dieciocho - él

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Cuando abro los ojos de nuevo, la confusión me invade e intento reconocer dónde estoy exactamente. Echo una mirada en derredor, intentando reconocer algo, lo que sea, que me resulte familiar.
Las paredes son blancas y frías, y hay una cortina que me impide ver lo que hay al otro lado de la habitación.

Um.. esto me recuerda a un hospital, pero tengo la mente demasiado nublada como para pensar en mierdas ahora mismo.
Me pesan mucho los párpados y casi que se me cierran solos.
Estoy cansado y me duele la cabeza, el pecho y el culo. Sí, me duele el culo.

El reloj negro de la pared me indica que son las once y media de la mañana. ¿Cúanto tiempo llevo aquí?
Trato de incorporarme, pero me pesa demasiado el cuerpo y no puedo evitar soltar un suspiro de dolor.

-Me parece a mí que eres muy impaciente, chaval. -la voz proviene desde el otro lado de la cortina, y segundos después veo cómo una mano la corre dejándome ver a una chica de ojos verdes. Está delgada y no tiene pelo.

No la contesto. No me interesa lo que dice.

-¿Me estás escuchando? Holaaaaaaaaaa -insiste, y grita demasiado. Me atraviesan punzadas de dolor por la cabeza, y me controlo para no soltarle una burrada.

-Eres un poco pesada, ¿no? -digo mirando al techo.

-Y tú un poco gilipollas, así que estamos en paz- dice, y sonrío. Está jodidamente loca. Loca de remate.

-¿Por qué estás aquí?- sigue hablando ella. Joder, ¿es que no me va a dejar en paz o qué?

-Eso mismo me pregunto yo, no tengo ni la menor idea de por qué cojones estoy aquí.. ¿y tú? -respondo inconscientemente, y me enfado por haberlo hecho.

-¿No es obvio?- dice poniendo los ojos en blanco- Ah, es verdad, se me olvidaba que ahora la moda es no tener pelo, y por eso lo llevo así.

-Pues te queda jodidamente mal.

Ella frunce el ceño y abre la boca, y parece que va a decir algo cuando se abre la puerta de la sala y entra una mujer mayor de aproximadamente unos cincuenta y pico años. Lleva una bata blanca y un montón de papeles en la mano.

 Lleva una bata blanca y un montón de papeles en la mano

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En cuanto es consciente de que estoy despierto, sonríe.

-Buenos días, Daniel. Y buenos días a tí también, Julia. Veo que ya os conocéis ¿qúe tal te encuentras hoy?

-Bueno, un poco mareada. He estado con la quimio antes, y me han levantado como a las siete los muy cabrones. No he podido morirme en paz tranquilamente ni tres horas.

-Eh, Julia, no empecemos, por favor. Y ten un poco de respeto por los médicos- dice la doctora con gesto severo, pero luego sonríe. Da la sensación de que lleva mucho tiempo en este hospital.

-Bueno, bueno, vamos a relajarnos.. luego si quieres te invito a un café en la planta de abajo, Gema -responde Julia con una sonrisa, y le guiña el ojo con picardía.

-Oye, ya está bien, estás excediendo el límite de confianza, señorita.- dice acercándose a la fina cortina que nos separa, para cerrarla de un golpe- Para tí soy la doctora Gema. Y ahora, a dormir. Que tengo que hablar con Daniel.

-Okey, sargento- dice asomándose por uno de los extremos de la tela, mientras se lleva la mano a la cabeza en señal de que ha recibido la orden. Luego se vuelve a tumbar en la cama.

-Bueno- dice la doctora sentándose en un lado de mi cama- ¿Cómo te encuentras?

-Bien.

-Dime, ¿te duele algo?

-No. ¿Cuánto llevo aquí?

-Dos días. ¿Te acuerdas de algo?

-No. Sólo que alguien me pegó o algo así.

-Sí, en la cabeza. Tienes una brecha y ya te han dado algunos puntos. Y si no me equivoco, habías estado fumando.. em.. -dice mientras revuelve unos papeles- Ah sí, marihuana. ¿Era tuya?

-No.

-¿Y sabes de quién era?

Ja, lo que faltaba. Qué se cree, yo no soy ningún chivato.

-No.

-Pues entonces me parece que no vas a poder salir de aquí tan rápido.

-Y eso por qué. -digo seco.

-Porque vender droga es un delito. -responde cruzándose de brazos, mientras frunce el ceño- Y tienes dieciséis años. Y está claro que no puedes ir fumando lo que te da la gana. Tengo entendido que has salido hace poco de un centro de menores, ¿verdad?

Joder, además de tener mala hostia es una puta entrometida. Lo que me faltaba.

-Eso te da igual.

-Te equivocas Daniel, no me da igual. De hecho, es importantísimo. Y como no me digas quién te dio esa droga, con una llamada te puedo mandar derechito al centro otra vez. ¿Eso es lo que quieres?

Pienso. ¿Eso es lo que quiero? Ni de coña. Pero qué puedo hacer si no. ¿Delatar al otro chaval? Soy un cabrón, pero no tanto.

-Te digo que no sé de quién es la puta droga.

Suspira.

-Vale, esta bien, pues ya está. Voy a llamar a tus padres para decirles que esta tarde pueden venir a recogerte porque vuelves al C.E.A.P.

-¿Qué? Te estoy diciendo que no sé de quién es. No te estoy mintiendo, joder.

-Ah, ¿no? Entonces, si no me estás mintiendo, no tendrás ningún inconveniente en decirme quién fue el que te la dio.

-No lo sé, estaba en un banco, y vi a unos tíos fumando. Me acerqué y les pedí un poco. Me dieron algo y me largué. No les conozco ni les había visto en mi vida.

-Ajá- se muerde el labio inferior, y termina de apuntar algo en un papel- Pues si no tienes nada más que contarme, me voy a atender a otros pacientes, que me están esperando. Si tienes alguna emergencia, botón rojo de ahí arriba.

Se dispone a salir por la puerta, pero instantes antes de cerrarla, asoma la cabeza y señala mi mesilla.

-Hay calmantes en el segundo cajón. No te estoy incitando a tomártelos, pero tu madre me ha contado lo de tus ataques de ansiedad, y viendo lo que pasó ayer, he pensado que lo mejor es no arriesgarse más de lo necesario.

¿Qué? ¿Qué paso ayer?
Antes de que me dé tiempo a preguntarle nada, ya ha salido por la puerta.

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