Él.
17 años.
Seattle.
Padece desorden afectivo.
Cabizbajo y enfadado con el mundo (y con todas las personas que habitan en él).
Tendencia a ser violento y grosero.
Adora.. en fin, supongamos que adora algo.
Odia que le lleven la contraria, que le pr...
Me siento en mi pupitre y miro de reojo la disposición de la clase. Casi todo el mundo está concentrado en su trabajo mientras Jimena se dedica a pasearse entre mesas dando indicaciones que no tienen ningún sentido, ni me interesan en absoluto. Que no, que no se calla.
-Tsh.
Sobresaltada, me doy la vuelta rápidamente y me encuentro con los azules ojos de María clavados en mí. Qué envidia, siempre ha sido una chica guapísima.
-¿Has terminado con lo que ha mandado? Déjame copiártelo porfa, que ya sabes que no entiendo nada de inglés.- dice poniéndome morritos, y luego sonríe con picardía.
Le miro, deseando decirle que si se los dejo no va a aprender nada y que tiene que ser ella la que se esfuerce en mejorar lo que peor se le da pero, en vez de eso, cojo el cuaderno y lo paso hacia detrás.
-¡Gracias, Sandra!
-Nada - digo mordiendo el lápiz sin apretar mucho, y comienzo a dibujar cosas en mi cuaderno. Esa flor me ha quedado súper bonita.
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Estoy tan sumamente concentrada en mi proyecto que no noto cómo se abre la puerta de la clase y alguien entra, hasta que el murmullo ensordecedor habitual desaparece y la clase se funde en un profundo silencio.
-Chicos, buenos días. Siento molestaros, pero será sólo un momentito. Quería hablaros sobre un asunto importante que me urge. Ha sido un poco sorpresa, incluso precipitado, pero creo que os va a gustar.- dice la directora con su tono de siempre, alegre pero firme. Luego, sonríe ampliamente y echa una mirada fugaz a la puerta. Y, cuando le veo entrar, mi corazón se detiene por un momento.