¡Bienvenido sea!
Mi tío Pedro le baila en los brazos de su esposa, Andrea, al ritmo de un corrido de "Los tigres del Norte". No quise mostrarme muy interesada por la música, aunque me parece simpática, no quise demostrárselo a nadie, porque, seguramente, mi tío Pablo me daría una conversación detallada acerca de los discos y canciones, motivo por el cual prefiero callar. Mis primitos siguen incrédulos de que estemos todos reunidos, no hayan qué juego nuevo desarrollar; ya han jugado y hecho desastres por todos lados. Mi abuelita Dolor ríe de las hazañas en vez de amonestarlos; ella es contenta que hagan lo que se les plazca, siempre y cuando no se lastimen o peleen entre ellos. Dolor es la mejor abuela del mundo: amable, cariñosa, chistosa, sabionda, hablanchina, alegre.
Mis demás parientes están charlando alrededor del cazo donde hicieron las carnitas, aún mantiene una temperatura caliente, así que podría interpretarse como una fogata, difiero que en cualquier minuto se apartan por el insoportable calor; entre ellos están mis creadores. Mi padre no puede dejar de regocijarse con las ocurrencias de mis tíos y tías, también participa en las bromas y los hace reír (tiene el talento natural); mientras abraza a mi madre por su hombro, él posiblemente está preguntándose lo mismo que yo: ¿Dónde está su esposa la seria y tranquila Denisse? Ésta no se parece para nada a mi madre. La que yo recuerdo no bromea tan a menudo, ni dice palabrotas altisonantes; no es la amargada de la historia, pero tampoco es "Señora simpatías".
Pattie acuna a Tifanny mientras le da su fórmula de leche que le corresponde por la noche. La bebé no ha tenido ni tiempo de dormir, entre tanto por aquí y por allá, no ha podido tomar su siesta por la tarde; y se le empieza a notar la falta de sueño, pues no deja de quejarse. Pattie ha estado contenta y relajada, disfrutando de toda la convivencia de los Hernández.
Mi tía Margarita se levanta de su silla a regañar a su pequeño Juan, de cinco años, el niño huraño lanza manotazos a las niñas; su madre lo reprende mientras éste corre a los brazos de mi abuelita.
Margarita fue la última en llegar, trajo consigo a sus cuatro hijos, incluida mi prima favorita, Cecilia. Cuando la vi entrar, supe que no me faltaría nada en mi fin de semana. Ángel y Ceci complementan mi vida y la ponen a modo diversión. Cuando éramos más chicos –influyendo a Nelson en el clan–, fuimos el dolor de cabeza de todos; rompimos cuadros, macetas, platos, jarrones, decoraciones de porcelana; no parábamos de hacer travesuras. Cecilia y yo somos de la misma edad, Ángel es tan solo un año mayor y Nelson es dos años arriba que nosotras. No recuerdo ni un solo día en el que solo estuviéramos sentados en el sillón sin armar una buena revolución, aparte de que hablamos hasta por los codos.
Mis primos, Roberto (hijo de mi tío Rogelio), Carolina (hija de mi tía María) y Tania (hija de mi tío Pedro), son los mayores y, supuestamente, los maduros. Ellos no tienen ninguna incomodidad de participar en nuestra conversación, al contrario, se divierten y bromean con los adolescentes. Carolina está en el último semestre de la carrera de turismo, cuando la termine, se irá a vivir a Puerto Vallarta, trabajara en un prestigiado hotel. Me encantaría ser como ella, segura e independiente. Rogelio es apenas graduado de la universidad al igual que Tania. Ésta última está a un paso de pisar el altar, se casara para finales de noviembre, y toda la familia Hernández participará en el enlace; sin mencionar que mi tío Pedro, el más celoso y refunfuñón de todos los padres de la historia, está contentísimo con la idea de ver a su retoño casarse, hasta está tomando clases de baile para no avergonzar a su querida Tania en la fiesta. Mi prima no trajo a su prometido a pasar el fin de semana, él tenía que trabajar, pues resulta ser que el novio es un buen pagado abogado. Me alegro por ella, su felicidad le brota hasta por los poros.
Me pregunto, ¿Cuándo esté a punto de casarme con Jasón, me veré así? Y sé la respuesta con franca seguridad.
Mi gladiador es mi elección, cómo no serlo si me trata como una misma Reyna. Él es mi promesa del cambio. Añoro que él sea lo mismo que mi padre es para mi madre.
Mi cuento, mi fantasía, mi novela de libro, mi protagonista de sueños, mi amante, mi cómplice, mi prioridad, mi alegría, mi esposo en el futuro; una larga lista anhelos que se contribuye a él. Podré comportarme como toda una mierda, pero eso no quita que, todo lo que idealizo, lo quiero conmigo por resto de mi vida.
Dicen que las mejores relaciones, son aquellas que son como el día y la noche de diferentes. Y les doy la razón. Porque, irónicamente, él día y la noche son fenómenos naturales que unidos comparten y conllevan una prioridad: marcar el tiempo. Y esto los convierte en complementos. Si se extinguiera el día ¿Qué pasaría con los humanos? Perderíamos la noción del tiempo y estuviéramos en una gran catástrofe. Simplemente los arboles y flores se alimentan de los rayos de sol así que, si éste se acabara, también perderíamos el oxígeno. Ambos fenómenos se necesitan para armar un buen equipo. Existen diferencias palpables en cada uno, pero los observadores son los que se dan cuenta, que todas esas desigualdades son suspendidas por el objetivo mutuo. Asimismo pasa con los matrimonios, pueden fracasar si no escatiman en buscar el objetivo en común. Unos lo encuentran y se aferran a ello; algunos otros se dan por sentados y encuentran un mundo de imperiosidades que los separan. De ahí también es aplicable el famoso "Los polos opuestos se atraen", y la frase es completamente real.
Amanda codea a su hermano mientras éste ríe. Justin ha sido el centro de atención de Ángel y, ni se diga, de Cecilia, que no le apartado los ojos en toda la velada. Ésta misma me susurro, hace rato, que yo era la peor cagada la historia por tener tanta puta suerte de hombres guapos rodeándome. Le di la razón, ¿Quién no se la daría conociendo mi situación? Ceci también es conocida por su lenguaje vulgar, pero es su manera de expresarse. Siempre he luchado y votado a favor de la libre expresión, así que... ¡Bienvenido sea!
Nelson trae una botella de tequila, escondida entre su chamarra que carga en sus manos, nos la enseña con cuidado de que nuestros padres no lo vean. El idiota olvido que en México es legal tomar a los dieciocho, pero yo no se lo recordaré, porque le quitaría la aventura al robo –supuestamente– ilegal, además de que para mí aun no me es permitido beber, me falta un año para alcanzar la mayoría de edad. Todos nosotros reunidos en la bolita (Nelson, Lisa, Justin, Amanda, Ángel, Cecilia, Tania, Roberto, Carolina, Jasón), sonreímos y nos miramos con complicidad.
–Entonces nos vemos en Rosarito –cuchichea Nelson, hace que la bolita se cierre más para escucharlo. Todos nos quedamos en silencio para entender su siguiente enmienda. Mi hermano se queda serio y mira a sus costados, dirigiéndole una mirada sugerente a su novia –. ¡No que no, Cabrones! ¿Qué no me escuchan... que ni la madre o qué? –Se ríe y todos lo abucheamos. Mi primo Roberto le da una palmada en su nuca, para que se concentre y olvide lo que le dijeron hace un rato dentro de la conversación, fue algo como "Tu cállate baboso, estas bien pendejo" (palabras de Ángel). Nelson lo mira mal de reojo y se humedece los labios antes de continuar –Bueno, esta es la idea: Tania, Roberto, Carolina, Amanda y mi preciosa, se vienen en mi camioneta; los demás se van a chingar a su madre, o lo que es lo mismo, se van con el joto de Ángel.
–Ni que chingar a tu madre ni que nada. Tu cola, cabrón –Se defiende el aludido, con falso enojo. Me río de la valentía de mi primo.
–Tu nada más di, pendejo. ¿Quieres que te rompa la boca con un putazo? –Nelson le avienta sus ojos verdes de diablillo. Él no se atrevería de hacerle nada, y no precisamente porque es un homosexual, sabe que Ángel es bueno para las trompadas. Hace unos años nos lo demostró, partiéndole el labio al fanfarrón de mí hermano.
–Pago por ver, cachanchán. –Ángel lo avienta pegándole en su hombro, para ponerle dramatismo a la batalla. Se le posa enfrente con el mentón elevado y manos en su cintura–.Yo también puedo darte en la madre si me lo propongo.
Nelson se ríe escandalosamente, logrando que mi primo le dé un cabezazo que lo saca de la carcajada. Los dos hombres (uno medio), chocan sus frentes y se mantienen pegados, mirándose a los ojos con repugnancia. Jasón entra en escena y los separa.
–Tranquilos, hermanos –Los retiene parándose en medio de ambos, aunque ellos se siguen buscando con la mirada para lanzarse muecas de odio –.Yo me los chingo a los dos.
A mi primo se le ensancha la sonrisa y olvida su postura de malote. Me guiña un ojo, y sé que está por venir uno de sus indecentes comentarios.
–Nelson primero –se aparta alzando sus manos con inocencia –. Quiero ver tu bonito y redondo culo en acción, antes de tocártelo en la pelea.
Todos contienen el aíre y revisan mi postura. Rompo a reír simplemente, haciendo que me imiten. Mi gladiador se aleja de ellos, y viene a mi socorro pasándome su brazo alrededor de mi cintura.
–Todo tuyo, primito. Agárrale todo, ¡Agasájatelo! –Ángel se muerde el labio y devisa todo el cuerpo de mi novio, deteniéndose en sus tonificados brazos. Invito a Jasón a pasar en medio, quitando su mano. Éste me mira mal, agitando su rostro de un lado a otro, pero, al fin y al cabo, se acerca.
– ¡Que compartida eres, corazón! ¡Te amo! –grita Ángel aventándome besos.
El muy sucio retuerce sus manos de manera macabra y se las sopla. Jasón cierra sus ojos fuertemente, cuando siente las grandes manos de mi primo apretándole esa parte suya que tiene tan grande. Lo agarra con amabas de sus extremidades, una en cada nalga.
Pero vamos, ¿Quién lo manda a tener un culo deseable? Es su culpa, no mía.
Todos los demás se jubilan de tanta risa, yo tampoco puedo parar. Cecilia me da un codazo y me guiña un ojo. Yo le niego con la cabeza. Mi gladiador debe estar pasándola muy mal, como para que ahora llegue mi prima y también lo toque.
–Al Jasón le gusto –Canturrea mi hermano entre risas, ganándose un pellizco de mi parte por ser tan malvado.
– ¿Y si lo intentamos sin ropa? –Propone el contento Ángel, alzando sus cejas alternadamente. Jasón abre sus ojos asustado y viene a su rescate, me abraza escondiendo su cara en mi cuello. Le sobo su espalda con delicadeza.
Mi pobre y hermoso gladiador asido acosado por mi culpa.
–Quiero que me compenses, cielo. –Masculla en mi oído con tono de niño llorón. Me retuerzo de las ideas que se me ocurren para la noche y su compensa.
–Basta de mariconadas, ¡A las camionetas, mis compas!
*************
El olaje es irreverente; el viento te refresca y hace volar mi cabello. La frivolidad de la luna, que se esconde entre las nubes; las estrellas que no aparecen, y ya es pasadas de la media noche. La temperatura del agua del mar, es templada, exquisita para sumergirte. Muevo mis pies, deleitándome con la arena que se mete entre mis dedos.
Sonrió.
Elevo mis manos al cielo y danzo para atraer a la lluvia.
Cuenta la leyenda, según mi difunto abuelo Ignacio, que si bailas la danza de la lluvia, ésta cae borrascosa. Primero un chaparrón que no te alcanza a mojar, después un aguacero que te puede empapar. Mis primos, hermano y yo, cuando niños insolentes, lo hacíamos en cada oportunidad que teníamos. Cantábamos:
"Lluvia, lluvia, ven conmigo ya.
Lluvia, lluvia, me quiero empapar.
Lluvia, Lluvia, no te demores más.
Lluvia, lluvia, te quiero disfrutar"
Mi gladiador me sorprende, deteniendo mi baile. Me sube sobre su hombro como un costal de papas, y giramos como un tornado. Le pateo para que me suelte, porque estoy muy segura que terminare vomitando todos los tequilas consumidos.
A Amanda se le prendió el foco por el camino, recordó que en México es legal consumir alcohol si eres mayor de dieciocho. Por lo tanto, he aquí nosotros con cuatro botellas de tequila, marca "herradura", casi consumidas. Así que... ¡Bienvenido sea!
– ¡Te amo, cielo! –Grita Jasón deteniéndose y poniendo mi cuerpo sobre la arena.
Me río, no paro de hacerlo. Y esa actitud risueña, me ratifican que estoy borracha.
¿Cómo es esa palabra que usan los mexicanos? ¿Bolachi? ¿Teporocha? Si, también, pero la otra es... ¿Peda? Si, esa. Estoy metida en la peda más grande de mi vida. Tan peda estoy, que ni siquiera me importa que Nelson está desaparecido con Lisa; mucho menos me interesa que pueden estar ahogados en el mar, por tan pasados de compas que andan. Total, mañana pueden encontrar sus cuerpos los guardacostas. Y podemos enterrarlos aquí, en Tijuana. Estoy segura que a Nelson le encantaría, y Lisa gritaría desde el infierno.
¡Lisa en el infierno!
Se lo merece por perra.
Jasón se tumba encima de mí y principia a besar mi lunar del cuello. Despeino su cabello, que lo tiene sucio y con arena incluido.
Me río.
Se apoya en sus codos y me mira con deseo. Hace un sonido desde su garganta, que me logra desfallecer de placer.
–Quiero hacerte el amor sobre esta arena, y marcarte como mía enfrente de todos. –Me dice con su voz titubeante de hombre briago.
Me rio con más ganas, y logro escupirle saliva a su confundida cara. Le paso mis manos calenturientas por su pecho, lentamente, seduciéndolo a mi manera. Se moja sus labios y traga saliva.
–No, quiero –Le hago puchero, ese mismo que tanto le gusta.
Se corrompe su paciencia y me besa con voracidad. Irrumpe en mi boca como si fuera parte de ella. Toma mi labio inferior entre sus dientes, lo estira y, como si de resorte mismo se tratara, se vuelven a unir a él. Me acaricia mi muslo con una de sus manos, con la otra se encarga de mi mejilla. No concibo el motivo que, aunque borracho, sea tan tierno y dulce. Debí de hacer algo bueno en el pasado, para ser consagrada con una vida tan buena.
Tengo a la perfección de mi lado. Y no trato de esconder sus desvirtúes. Pero mi gladiador solo tiene uno que le puede causar problemas: me ama demasiado. Me ama a mí, más que yo a él. Él me colma de alegrías, trata de redimirme por el buen camino. Este es mi milagro, mi amor para la eternidad, amor del bueno, amor que no se borra, amor que no destruye, amor que succiona malestares, amor que te impide derribarte, amor que intoxica de caridad, amor que te toca para guiarte.
Si fuera un poco más estúpida de lo que soy, negaría que él consigue que el milagro se torne verdadero, no apunta a desfavor mis equivocaciones. Por lo mismo, yo nunca movería ni un dedo para cambiar su defecto. Soy egoísta, lo acepto. Pero así funciona esto: un alma buena para un demonio.
Así que... ¡bienvenido sea!
Una gota fina cae en mi pierna.
Gruño en la boca de mi novio, sin soltar su lengua. Jasón se aferra a todo lo que pueda tocarme. Mi blusa ha sido arrojada en alguna parte, junto con la playera de él.
Otra gota cae en mi frente.
Me estremezco y mi piel se eriza, pero eso no consigue que deje de tocar con ensaña la espalda de Jasón. Detiene el beso para mirarme, retira mi pelo de la frente y me sonríe con dientes blancos.
–Te amo –le digo, con todas las sensaciones maravillosas que me invaden.
No es un cosquilleo o un tiemble, pero es real y mi corazón lo siente; late como si ahí mismo estuviera una tromba de animales encolerizados.
Sus labios tiemblan, quizá disfrutando del deleite de ambas palabras unidas.
–Te amo más, cielo. –Y nos fundimos en un nuevo beso.
La lluvia moja nuestros cuerpos casi desnudos. La ráfaga de viento se escucha alardeando por mis oídos. Las palmeras ejercen su labor de moverse con desespero, como si estuvieran alistando para correr. Las olas –antes pacíficas– se agitan y rompen en la orilla con un sonido cáustico. Mismamente, parece como si toda la naturaleza celebrara de mi decisión no pronunciada. Decisión que acataré como un nuevo código autoimpuesto.
<<Justin no es para ti>>
–Muevan sus culos. ¡A celebrar que está lloviendo! –Nos dice Cecilia, interrumpiendo nuestro romántico momento. Elevo mi vista y la veo con el tequila en la mano. Me rio de la mueca que hace al tomar un trago de la botella.
Jasón se quita de encima y me ayuda a levantarme.
Entrecierro los ojos, queriendo comprobar que mi estado de borracha no me esté causando estragos, pero no. En efecto, Tania, Carolina, Ángel y Justin bailan en la orilla, echándose agua salada unos a otros. Ríen escandalosos. Amanda y Roberto están apartados de la pandilla, besándose como si sus vidas dependieran de ellos. Amanda tiene enroscadas sus piernas en la cintura de mi primo, mientras éste, aprovechándose de la fácil situación, le acaricia el trasero.
Ángel canta desentonado la cancioncita que el abuelo nos enseñó, mientras baila como la Reyna de la primavera de jardín de niños, trota y lanza besos. Justin corre hacia él y lo derriva en una tacleada. Mi primo ríe y se levanta como si no le hubiera pasado nada. Justin se saca su payare y la avienta, ignorando en la ubicación que caiga. Ambos vuelven a participar en el juego de niños.
Cecilia se hecha a correr y yo la persigo con mi novio tomado de la mano.
Cuando llegamos a la zona de combate, Ángel me ataca con un sacudido de agua salada que se mete en mi boca. La escupo de inmediato.
¡Sabe horrible!
Suelto a Jasón y mojo mis manos para participar en el juego. Amanda y Roberto dejan de besarse para unirse a la lucha de agua salda. Todos contra todos.
La lluvia nos honra con su presencia en esta noche, en la que le luna se ha dispersado.
Hasta Justin parece disfrutarlo. Quizá sea el tequila que afecta su cerebro y lo impulsan a sonreírme. Sea cual sea la razón, no quiero que se olvide de mí al siguiente día. Quiero convertirme en su amiga, en una cómplice de secretos. Acatare la idea principal, y no me dejare influenciar por diablillos que me meten ideas. Justin es para Kate. Punto, fin y se acabó.
¡Maldita sea!
Mis ojos salen de sus orbitas. No había notado su abdomen tonificado tan de cercas. Es digno de respetos y reverencias. Debe dedicar mucho tiempo en el gimnasio.
Agito mi cabeza y sigo acarreando agua a quien se me ponga.
Es inexisten una incomodidad de que todos me vean con solo sostén, supongo que es el tequila que me vuelve valiente.
Amo el tequila, así que... ¡Bienvenido sea!
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