26. Mutuamente complacidos

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―¿Que me harás? ―Pregunto.

Él se retira poniéndose a horcajadas sobre mí. Intento levantarme y el estirando su brazo y poniendo su dedo índice en mi frente me da un leve empujóncito que indica claramente que me quede en esa misma posición. Suspiro profundo. Obedezco. Seguido siento como sus manos toman los bordes de mi camiseta y lentamente la va levantando y enrollando alrededor de mi cuerpo. Le miro y parece muy concentrado en su labor. No objeto nada, arqueo mi columna cuando la va recogiendo a la altura de mis senos dejándolos al descubierto, rígidos.

―Lindos y sexis calzones, Em. ―Claramente se mofa, obvio sabe lo muy abochornada que estoy por lo que hace.

No intenta nada, me mira, sonríe y prosigue. Levanto mis brazos con su insistencia y los llevo hacia atrás de mi cabeza, a medida que la sube por mi cuello, mi mentón y se detiene en mi boca.

―Muérdela y cierra los ojos. Es hora de jugar ―ordena en un susurro y su aliento pega en mi nariz lo absorbo todo. Muerdo la tela enrollada en un grueso envuelto y cierro mis ojos. Mi cuerpo tiembla y se estremece ante la expectativa.

Sus manos tocan mis senos, los acaricia y pellizca duro mis pezones, mi cuerpo se arquea y salta involuntario ante su atrevida acción, le escucho un leve murmullo de risa. Deja mis pezones, y siento como se retira despacio, por los movimientos que hace en la cama; ahora sus manos viajan por mi estómago que está hecho todo un caos interno; acaricia mi bajo vientre, mi sexo, mis caderas, los bordes de la cinturilla de mis curiosos boxes de lolita, en los que mete sus pulgares y lentamente empieza a bajarlos, me revuelvo con la idea de estar otra vez completamente desnuda ante él; se detiene, y me obliga a calmarme y quedarme quieta hasta sacármelos completamente, los contempla frente a sus ojos y luego los desaparece sin saber dónde los tira.

Un gemido agudo sale de mi boca. Aprieto duro mis ojos; porque ahora mismo él está mirándome directamente allí. Jadeo ahora. Me quedo inmóvil, mis mejillas arden, mi centro mojado y estoy muerta literalmente de vergüenza; aunque en medio de todo este subidón agradezco el haberme depilado toda para la fiesta del Parnasus. Me estremezco de nuevo. Junto mis piernas, le oigo chasquear los dientes y seguido me las abre con un poco brusquedad y procede a flexionarlas. No aguanto las ganas y abro los ojos, flexiono un poco mi cuello hacia delante para encontrarme con su cara a pocos centímetros de mi sexo, me mira y sus ojos azules son desaprobadores. Hace un gesto. Me resigno y vuelvo a echarme hacia atrás cerrando nuevamente mis ojos.

―Eso es pequeña, relájate y quédate así ―dice―. Abraza mis muslos flexionados rodeándolos con sus brazos manteniendo firme mis rodillas, y antes de hacer lo que ahora estoy segura que va a hacer, habla de nuevo.

―Muérdela duro, y agárrate de algo ―demanda.

Muerdo la tela, y estiro mis manos aferrándome a las sabanas. Gimo de nuevo cuando la boca de Jeremy se hunde en mi sexo y el sonido que sale de mi boca es apenas audible para nosotros gracias a la tela que estoy mordiendo, aprieto más mis ojos y no puedo contener los ruidos ahogados que están saliendo de mi boca. Jeremy besa mi vagina, succiona y mete su lengua en ella, y la sensación que causa es suave, dulce y arrolladora. Mi cuerpo salta, y es él quien me contiene con la presión de sus brazos; aun así se revuelve involuntario contra su boca pidiendo más de eso. Si no tuviera la tela en mi boca ahora mismo se escucharían mis verdaderos gritos y todo el vecindario me escucharía.

Lame de arriba abajo, su lengua hurga dentro y vuelvo a saltar y él a mantenerme en mi lugar. Mi cuerpo sube de temperatura, y está tan caliente que va a explotar. Su lengua se mueve más dentro, y su boca me devora. La sensación es tan fuerte y tan intensa, no lo puedo contener más. Mi estómago da vueltas. Exploto en un intenso orgasmo, doloroso y dulce al mismo tiempo. Muerdo más la tela, mis labios y mi mandíbula duelen de tanto apretar.

Antes del fuego✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora