17. Ducha y Sándwich

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Jeremy me abraza fuerte, y como la noche anterior espera a que reposemos hasta que se normalicen nuestros cuerpos. Estoy dichosa de que esta vez el estuviera tan afectado como yo. Ya no puede decir que soy la única que se moja. Hace mucho calor, y cuando se despega de mí, un hilillo de frío provoca que tiemble y me abrace a mí misma. No puedo evitar la vergüenza, no lo miro; pero sé que estaba subiéndose los pantalones por el ruido que causa al subirse el cierre.

―Hay un baño en la habitación del segundo piso, ve allá, y dúchate ―dice dándose la vuelta.

Tomo mi ropa y tapo mis partes con vergüenza y con la cabeza gacha.

―¿Y tú?

―¿Quieres que nos duchemos juntos? ―Propone serio―. No me molestaría, solo si te parece.

¡Oye! Como sabe que le voy a proponer eso.

―¡Ah! ―No logro procesar, no lo logro, ¿qué es lo que dijo?

―Ahorraríamos tiempo y agua. Y prometo que mantendré mis manos quietas ―continúa comentando su tentadora propuesta, mi cabeza da vueltas.

¡Tomar una ducha juntos! ¡Ahorrar agua y tiempo! No puede ser más recursivo con los problemas del planeta para conseguir que yo realmente lo piense. Cuando en la vida habría pensado que tomaría una ducha con un chico, y muy a mi pesar tengo que aceptar que eso se escuchaba bastante razonable. Ahorrar... tiempo; porque hasta ahora he perdido por completo la noción de él, y aun no quiero mirarlo. Él continúa atento a mi respuesta. Tomo aire. No suena tan mal y prometió mantener sus manos quietas.

―Está bien. Y cumple lo de mantener tus manos quietas ―le recuerdo su palabra.

Él sonríe amplio y victorioso, no dice nada, y se encamina por las escaleras. Bajamos al segundo piso, y luego al pasillo de las habitaciones. Sigo detrás de él con mi trasero al aire hasta que llega a una de las puertas, gira el pomo y la empuja. Una acogedora habitación amoblada con chimenea y totalmente rustica se encuentra tras ella.

―Allí está ―señala la puerta del baño dentro de la habitación―. Entra primero, mientras busco toallas.

Me dirijo hasta la puerta y una vez dentro me quedo boquiabierta con el inmenso baño. La tina es tan grande que más parece un jacuzzy. Desvío mi camino, y me dirijo hasta la ducha, antes dejo mi ropa a un lado y completamente desnuda corro la puerta de vidrio corrediza y entro. Abro la llave y el agua cae sobre mi piel haciéndome temblar un poco. Él entra al rato.

―Linda vista ―sus palabras golpean ponzoñosas en mi espalda, pasa por mi lado totalmente desnudo y sin un ápice de vergüenza como si la tengo yo.

No se espera y me gana abriendo más la regadera, mientras yo estoy todavía como una boba tapándome de nuevo. Tampoco me da tiempo a decirle que sale mucha agua y me mojará el cabello. Es tarde, me baña en el acto de pies a cabeza; aunque odie que me moje el pelo, el agua se ha puesto realmente fresca y deliciosa. Le observo lela mientras se embadurna la cabeza de champú, porque no soy capaz de mirar mas hacia abajo, hasta que se da cuenta y alarga su mano espumosa hacia mí, me echo hacia atrás casi cayéndome. Él me sostiene de la cintura con su rápido efecto reflejo, juntándonos. Partes tocan partes. ¡OH! ¡OH! Y se endurece.

―Si sigues haciendo eso no podré mantener dos cosas quietas ―advierte, y yo le empujo un poco para que se aleje.

―Lo siento, me sorprendiste ―me excuso.

―Déjame lavarte el pelo.

Su risa es energizante. Y solo me concentro en ella, no podría hacerlo en nada más, las imágenes de su cuerpo desnudo saturan mi cabeza, y eso me está poniendo caliente otra vez.

Antes del fuego✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora