Él.
17 años.
Seattle.
Padece desorden afectivo.
Cabizbajo y enfadado con el mundo (y con todas las personas que habitan en él).
Tendencia a ser violento y grosero.
Adora.. en fin, supongamos que adora algo.
Odia que le lleven la contraria, que le pr...
En mi sueño aparece el hospital al que iba innumerables veces cuando estuve interno.
Estoy en una sala de espera, sentado entre las demás personas que aguardan su turno para ver a sus familiares o conocidos. Si alzo un poco la vista, puedo divisar la silueta de mis padres al fondo del todo. Mi padre está de pie, y da vueltas en círculo mientras se muerde una uña pensativo, mientras mi madre, sentada en la fría y metálica silla, solloza, y las lágrimas ahogadas ruedan por sus mejillas. Es difícil saber quién es la chica de ojos tristes que se encuentra a su lado y le acaricia el brazo con delicadeza, pero sé que ni la conozco, ni es la típica tía con la me juntaría.
Aunque debería sentir cualquier tipo emoción hacia ellos, no siento absolutamente nada. Sin embargo, la curiosidad me corroe. ¿Por qué están aquí?
Me acerco silencioso, pero ellos no pueden verme, por lo que apoyo una mano en el hombro de mi madre que, por supuesto, no se inmuta. La niña que está a su lado alza la mirada y la posa en mi durante unos segundos, y luego sonríe. Aunque sé que ella tampoco puede verme, siento que realmente puede sentir mi presencia, lo que me incomoda y asusta un poco al mismo tiempo. Cuando me canso de mirarla, me alejo de ella y de mis padres y me siento en el suelo, en medio del cuarto.
Así, veo cómo pasa el tiempo en el gran reloj azul celeste de la pared, mientras la gente va entrando y saliendo de las distintas habitaciones, entre llantos desesperados, sonrisas de alivio, ramos de flores y cajas de bombones de marcas caras. Ja, como si sólo pudieran permitirse el lujo de regalos cuando alguien está enfermo.
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Me levanto un par de veces, pero no consigo deducir cuál es el motivo de todo esto, de por qué estoy aquí, de por qué están mis padres aquí, y de qué cojones tengo que hacer para averiguarlo. Sólo hay plantas y plantas llenas de habitaciones cínicas y blancas, vacías y ocupadas, y estoy cansado de recorrerme los pasillos de lado a lado sin saber que buscar.
Vuelvo de nuevo al lugar en el que se encuentran mis padres, y espero.
Al cabo de media hora, aparece por la puerta un hombre de bata blanca y gafas de culo de botella. A su lado, otro vestido de traje, es alto y lleva un maletín de piel en la mano. Los dos tienen cara de no traer muy buenas noticias.
-Señores Camaro, soy el doctor Johnson. -dice el primero de ellos mientras mi madre se incorpora para estrecharle la mano sin dejar de llorar.
-Somos los padres de Daniel.- dice mi padre con voz grave. Cómo si no fuera obvio- ¿En qué estado se encuentra ahora nuestro hijo?
El señor de blanco se frota las manos y murmura algo que es inaudible para todos salvo para él mismo.Luego traga saliva y dice con dificultad:
-Señores Camaro, lamento mucho tener que comunicarles que su hijo Danielha fallecido hace unos minutos.
Se escucha un grito ahogado y alguien cae al suelo. Y no es ninguno de mis padres.