veinticinco - ella

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Jueves, 4 de febrero

Abro los ojos despacio. Parece que el despertador no ha sonado.. Espera, ¡¿QUÉ?!
Echo una mirada fugaz al reloj de la pared y de un salto me incorporo de la cama.
Son las ocho y cuarto de la mañana, ¿es que nadie está despierto en esta casa?

A toda velocidad saco unas medias, la falda, y un polo de manga corta. Creo que no me he vestido más rápido en toda mi vida.
¿Dónde está mi jersey? Dios mío, a este paso no llego hasta mañana. Y no puedo permitirme el llegar tarde. No, hoy no.

Dando zancadas, me dirijo hacia la cocina para coger una manzana de las que me gustan, de esas que son verde brillante y están ácidas; y antes de salir me permito pasar por el baño un momento. Madre mía, quién diría que he dormido nueve horas.

En cuanto abro la puerta del portal de mi edificio y respiro el aire congelado del exterior, me arrepiento de no haber cogido una bufanda. Bueno, ya da igual. De todas formas ahora no tengo tiempo para esas cosas.

El camino al instituto se convierte más bien en una carrera a contrarreloj, y tengo que pararme cada rato a coger aire para seguir corriendo. Por suerte casi todos los semáforos están en verde, lo que me supone una vía libre y da lugar a un camino mucho más rápido. 
Miro la hora del móvil de reojo.
8:29.
Si corro un poco más creo que llego.

Cuando veo el cartel de la verja del colegio al fondo del todo, respiro hondo y cojo el último impulso. Nada más traspaso la puerta de entrada me paro para coger aire. Estoy literalmente agotada y espero que valga la pena haber corrido tanto. Respiro con dificultad mientras subo uno a uno los escalones y abro la puerta del edificio con cuidado.

María, la encargada de revisar que todo está en orden me mira de reojo a través del cristal que nos separa, pero no dice nada. Trato de no mirarla mucho, y cuando la tengo delante esbozo una sonrisa tímida. No me la devuelve.

Llego a clase y nada más entrar, una explosión de diferentes olores me inunda los pulmones. Arrugo la nariz mientras me quito el abrigo. Nunca hubiese imaginado que un grupo de adolescentes con las hormonas a flor de piel pudiesen llegar a crear un olor tan horriblemente desagradable. Y menos a primera hora de la mañana.

-¡Hola dormilona! -dice Luis de repente, saliendo de no se sabe dónde. El sobresalto es tan grande que pego un brinco y por un momento creo que se me ha parado el corazón.

-Dios mío Luis, qué susto me has dado.- digo regañándole. Evito mirarle a los ojos en todo momento. No debo caer en la tentación. No, desde luego que no. Repite conmigo, Sandra: "no debo caer en la tentación". Trago saliva.- ¿Qué quieres?

-Nada, saludarte. ¿Vas a venir a mi fiesta del sábado? Va a ser la hostia. -responde tomando mi barbilla con su mano obligándome a mirarle. En cuanto sus ojos chocan con los míos, saltan chispas de colores y se me revuelve el estómago. Joder, es guapísimo. El pelo rubio revuelto le da un rollo alocado y su piel morena le resalta los ojos marrón castaño que tiene.

-Em, no lo sé. Tengo que estudiar, creo.

-No seas mentirosa, no tenemos ningún examen hasta dentro de un mes. No te hagas la difícil. -dice divertido mientras se pasa una mano por el pelo. Imbécil prepotente.

-Estudiaré cuando me dé la gana, gracias. -respondo con una sonrisa desdeñosa justo antes de darme la vuelta. Empiezo a alejarme, y al instante noto cómo su brazo agarra el mío y siento otra vez las chispas. Siendo consciente de lo sonrojada que debo de estar, me doy la vuelta.

-Ey, iba en broma, ¿lo sabes no? Con lo que yo te quiero, tonta.

-Ajá. -murmuro entre dientes, y me doy la vuelta de nuevo. Sus palabras me escuecen un poco porque sé que no lo dice de verdad, que para él todo es un juego. Mierda, es que no entiendo por qué tiene que ser tan cariñoso conmigo.

Al fondo del todo está mi grupo de amigas, que no paran de reírse por algo. Me acerco.

-Buenos días, niñas- digo cruzándome de brazos mientras una sonrisa empieza a crecer en mi cara.

Ellas se dan la vuelta y me miran con extrañeza. La mayoría de ellas muestra confusión en la cara.

-¿Cómo es que llegas tan pronto hoy?- dice Clara riéndose divertida.

-Eso, eso, ¿qué te ha pasado?- añade Marta con preocupación, inclinando un poco la cabeza. Al ver que no respondo, frunce el ceño.- ¿Ha pasado algo?

-Nada, solo que ya estoy castigada todas las tardes durante dos semanas y no me apetece quedarme otra más. Y a Andrea supongo que tampoco. Por cierto, ¿dónde está?.

Algunas se encogen de hombros y otras me dan a entender que todavía no ha llegado.

-Tía, ¿creéis que Marcos no ha venido? - suelta Alejandra haciéndome hueco a su lado. Una vez estoy sentada en las mesas, me da un beso en la mejilla.

-No lo sé, pero son las nueve menos cuarto y no aparece. Fijo que se ha cansado de darnos clase. -ríe Ana.

-Mejor.

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