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Algunas risas resonaron en todo el lugar, estaba oscuro, hacía frío y me había quedado sola en ese pequeño salón. Comenzaba a creer que era mi imaginación o que, incluso, estaba soñando despierta.

Me senté en el sillón y segundos después el ruido se disipo, me levanté. Mi ropa estaba un poco seca y, casi, mis huesos dolían por el frío. Diego se había ido, según él, a vigilar y no había vuelto, comenzaba a preocuparme ya que era peligroso, para ambos.

Bajé la escalera y, al igual que arriba, todo estaba oscuro, había muy poca iluminación gracias a los faros de la calle. No quería encender nada por miedo a que alguien o un zombie estuviese cerca, no tenía muchas fuerzas y no quería verme en una situación peligrosa.

Estaba descalza, mis pasos, casi, no se notaban. El aire se sentía tenso...

Pise algo húmedo y resbalé, la luz fue encendida y me giré para quedar sobre mi espalda... con un zombie a menos de un metro de mi. 

Tenía un cinturón con un paño en la boca. Intentaba librarse de el y de sus brazos atados. El olor llegó hasta lo más profundo de mi estómago y quise vomitar, lo habría hecho, pero tenía el estómago vacío.

Una carcajada profunda inundo el sitio. Era un tanto agradable, me moví un poco sin quitar la mirada del zombie, quien movía la cabeza exageradamente siguiéndome, quería ver de donde provenía dicha risa. 

Un par de manos se sujetaron a mis brazos y fui levantada del piso sin esfuerzo alguno. Me mareé un poco, viendo al zombie y escuchando los leves golpes de una cadena.

Me recuperé y una persona estaba jalando al zombie con una cadena, este se sacudía insistentemente. Lo atoró en un mueble y obligó a sentar.

Quería correr, no parecían personas sensatas y no sabría como enfrentarme a personas así.

-¿Quiénes son ustedes?- pregunté con la voz ahogada, no podía alejar la vista de dicho zombie, era aterrador imaginar que pasaba por la mente de esos sujetos para traer algo así.

-No lo veas, es inofensivo - era una chica de voz serena y potente, se oía confiable pero era imposible hacerlo con ese zombie sentado a sus pies. -¿Cómo entraste aquí?- comencé a temer que fuera su casa pero no, este lugar estaba abandonado.

-La puerta estaba abierta, pensaba pasar la noche aquí hasta el amanecer - quería persuadirlos para que me dejaran ir.

-¿Qué hacen?- preguntó un tercero detrás de mi, esa voz me dio seguridad y volteé, sabiendo quien era. Diego estaba de pie, sonriendo a medias y con el ceño levemente fruncido. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al entender que, muy probablemente, se conocían. -¿Qué haces aquí? Creí que estabas dormida - susurró y me percaté del leve olor a alcohol que emanaba su boca.

-¿Los conoces?- pregunté con miedo. Diego levantó la cabeza, asintió y pasó de mi.

Se sentó a su lado en el respaldo del grande sofá y repartió un par de botellas. La cadena golpeaba en el piso y me ponía los pelos de punta.

-Son viejos amigos - sonreía como si nada, me frustraba el ser la única que no entendía nada y no encajaba en la situación. No era difícil de entender pero no podía creerlo, no podía creer que personas como ellos fueran amigos de Diego.

"No lo conozco" No sabía que clase de persona era antes de esto, así que no podía pensar así. Sacudí un poco la cabeza y volví a posar mi mirada en el zombie.

-Nunca imaginé que saldrías con alguien como ella - dijo el otro sujeto. Dándole un trago a su bebida. Diego negó y bajó la cabeza un momento.

¿El fin? CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora