diecinueve - él

48 7 0
                                        

-¿Tú sabes de qué está hablando? -pregunto a Julia frunciendo el ceño.

Ella retira la cortina que nos separa y me mira. Luego, se encoje de hombros.

-No, ni idea.

-¿Seguro?- digo enarcando una ceja.

-Seguro.

-Joder.

Vuelvo a tumbarme y respiro muy hondo.
Noto cómo me arden los pulmones, y me entran ganas de fumarme un cigarro. Mierda, mi tabaco.
¿Dónde cojones lo habrán puesto?

-¿Qué buscas?- dice Julia sujetándose la cabeza con una mano.

-Nada.

Sigo rebuscando entre los cajones, pero sólo encuentro papeles inservibles llenos de cifras y una caja de caramelos de menta caducados.

-Joder, pues para no estar buscando nada.. -dice ella sin dejar de mirarme. Como siga dándome el coñazo mucho más tiempo, pienso pedir que me cambien de habitación.

-No sé dónde está mi puta caja de tabaco.

Ella se ríe. ¿Pero qué le pasa?

-Se ve que nunca has estado en un hospital- dice entonces. Cómo se nota que no tiene ni puta idea de mi vida.- Mira, cuando te traen aquí, se llevan todas tus cosas personales y las guardan en un almacén. Luego, cuando sales, te las devuelven. Pero, si te soy sincera, no creo que el tabaco te lo vayan a dar.

-¿Y por qué no?- pregunto frunciendo el ceño.

-Porque eres menor de edad, y está claro que no puedes tener eso. No te lo van a dar en plan de "Toma, tu cajetilla que no deberían haberte vendido, espero que fumes mucho. Firmado, un hospital que se preocupa mucho por tu salud".

-Sigue siendo mío y no tienen ningún derecho a quitármelo.

-Sí, claro que lo tienen -responde ella con una voz de sabelotodo que me irrita demasiado. Luego, se queda quieta un instante como si estuviese pensando y sonríe un poco.- de todas formas, a lo mejor yo sí que puedo ayudarte..

No aparto la vista mientras se incorpora. La veo abrir el primer cajón de su mesilla y meter la mano hasta el fondo. Cuando la saca de nuevo, lleva un paquete de tabaco de la marca Camel.
Bueno, no es mi favorita, pero algo es algo.

Me río.
Ella frunce el ceño.

-¿Se puede saber de qué cojones te ríes?

-Tienes cáncer y fumas. Qué inteligente.

Ella se cruza de brazos. Está cabreada.

-¿Tú eres gilipollas o qué te pasa? Vamos, cómo si fueses tú alguien para decirme lo que tengo o no tengo que hacer, joder.- su cara se ha tornado de un color rojo intenso y casi podría decir que la furia le sale por las orejas.

Oh, no, la calva se cabrea.

-Y para que lo sepas, mi estúpido cáncer no tiene nada que ver con fumar, es cáncer de tibia. ¿Sabes lo que es eso? No, porque no tienes ni puta idea de esto, sólo eres un niñato de mierda- dice incorporándose de nuevo. Entonces aparta con una mano la sábana que le cubre la parte inferior del cuerpo, dejándome ver sus dos piernas. La de la derecha está hinchada y roja, y tiene un montón de parches blancos. Vuelve a mirarme y suspira- Me van a cortar la pierna, ¿lo entiendes? ¿O tampoco eres lo suficientemente listo como para pillar eso?

Me quedo callado. No sé que decir. No es que me importen ella y su pierna, pero tampoco quiero cabrearla más de lo que está. Supongo que llevaba mucho tiempo sin hablar de esto tan a la ligera.

-Y no, ahora no quiero que te compadezcas de mí como hacen todos, ni que me mires en plan de "Pobrecita, se va a quedar sin pierna", ni nada de eso pero, joder, al menos no seas tan jodidamente imbécil conmigo, que con lo que tengo creo que es suficiente.- Se le corta la voz al final de la frase, y entierra la cara entre las manos.

Aparto la vista, pero la oigo suspirar varias veces. No digo nada. Tiene todo el derecho a llorar, y a mí tampoco me apetece ponerme a consolarla. Además, todo esto me está dando dolor de cabeza. Joder.

-Coge el paquete de tabaco, anda. -digo pasándome la mano por la frente- vamos a fumarnos uno fuera.

HuellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora