi tímpano. Abro los ojos como platos, y risoteo casi sin ser evidente. Infiero que Justin debe de estar molesto por su cambio de nombre – ¡Justino, Justino! ¡Ven acá, compadre!
Cuando me suelta, vuelvo a la dirección en la que mira con entusiasmo. Justin camina a nuestra dirección, con cierto fastidio. Pattie lo detiene en el trayecto; él, con una inclinación de cabeza, señala a nuestro rumbo. Ella nos saluda con la mano y yo hago lo mismo.
–Es hermosa –Divaga mi tío en congruente. Ruedo los ojos, y mentalmente le doy la razón. Pero me incomoda que sea tan ojo alegre cuando tiene esposa
–Es Justin –Lo corrige cuando esta frente a nosotros. Esta con su ceño fruncido, ese que lo hace parecer un ángel oscuro, pero igualmente me cuida.
–Como sea, Justino –Remarca el nombre con un énfasis. Me da gracia que siguió llamándolo como a él le viene en gana. Mete la mano en el bolsillo trasero de sus vaqueros, saca su cartera y le ofrece tres billetes de quinientos pesos. Casi babeo, porque ahí guarda muchos con la misma denominación, aparte de dólares.
<<Mi tío el rico>>, pienso lo que una ocasión me dijo Nelson. Yo no lo creí, porque, ¿Qué tanto se puede ganar, en absurdas peleas de gallos? Por lo que veo, muchísimo.
–Cómprate otra botella de tequila, y guárdate el cambio. –le ordena con engreimiento, y vuelve a guardarse la cartera –. Ah, hijita, acompáñalo para que no piensen que es un gringo estúpido. Ya sabes, parece demasiado tierno para andar por ahí solo en la carretera.
Justin ríe sin humor, y se mete los billetes en su bolsillo. Mi tío le da dos palmadas en su mejilla, que se podrían calificar como cariñosas viniendo de él. Se aleja, aún sin poder conservar la rectitud de su caminado. Vuelve al relajo de la fiesta, y mi abuelita lo recibe con dos besos bien tronados.
Suspiro, si supiera mi tío que me hizo un enorme favor.






*****





Cuando caminamos para retornamos a la casa, sin ningún acontecimiento importante que valga la pena remarcar. Salvo que un perro nos siguió todo el trayecto de la carretera hasta la vinatería. Justin no hablo para nada, se mantuvo unos pasos delante de mí. Ya decía yo, que su actitud era demasiado buena para ser verdad. Así que la compañía de perro sirvió para no sentirme lo doble de rechazada de siempre. Tuve la oportunidad perfecta de dialogar con él, sacarme de unas cuantas dudas que atormentan mi cabeza; sin en cambio, no lo hice y me mantuve amansa guardando ese silencio incómodo. Para colmo, esas bonitas y propicias reacciones que incumben a mi cuerpo a receptar, hicieron acto de presencia, y por poco me quedo sin fuerzas para respirar; pero tampoco lo noto. (Gracias al cielo que todavía me aprecia.) Luego me obligue a no ser tan idiota, y seguir como si nunca hubiera llorado en su pecho, y como si nunca me hubiera consolado por ello. Él obtiene sobresalientes en creerse el indiferente, pues yo me gradué con honores en la materia de la indiferencia. Y cuando creí que el perro seria un amigo fiel, justo me abandono en la carretera.
<<¡Traicioneros!>>
Todos los de sexo masculino son unos traicioneros.
Tan solo me limito a seguir caminando. Pateo unas piedritas de grava que se interponen en mi camino. La carretera esta desierta, hace más de siete minutos que no pasa ningún automóvil. (Sí, estoy contando el tiempo para no distraerme con algo dañino a mi cuerpo.) Las farolas se han apagado, y temo que todas las casas se han quedado sin luz eléctrica. Se cuela un escalofrío que me alberga, y hace que los vellos de mis brazos se alebresten. Para colmo, la luna esta de forma de una uña, por lo tanto no genera mucha luz. Sigo el caminito de los peatones, que tan solo es separada por una línea blanca, a un costado de por donde pasan los carros. No es mucha protección, porque si un auto pierde el control, éste se impactaría sin ningún retenimiento en nosotros. Y caería perdida por los matorrales secos, a estribor de mi derecha. Técnicamente, arriesgas tu vida por nada. A esto me refiero cuando digo que no me gusta visitar a mi abuelita en Tijuana; su casa –aunque hermosa y espaciosa– está muy separada de la civilización. No me gusta esta arrinconada en la nada.

¿Qué estaba pensando cuando acepte acompañar a Justin?
Ah sí, pensabas que platicarían como pericos, y te reirías como loca de su antigua situación de distanciamiento.
¡Estúpida, Renata! Ya ni siquiera puedes pensar bien.
Eh aquí, en medio de la nada, con un Justin gruñón que va tres pasos delante y una bolsa negra de plástico que le cuelga de la mano escondiendo la botella de tequila, que se balancea por su caminada impaciente.
¿Si me meto por los matorrales y creo un sendero secreto que me lleva más rápido a la casa de Dolor?
Imposible, me perdería y dormiría con las ratas.
Aunque esa opción ya no me parece tan locuaz, debería hacerlo para que se sienta culpable y se humille a pedirme perdón por toda su fanfarronería y desprecio.
Puede ser cruel, tengo derecho a serlo liberadamente con él. Mucho más por cómo me ha tratado.
¡Aberrante y guapo hombre!
¡Me encanta!
¡¿Por qué me tiene que gustar de esa forma tan profunda?!
Grito de espanto cuando un auto hace sonar el claxon. Verifico que su velocidad se aminora para acompañarme. Ilumina el trayecto con sus faros. Estamos cercas de una curva, lo cual me corrobora que tan solo faltan 900 metros para llegar a la casa de Dolor. No tengo ni la más mínima intención de volver la mirada para ver la cara del conductor. De hecho, tengo miedo que sea una trata de blancas que viene por mí para prostituirme. Y entonces ¿Qué haría yo? A lo que aprecio, Justin no movería ni un pie para defenderme. Estoy sola y muerta de miedo.
<<Mantén la calma, René. Mantenla>>
–Preciosa, ¿Quieres que te llevemos? –Aprieto mis labios en una firme línea. Y vuelvo para contestar, tranquilamente, un "No, gracias".
Me quedo atónita de la impresión. El chico copiloto, no está nada mal. De hecho es un guapo trigueño con ojo azul y sonrisa despampanante. Un malvado deslumbramiento llega a mí, creando una sonrisa coqueta de mi parte.
–Eso me gustaría. –Contesto sin detenerme a pensar más consecuencias.
–Súbete entonces, nosotros te llevamos. –Contesta el conductor, perdiendo el anonimato y asomándose por un lado de su compañero.
Tampoco está nada mal. Es pelirrojo y ardiente. Lo cual es mucho que decir para mí, porque ningún pelirrojo me parece atractivo, al menos no los que he visto hasta ahora. También le sonrió, con la misma coquetería de zorra barata en conquista.
–Esperen un segundo. –Les informo con voz melosa.
Me voy trotando para alcanzar a Justin. Él sigue caminando manteniendo su paso veloz.
¿Por qué no me sorprende? Será acaso porque siempre me ignora y no le importo. Bien podrían a ver sido chicos feos y malos que querían secuestrarme, y él ni cuenta se habría dado.
Está por demás añadir que, estoy molesta como el infierno con él.
¡Que se vaya a la mierda!
–Espera –le digo cuando estoy sus espaldas sosteniendo su hombro. Lo suelto, porque de inmediato hay una tensión que me sensibiliza. Aquí estoy yo, enojada y con ganas de que me abrace. Soy toda una contrariedad andante. Se da media vuelta para encararme, y me escudo se funde en el fuego. Yo decayendo por él, ¡Que novedad! –Me voy con ellos. –Le señalo a los chicos que con tantaansia me esperan.
– ¿Los conoces? –Me interroga demasiado pronto.
–No. –Alargo la respuesta por el deleite de su cara confundida.
–Entonces te vienes caminando. –Asevera con gesto áspero.
–No, me voy con ellos. –Le aseguro cruzándome de brazos. Arruga la frente y achica sus ojos.
Aunque se vea adorable como un cachorrito, de ninguna manera pienso ceder a sus chantajes. Me voy con quien se me plazca.
–Nos vemos en la casa –Le digo por último, finalizando la conversación en la que sin ningún esfuerzo terminaría ganando.
–Renata, te dije que no. –Los pelos de la nuca se me erizan y me retuerzo de placer. Espontáneamente me detengo, a unos minores pasos de llegar al coche.
¿Cómo es posible que él haga un nombre feo, a algo completamente divino?
<< ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! >>, Me grita mi interior de forma berrinchuda.
–Te vienes caminando conmigo. –Respiro la cercanía de su olor. Y es cuando soy consciente que está en mi retaguardia; invitándome a recargarme en él.
–Ya te dije que me voy con ellos. –Hago la intención de moverme lejos, lo cual hubiera hecho, si él no me hubiera sostenido del codo, con furia, que podría jurar que me hizo daño.
–No te iras a ningún lado, con nadie. ¿Haz entendido? –Forcejeo para que me suelte, al final me lo concede y me suelta.
El carro avanza hasta llegar a nuestro retenido encuentro. Por mi parte, puedo sentir el enojo y la terquedad de ambos. Me hierve la sangre de coraje que sea tan idiota.
¡No puede comportarse como que le importo, si en primer lugar me ha ignorado!
– ¿Qué pasó, preciosa? Este imbécil te está molestando –Dice el pelirrojo con hostilidad en su tono, asomando la cabeza por la ventanilla y tragándose con la mirada a Justin. El otro chico lo acompaña, estando en guardia para cualquier momento golpearlo si me hace daño.
Tan rápido como hacen eso, los detesto y quiero mandarlos a tomar por el culo, pero me las arreglo para sonreírles forzosamente.
–Soy su novio, y se pueden ir marchando ya. Se va conmigo, y no pienso discutirlo con pendejos. –Gruñe hacia ellos, gutural y con una soberana valentía.
Me trago un gritito ahogado y me quedo petrificada por lo que parecen años.
Se sintió malditamente magnifico aquello. Estoy colapsando en mi pequeña nubecita. Quiero soltar la más dichoso risa de felicidad. Saltar, cantar, bailar, gimotear, y tan solo por un simple "soy su novio". Debo de estar en la brecha que hay entre la locura y la estabilidad mental. Y René se inclina por la idea de ir a un manicomio. ¿Qué tan cegado y fuera de sí, suena eso? Estoy de joda y que se jodan.
<<¿Dónde está mi niño que me pedía defenderlo?>>, Me pregunto con tenue melancolía.
–No sabíamos, hermanos, disculpa. Nosotros mejor nos largamos a la chingada. –Dice el trigueño, dándole indicaciones para que arranque su amigo. Hacen sonar el motor, antes de arrancar a una velocidad furia. Una tosecilla se apodera de mí, por la estela de humo que soltó el automóvil.
–Debería de decir ¿De nada? –Habla Justin, retomando la marcha hacia la casa. Lo sigo a su lado y me rasco las cienes. Esta vez me va escuchar. Mi embelesamiento-atolondrado, se fue. Y estoy de vuelta para decirle unas cuantas cosas. –O mejor tu deberías de decir "Gracias Justin, por rescatarme y no permitir que me secuestren"
–Tengo una mejor –Me paro en seco, poniendo mis manos en la cintura y mostrando toda la arrogancia que me fue inculcada. Él también se detiene y vuelve para observarme, se cruza de brazos, esperando paciente mis agradecimientos. –Vete a la mierda y no me vuelvas a dejar en ridículo ¡Jamás! –Le espeto, demasiado fuerte como para hacer un eco. Me espanto de lo escandalosa que fui.
– ¿Ridículo? –él replica. –Acabas de decir que lo que hice fue ponerte en ¿Ridículo? –Asiento, involuntaria de querer seguir con la discusión. Noto ese pequeño sarcasmo brotar en su tono. Después de todo, sigo temblando.
–No te dije que me defendieras, ¡Lo tenía bajo control! –Le grito de nueva cuenta. Quiero destacar mi punto: tengo todo para defenderme sola.
Su enojo se plasma en la silueta de su cara. No tengo la vista perfecta para reconocer los rasgos de su rostro, pero no me gustaría verlo mientras está tan molesto.
Camina hacia mí, a tan solo dos saltos lo tengo en mi cercanía. Invadiéndome con su olor y haciéndome perder toda voluntad para estar en su contra. Siento sus zapatos raspar los míos.
–Me rindo, Renata. Simplemente, hasta aquí. –Se hunden sus hombros, y lo escucho suspirar. Tengo la intención de hacer lo mismo, solamente me resisto y respiro muy fuerte.
– ¿Cómo crees tu, que quieres abandonarlo si no lo has intentado? =Le digo en murmullo, como un nuevo secreto que ha salido a la luz de la oscuridad en que lo retenía. = ¡Ni siquiera me hablas! me ignoras como si fuese una desconocida. Me tratas como si me odiaras. Me abrazas y después actúas como si no hubiese pasado nada. =Elevo mi mano y toco su barbilla, siento el crecimiento de su vello. Con mi palma abierta, poso mi mano en su mejilla izquierda. Se estremece, pero no me aleja. =Debes dejar de hacerlo, Justin. Me pone mal. Te aprecio y quiero que hagas el esfuerzo de quererme como yo lo hago contigo.
Me trago las ganas de decirle que también dejo inconcluso nuestro beso; no tengo la intensión de ponernos incómodos en un momento de verdades.
=No puedo continuarlo, ¿no ves que quiero olvidar todo? Olvidar para perdonar. Olvidar para superar el daño que me hicieron. =Se escucha tan sutil y doliente.
Esa confección es como un mensaje subliminal. Tiene una intención desconocida. Hay algo detrás de aquello. Algo que lo aflige y lo hace vulnerable. La estática que era chispeante y con cargas eléctricas de enojo, ahora es invadida por una nostalgia. Me desespera no saber qué lo pone mal. No fui yo , sin duda, yo no le hice nada. O quizá lo hice sin intención. Pero algo me indica que esto no fue dirigido a mi. Esa aceptación le salio sin medirlo.
<<¿Qué te hicieron?>>, no me animo a preguntarlo, pero la duda permanece en mi mientras seguimos caminando en silencio. Retomando el camino, lento e impaciente. Ahora mismo quiero arroparlo en la seguridad de mis brazos.
¿Cómo fue que todo se me salio de las manos?  

El pasado deja su huellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora