4. Descubierta

3.5K 296 9
                                    

Me pregunto en serio desde cuando está Jeremy allí. Qué vergüenza. Él seguramente ha escuchado todo lo que estaba hablando con Ian. Seguro. Me ha llamado Mili cuando preferiría un millón de veces que me diga Emily o Em. Y si no fuera quien es, ya le habría abofeteado. Me quedo tiesa. En estos momentos necesito una caja enorme para meterme en ella y no salir nunca más.

Yo me siento muy abochornada, mientras a él parece que le divierte esta situación; quizás sea mejor salir corriendo. Eso quiero hacer, y me dispongo en serio, pero mis piernas no responden. Me le quedo mirando lela otra vez, y una vez más me percato de sus duros rasgos, y lo lindo que es Jeremy. Él me lleva un año, es más alto que yo por muchos centímetros, uno ochenta tal vez. Atlético; su piel blanca está un poco bronceada debido a que es el capitán del equipo de futbol de la escuela, y entrenan mucho al sol. Su corte de cabello con cresta y casi al rape en los lados, le da ese aire de tipo maloso atractivo y rudo a la vez. Sus ojos azules ahora me enfocan de nuevo como en el autobús y yo tengo que apartar mi mirada en un rápido efecto reflejo para que no vea la fascinación en los míos, y para colmo mis estúpidas mejillas deben estar coloradas. ¡Demonios! Me detengo de llevarme las manos a la boca para que no piense que soy aún más idiota.

―No vas a decir nada Mili ―arrastra mi odioso apodo y me contengo de conjurar unas enormes ganas de chillar de rabia.

Él realmente no sabe lo insensible que está siendo y lo que eso le hace a mi corazón. Recuerdos frustrantes y tristes que me llenan de rabia. No obstante, es el gran Jeremy Ross, hijo del famoso juez Jonathan Ross, y no puedo descolocarme frente a él. No más de lo que ya lo he hecho con mi tonta reacción.

―N-No, es... mi novio ―balbuceo increíblemente.

Y es que Ian Mcmaster, no es mi novio, fue todo un martirio durante mi niñez, tanto que agradecí que se fuera bien lejos, cuando su padre aceptó un trabajo que le hizo cambiar de ciudad; aunque no tenía idea que ahora estuviera viviendo en Australia, y él muy estúpido no tuviera en cuenta la diferencia horaria al hacerme llamadas. Él ríe haciendo una mueca torcida con su boca.

―Estaban teniendo una pelea ―omite lo que digo e insiste.

¿¡Es que no escuchó!?

―Ya... te dije que no es mi n-novio ―replico, por poco y tartamudeo ahora, creo que me fui de la olla. ¡No!, me espeto para darme ánimos son solo los nervios. Es su imán natural.

―No te creo ―espeta acariciando su barbilla barbada.

Inconscientemente miro mi teléfono. Me fijo en la hora. Estoy frita, la clase de física ya debió de haber comenzado y el profesor Sanders debe estar pasando la lista. Será mi primera falla. Me había prometido que iba a ser una muy buena alumna y no me saltaría ninguna clase para salir impecable de la secundaria.

Si lo que quiero es obtener mi libertad, lo último que tengo que hacer era darles la lata a mis padres con asuntos de la escuela. Él camina más cerca de mí y se detiene.

―Que pasa Mili ―vuelve la mula al trigo―. Y yo me recuerdo que no debo perder el glamour.

―C-Clases. La clase ya empezó ―logro articular.

―Si te fijas ya no hay tiempo ―afirma recogiendo los puños de su buzo y señalando su fino reloj―. Lo has perdido peleándote con tu novio ―acusa, y creo que me voy a empezar a enojar si menciona que es mi novio otra vez.

―Te dije que no es mi novio ―aclaro rodando mis ojos en un intento por esquivar su mirada y serenarme.

―Entonces por qué no respondes.

―Porque no tengo nada que decirte.

―No tienes nada que decir respecto a tu novio

―¡Deja de insinuar eso! Además, tampoco es tu asunto. Yo no te ando preguntando por que Kate te dejó.

Antes del fuego✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora