Cuando bajo a cenar veo a mi madre sacando una bandeja llena de quesos. Vaya, no sabía que esta cena era tan importante para ella.
-Daniel, que alegría que bajes. Hoy tenemos un invitado.- dice sonriéndome. Va muy arreglada. Se ha rizado el pelo y se ha maquillado un poco. Y se ha puesto el vestido rojo que le queda justo por las rodillas.- Hay que portarse bien, eh. Anda, ponte una camiseta de manga larga, que hace frío.
Gruño levemente. Sé de sobra que no es el frío lo que le preocupa, sino mis brazos. Creo que no le apetece demasiado que el hombre que va a venir vea todas las cicatrices que los decoran.
Aunque me gustaría decirle un par de cosas, me doy la vuelta y subo. No es momento de empezar a quejarme.
Cuando estoy abriendo el armario suena el timbre. Desbloqueo mi móvil para mirar la hora. 21:34.
Qué puntual.Escucho risas cómplices, y un "pasa, pasa" muy cariñoso.
No me apetece nada bajar, pero quiero verle la cara al tipo que va a cenar en mi casa, así que rápidamente me pongo otra camiseta de color gris oscuro y recorro todo el tramo hasta la escalera.-Mercedes, esto es una pasada. No tenías que haber preparado tantas cosas. Espera, ¿eso es lo que yo creo que es?
-Lo es. Y además lo he comprado hace menos de tres horas. Recién cortado. Supera eso.
Él se ríe.
-Ya lo superé cuando te compré aquellos bombones.
-¿Los de miel y pistachos?
-Los mismos. Me costaron un riñón, querida. Y además casi muero en el intento.
-Sí, porque era la última caja y tuviste que pelearte con una señora mayor.-dice con tono aburrido, como recalcando que esa historia ya la ha escuchado otras mil veces. Luego suelta una carcajada sin importarle una mierda las formalidades. Está claro que esto lleva tiempo en marcha.
-Aquello fue muy humillante, no me lo recuerdes -señala el hombre, riendo.- A propósito, ¿y el chico? Está en casa, ¿no?
-Sí, claro que está en casa. Ha subido a cambiarse hace nada, así que bajará dentro de poco. ¡Daniel!
Mi cuerpo se acciona mecánicamente y comienzo a bajar las escaleras con tranquilidad. Cuando llego al lugar donde está la mesa, me paro. La persona que tengo delante tiene los ojos castaños y el pelo rizado del mismo color. Lleva puesta una camisa a cuadros azules y unos pantalones vaqueros y sonríe.
-Te presento a Mario.- dice mi madre con voz amable.- Es un muy buen amigo mío.
Carraspeo.
Ya, amigo, seguro.-Hola, Daniel, tu madre me ha hablado maravillas de ti. ¿Es verdad eso de que eres un genio en matemáticas?
-No.
-Claro, que sí, Daniel, no seas tímido, cuéntaselo.
-No tengo que contar nada porque no hay nada que contar.
-Como quieras.
Mi madre suspira y blanquea los ojos, y luego echa una mirada fugaz a ese tal Mario como queriendo decir "adolescentes".
Sé que lo que intenta es normalizar mi actitud, dando a entender que la clase de comportamiento que estoy teniendo es algo normal. Creo que pretende que me ponga a contar cosas de mi vida y todo ese rollo cursi que se suele dar en estas ocasiones.
Bien, pues si eso es lo que quiere, eso tendrá.Los aperitivos y la sopa de cebolla se terminan antes de lo que pensaba, y mientras tanto yo sigo esperando al momento perfecto para poder intervenir en la conversación y empezar con mi plan para joderle a mi madre la cena. Ups.
-Esto está riquísimo, Mercedes. De verdad, eres una cocinera magnífica. Díselo tú, Daniel.
Sonrío.
-Está excelente mamá, de hecho, creo que quiero un poco más de sopa.
Mi madre me mira extrañada, pero me acerca el cuenco con cuidado. Cuando lo tengo delante, me sirvo un poco mientras emito un sonido de placer, como queriendo indicar lo bien que huele.
Y entonces cojo la cuchara y me remango las mangas de la camiseta, dejando al descubierto mi colección de marcas y muescas.Mi madre tarda exactamente diez segundos en darse cuenta, y cuando lo hace, abre los ojos como platos, pero no dice nada.
Al ver que Mario no me mira, decido intervenir yo.
-Supongo que mi madre te habrá contado lo de mi enfermedad. O bueno, mi "chispa de locura" como lo llama ella. -digo riendo ligeramente. Joder, ahora sí que parezco un jodido loco de manicomio- Ya sabes, que me he intentado suicidar y cosas de esas.
Mario me mira perplejo, y luego fija la vista en mis brazos, y luego mira a mi madre, que está igual de sorprendida que él, y luego me vuelve a mirar.
Pero para mi extrañeza, cuando me mira esta última vez, sonríe.-Claro que me lo ha contado. Y no hay ningún problema. ¿Tienes tú algún problema con eso? Además, ahora estás bien, ¿verdad?
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Huellas
Genç KurguÉl. 17 años. Seattle. Padece desorden afectivo. Cabizbajo y enfadado con el mundo (y con todas las personas que habitan en él). Tendencia a ser violento y grosero. Adora.. en fin, supongamos que adora algo. Odia que le lleven la contraria, que le pr...