28. ¿Vienes a la fiesta conmigo?

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La clase de matemáticas pasa sin pena ni gloria, y los ejercicios para la próxima clase no son nada difíciles; lo cierto es que no soy un as para las ecuaciones; solo me esfuerzo para no reprobarla y tener que volver a repetirla. Me despido de las chicas con la excusa de que necesito ir al baño urgente; que tal vez me bajó, para que no me pregunten o detengan, y en particular Phoebe, quien ya sabe quién es el causante de mis males; sin embargo, no puedo contarle aun, que no lo he dejado con Jeremy. Y quizás ahora menos, después de lo que ocurrió anoche. Me pregunto si podré dormir, y a todas estas aun no encuentro mis boxes.

Pido de primero para llevar en la cafetería y esto me da ventaja. Hago el pago maldiciendo a Jeremy por disminuir mi mesada y huyo antes de que alguien se dé cuenta, y con mucho sigilo me escabullo a la parte de atrás de la biblioteca; él ha dicho en el mensaje que ese es nuestro lugar. Sí, estoy flipando. Cuando llego allí, como la vez anterior, él ya está allí sentado en el mismo muro. Tiene puesto unos audífonos skullcandy, contramarcados con su apellido y con los ojos cerrados parece ensimismado con lo que escucha. ―De seguro la viejera de Poison―. Río para mis adentros.

Le observo con las dos bolsas de comida en mis manos hasta que abre sus ojos y me ve, y en su cara se dibuja una mueca de sonrisa. Se quita los audífonos y palmea a su lado para que me suba también y me siente a su lado. Obedezco, y le entrego su bolsa con su pedido. Yo destapo la mía y saco mi hamburguesa pequeña. Esta vez no he pedido papas.

―¿Para qué me citaste aquí? ―Pregunto para tantear el terreno, luego de morder un pedacito de mi hamburguesa, esta vez espero que no se me chorree la salsa en la boca. Me daría vergüenza con Jeremy.

―Nada en especial, solo quería que almorzáramos juntos.

―¡En serio! Aquí, alejados de todo el mundo, e invitado por mí. Que original ―rechisto irónica.

Él se encoje de hombros mordiendo por segunda vez su perro caliente. Lo acaba y mira dentro de la bolsa. Sus ojos se iluminan.

―¿Trajiste dos?

Yo asiento toda triunfante.

―Gracias ―dice muy casual, tierno y mi orgulloso ego se empequeñece; no esperaba que me lo agradeciera. A veces es tan impredecible―. Aquí alejados de todos podemos compartirlo solo los dos, hacerlo nuestro momento de almuerzo especial. Y yo ya invité; era tu turno.

―Que conveniente ―me mofo.

―No, solo soy equitativo.

―¡Vaya! ¿Así lo llamas?

―¿Prefieres que yo te invite todo?

―No. No es... eso...

Golpe bajo. Suspiro. Lo que ha dicho es realmente sincero; sin embargo, también me haría muy feliz no tener que escondernos. Bien, a pesar de eso, estoy feliz que quiera almorzar solo conmigo, en vez de sus amigos. Incluso si yo soy quien paga.

―Si fuera así, no me molestaría; es solo que no quiero abrumarte con mi superioridad económica ―continúa hablando.

―Que considerado. ―Reí dándole un golpecito en el brazo.

―No tengo problemas con eso. Tampoco quiero jactarme de mis riquezas; pero, puedo darte todo lo que necesites para mantenerte a mi lado.

¡Cielos! Otra vez... con eso. Sopeso la frase; y aunque suena extraña y convincente al tiempo, ¿Cómo puedes confiar ciegamente en una proposición como esta? Él me gusta en serio; sin embargo, nada puede afirmar que es la persona con quien voy a compartir toda mi vida...

Antes del fuego✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora