La oigo a ella y las voces de mi cabeza se detienen.
Es una voz dulce, y me da la sensación de que la he escuchado antes.No quiero abrir los ojos. No quiero. No quiero volver a sentir cómo me estampo contra el frío suelo una vez más.
Pero necesito verla.
Sólo verla.Entreabro el ojo izquierdo lentamente, con miedo, y consigo dislumbrar la borrosa figura de dos niñas abrazándose.
Parpadeo.-¡Dios mío, Julia, siento haber venido tan pronto!- dice la que acaba de llegar mientras se incorpora, y se retira un mechón de pelo que le cae por la frente, recogiéndoselo detrás de la oreja.
Está sofocada y le arden las mejillas por el cansancio. Parece preocupada y agobiada, y habla muy rápido, como si tuviese muchas cosas que decir.- Es que mi madre no me dejaba venir por la tarde porque dice que tengo que estudiar para el examen de matemáticas del miércoles. Está pesadísima últimamente con eso de los estudios.Conforme habla , noto una extraña sensación, como si algo me hiciese cosquillas en los oídos.
Joder, la conozco, juro que la conozco.¿Qué es lo que me pasa?
-Qué pringada.- ríe Julia mientras se pasa las manos por la cabeza. De repente, parece mucho más simpática y también mucho más femenina.
Ninguna de ellas se fija en mí, ni parece ser consciente de que las estoy mirando.
Se limitan a hablar amistosamente, y yo trato de identificar qué es lo dice la morena, que no para de sonreír y de reírse. Es un ruido muy dulce y me molesta. Joder, me molesta mucho.
Cierro los ojos e, instantes, después las escucho murmurar algo que no logro entender pero que debe de ser sobre mí, porque instintivamente noto cómo las dos me miran.–Eh, tú. Danieeeeeeeeel.- dice Julia con voz de pito. Qué insoportable es.
No la hago ni caso, e incluso suelto una especie de ronquido para resaltar el hecho de que no me importa lo que dice.
La oigo bajarse de la cama y dirigirse hacia mí dando pequeños saltos, sin apoyar la pierna en el suelo.-"Daaaaaaaaaanieeeeeeeeeeel no sé cómo te apellidaaaaaaaas" -me susurra en el oído que tiene más cerca a la vez que me sacude bruscamente.- Despiértate, coño.
-Daniel Camaro- digo, sobresaltándola- Me llamo Daniel Camaro. Si te vas dedicar a tocarme los huevos, al menos hazlo bien.
-Y este es mi queridísimo, simpático y súper agradable compañero de habitación.- dice Julia con ironía, señalándome con las dos manos.
La otra se ríe y yo espero pacientemente a que conteste pero, cuando lo hace, me sorprende lo que dice. No me esperaba que fuese la típica tía que dice palabrotas.
-Parece un poco gilipollas, ¿no?- comenta como si nada, mirándome fijamente con sus enormes ojos marrón claro, muy abiertos. Algo se remueve dentro de mí. Hay algo.. raro en ella. No sé qué cojones es, pero es difícil de explicar. Es diferente a las otras miradas.
-De hecho, lo es- dice Julia, y suelta una carcajada muy basta. Qué niñas más jodidamente desagradables.- De todas formas, te la presento. Se llama Sandra.
La miro y ella me sonríe levemente sin enseñar los dientes.
Me vuelvo a girar hacia la pared sin hacer caso a ese cosquilleo que está en mi cabeza desde que ha entrado por la puerta. Será la herida.-Siento interrumpiros, chicos- me giro de nuevo y veo cómo la doctora Gema entra por la puerta con aire decidido. Se planta en medio de la habitación, se cruza de brazos, y hace que Julia se ponga alerta y vuelva a su cama de inmediato. Sandra se queda quieta y las mejillas se le tornan de un color rojo claro.
-Hombre, Gema- dice la que no tiene pelo mientras abre un zumo de melocotón.- Ya decía yo que hacía mucho rato que no venías a cotillear. Pero no te preocupes, hoy no va a haber nada de petardos ni cosas así. De hecho me duele un poco la cabeza. ¿A que me traes un ibuprofeno?
-No vengo para nada de eso. Daniel, tienes visita.
Echa una mirada fugaz hacia atrás y en la habitación entran dos personas.
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Huellas
JugendliteraturÉl. 17 años. Seattle. Padece desorden afectivo. Cabizbajo y enfadado con el mundo (y con todas las personas que habitan en él). Tendencia a ser violento y grosero. Adora.. en fin, supongamos que adora algo. Odia que le lleven la contraria, que le pr...