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-Por fin - Estaba en la entrada de mi casa. 

El camino fue realmente eterno. Iba corriendo y había sido una completa pesadilla. 

Nunca había tenido la necesidad de correr tanto ni tan rápido.

Entre a casa y, a simple vista, parecía que Daniel ya se había ido. 

No me importaba, me había ahorrado una discusión más.

Camine hacia mi habitación estaba cansada física y emocionalmente. La verdad era que no me importaba nada, en absoluto.

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No sabía que hora era. Toda la tarde había estado acostada, sin levantarme para comer si quiera. No podía pensar en otra cosa que no fuera la imagen de imagen de mi madre muerta, levantándose minutos después.

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Me había quedado dormida, era de noche y solo había despertado por que mi cuerpo pedía de comer. 

En la mesa estaban los ingredientes que había utilizado para hacer mi cena el día anterior.

Sonreí con ironía y dolor. 

-Espero que hayas llegado bien. En la bolsa hay un par de emparedados que hice con lo que estaba en la mesa. Debemos hablar, toma el tiempo que necesites y cuando estés mejor, búscame. Un poco de ayuda no nos vendría mal...-

Vi el interior de la bolsa y negué, ignorando el sentimiento de culpa que sentía. 

Estábamos atravesando por, exactamente, la misma situación pero no me interesaba, no lo buscaría a menos que fuera algo realmente importante.

Comí la mitad de un emparedado y guardé lo que sobró. 

No podía comer más, justo en el momento en el que tragué el primero bocado no pude seguir, mi apetito desapareció y aun que intenté comer por ser necesario en cualquier momento vomitaría...

Las luces estaban encendidas. Me levanté y fui directo al televisor. 

Lo encendí pero se quedo en negro, había luz pero no se estaba transmitiendo nada.

Apagué las luces y me senté frente a la ventana para ver que pasaba en la noche...

¿El fin? CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora