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Un beso comenzó y cerré los ojos. Era un sabor amargo: dolor, tristeza y un toque de sal.

Me dolía el pecho, Diego me estaba besando y transmitiendo todo el dolor que sentía, estando ebrio...

Sus labios se separaron de los míos, comenzó a dejar leves besos por mi mejilla.

-Diego...- sentía su labios tibios sobre mi piel fría, bajando poco a poco hasta mi cuello. Puse mis manos levemente sobre su pecho -estas ebrio - respiró hondo y mi piel se erizo un poco, volvió a besar mi cuello y se incorporó -¿Cuánto has bebido?- tenía los ojos un poco rojos y brillosos. Creía que no estaba consciente de lo que hacía.

-No lo se - fue al sillón y se volvió a sentar. Tomó la botella y bebió directamente. -¿No vas a decir nada? ¿Te vas a quedar de pie ahí? Viendo como bebo hasta perder el conocimiento -

-¿Por qué no vas a dormir?- sentía un dolor creciente en mi garganta, un dolor que ya me era conocido. -Has bebido demasiado y tenemos que hablar - Ahora no era el momento de hacerlo, estaba segura que lo que paso y lo que dijera para mañana habría quedado en el olvido.

-¿Hablar de qué?- espetó. -Ya dijiste todo lo que debías decir...-

-Tu padre murió por evitar que Mateo nos llevara y... en parte es mi culpa... si yo... no me hubiera resistido... David habría regresado contigo, con...- la imagen de Karla y el llanto de Damian se repitieron en mi cabeza haciendo que las palabras se atoraran en mi garganta -su familia -

-No - me interrumpió y baje la mirada -no debes sentirte culpable - tenía la voz ronca y lo vi, estaba sentado con la botella en la mano y sin verse triste o enojado. -me duele decirlo pero de alguna manera se lo merecía - negué un poco. David no parecía ser una mala persona, al contrario, había demostrado ser un hombre muy gentil...

-No lo...-

-No lo conocías - me volvió a interrumpir -a ninguno de nosotros...- no entendía. Había vivido con ellos mucho tiempo, lo necesario para conocer a sus hermanos y a su mamá, y saber que no eran malas personas. -lo dijo Roger - se detuvo y bebió el último trago -no deberías meter las manos al fuego por nosotros - con cada palabra que decía me confundía más -el es igual o peor que nosotros... debería ser yo quien el que se enfrentó a ellos en varias ocasiones, no tú. Te han hecho y quieren hacer más daño y todo por haberme cruzado en tu camino. Debes preocuparte por estar bien y dejar de pensar en eso. Ni yo ni mi madre pensamos que es tu culpa, sabemos de lo que somos responsables.- se levantó del sillón y volvió a acercar. El olor a alcohol inundo mis fosas nasales, algo de lo que no me había percatado la primera vez que se acercó y no quería que me volviera a besar, no estando ebrio...

-Elizabeth - me habló alguien con cautela.

Salí de la sala y Daniel estaba al pie de la escalera con la niña en brazos. -¿Qué haces? Ana te estaba buscando - preguntó. Me acerqué a él y estiré los brazos para cargarla.

-¿Qué pasa?- le pregunté cuando gimoteo un poco.

-Tengo sed - dijo entre sueños.

-Gracias Daniel - me vio con un poco de reproche y volvió a subir.

-Hola - la voz adormilada retumbo en el silencioso salón. Daniel se detuvo, volteo al igual que yo. Diego estaba detrás de mi.

Sin voltear a ver a Daniel caminé a la cocina.

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Abrí los ojos poco a poco. La luz entraba por la ventana, se podía ver que estaba nublado.

Leves ruidos resonaban en la habitación, toqué el lado que ocupaba Ana y no había nada, me senté rápidamente temiendo que se hubiera en la noche.

¿El fin? CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora