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Terminé de guardar las cosas haciendo el menor ruido posible para no llamar la atención de quien fuera que haya entrado.

Caminé a la entrada intentando ser sigilosa para salir sin ningún problema.

-Shh...- me agaché, silenciosa y cuidadosamente me acerque a un estante para ver quienes eran.

En el pasillo principal frente a la entrada había un chico. No era muy buena adivinando edades pero era algunos años más grande que yo. Era alto, cabello negro, largo, cuando paso debajo de la lampará pude ver un poco sus ojos y eran grises.

Traía un arma "¿De dónde la habrá sacado?" Sentí un toque en el hombro y caí de rodillas. Volteé rápidamente.

-¿Estas bien?- preguntó un niño. Estiró su mano para ayudarme, tenía mucho parecido con el primer chico, la diferencia era el color de cabello y ojos.

-Si ¿Quién eres? - me levanté y volteé a ver al otro chico, se acercaba a donde estábamos.

-Me llamo Damian - dijo con una sonrisa y el otro chico llego. -él es Diego - al verlo frente a frente, en su mirada, había un toque de rencor, incomodaba bastante por que no lo conocía y me estaba viendo muy mal.

-Elizabeth - susurré.

-Un gusto ¿Vives aquí?- me quedé callada pensando que contestar ¿Ellos pensarían igual que yo respecto a las personas enfermas?

-¡Hey!- Diego tronó los dedos frente a mi cara y me veía como si fuera una tonta, evidentemente me moleste, mi humor no era muy bueno estos días.

-No y ya me voy.- me colgué la mochila al hombro y caminé a la salida. Ignorando a ambos chicos.

Abrí la puerta y bastantes zombies estaban esparcidos por toda la calle.

Volví a cerrar la puerta y retroceder un par de pasos asustada, la única vez que vi algo parecido fue el primer y único día que salí desde que todo esto empezó y no era algo agradable de recordar.

-¡Ay! volvió- dijo Diego con un suspiro al final, el miedo se disipo. Se detuvo a ver los productos del primer estante.

"Que pesado es este tipo, ni siquiera lo conozco..." con solo haberlo escuchado un par de veces comenzaba a fastidiarme su presencia.

Me acerqué molesta, había llegado hasta este lugar sin problema alguno y me quería ir de la misma manera, solo que ellos habían frustrado mi plan.

-¡¡¿Se puede saber por qué los atrajeron a este maldito lugar?!!- pregunte enojada, señalando la puerta.

-¡Nosotros no atrajimos nada!- contestó Diego de la misma manera que yo y el otro niño se fue a asomar.

Me quedé callada viendo sus ojos, si eran de color gris y en ellos había rencor, odio y un leve toque de dolor.

¿Por qué? Era la primera vez que lo veía en mi jodida vida.

-Bajen la voz...- dijo el niño serio y lo volteé a ver -el ruido los atrae, creo que no nos han escuchado pero si se siguen peleando vendrán hacia acá... ¿podrán quedarse callados, sin pelear? No nos conocemos y ustedes ya se odian...-

-¡Esta bien! - susurré frustrada y confundida. -Pero en cuanto se despeje la entrada me voy a largar de este maldito lugar.- vi una última vez a Diego y caminé al final del establecimiento.

-¿Que?- pude escuchar eso difícilmente.

¿El fin? CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora