veintidós - ella

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Alzo la mirada hacia la puerta de la habitación en la que estoy y me encuentro con dos caras que no he visto en mi vida.
Sin embargo el chico que tengo delante sí que parece reconocerlas, porque frunce el ceño al instante y oculta la cabeza entre las sábanas.
No parece muy contento.

Pestañeo.
Todavía no he podido procesar del todo la sensación de haberme encontrado cara a cara con el chico del otro día. Al principio, cuando le he visto, pensaba que sólo eran imaginaciones mías y que realmente se parecía mucho al chaval que ví desde la ventana sin que realmente lo fuese, así que me he hecho la distraída mientras me dedicaba a observarle con el rabillo del ojo, y me he dado cuenta de que, o bien estoy ciega, o tiene que ser él.

Le oigo suspirar y es ahora cuando puedo afirmar que estoy completamente segura. Aunque no me lo imaginaba tan desagradable, desde luego.

-Daniel, cariño, hemos venido en cuanto hemos podido. Ayer no pudimos venir porq..

-Porque teníais que trabajar, lo sé, lo sé.- dice él dejando ver su rostro y poniendo los ojos en blanco. En su mirada puedo ver un remolino de sentimientos confusos, ocultos por el odio y el rencor, que hacen de barrera en sus ojos.
Es.. raro. Casi como si pudiese interpretar lo que siente.

-Eh, Daniel, no hables así a tu madre.- dice el que debe de ser su figura paterna, alzando el dedo. Parece ausente, enfadado por algo externo a todo lo que pasa en la habitación.

-Hablo como me da la puta gana, ¿vale? ¿Por qué habéis venido? Qué pasa, ¿que os importo de repente o qué?- sus ojos azules brillan de odio, y le empiezan a temblar las manos.

-Ya está bien de tus tonterías. Venimos a recogerte hoy porque ayer no podíamos y punto. Ahora coge tus cosas y nos vamos.

Le veo hacer una mueca de dolor y esconder las manos (que le tiemblan ahora mucho más) entre las sábanas, y luego se levanta torpemente.

Desvío la mirada hacia otro lugar, no quiero parecer una entrometida ni nada de eso.
Echo un vistazo a Julia, que parece no estar presente en estos momentos mientras manda mensajes de Wathsapp a alguien con mi teléfono.
No creo que se haya enterado de la conversación.

-Quítate la camiseta y hacemos revisión rápida para que te puedas ir.- dice la doctora, y aunque no puedo verla, me la imagino de brazos cruzados esbozando una cálida sonrisa.

-No.- responde Daniel intentando aparentar firmeza, pero consigo detectar un leve temblor al final de esa única y solitaria sílaba.

-Si es por las chicas, no pasa nada, no van a mirar, ¿a que no?- replica ella.

Finjiendo no haber estado escuchando hasta ese momento, me doy la vuelta con cara de sorprendida. Él me mira con el ceño fruncido, y noto mis mejillas tornarse de un color rojo fuerte, como el de las fresas.

-No, por supuesto que no.- digo con una leve sonrisa forzada en los labios, y golpeo ligeramente el cuerpo de Julia.

-¿Qué te pasaaaa, tía?- dice ella sin levantar la mirada del móvil, y yo vuelvo a darle más fuerte que antes- ¿Qué? Ah, no, no, desde luego que no.

-¿Ves? Por eso no te preocupes. Además, es sólo un momento.

-He dicho que no, joder.- dice el chico, y le veo recoger torpemente las dos cosas que tiene encima de la mesilla y en los cajones, para luego salir por la puerta con paso furtivo.

-T-tiene que perdonarle.- dice la que debe de ser su madre con voz temblorosa una vez que se ha asegurado de que su hijo no puede oírla. Parece buena persona, y puedo notar cómo las lágrimas casi cuelgan de sus ojos, amenazando con caer.- Está un poco.. delicado. Acaba de salir de una situación un poco.. dura.

¿Dura? Ya sabía yo que alguien no podía ser tan imbécil, así de primeras. Lo que me pregunto es cuál será esa situación. Porque, desde luego, por muy mal que lo haya pasado, no tiene ningún derecho a pagarlo con todos los que están a su alrededor. Y menos con mi Julia.

Es una pena que no vaya a volver a verle nunca más, me habría gustado preguntarle qué clase de problema tiene para ponerse tan agresivo con algo tan simple como quitarse una camiseta.

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