—Me sorprendes —Ted levanta la mirada de su teléfono. Estira su mano y lo coloca en la mesa que reposa junto a su camilla—. Pensé que lo tomarías igual que tu hermana.
Sus ojos color cielo me miran sin comprender.
—¿Phoebe ya la ha visto? —Asiento tomando asiento junto a él.
Necesito esto, esta conversación padre e hijo.
—Sí —musito—, y no lo tomó nada bien. —Hace un gesto con sus labios que me hace reír de manera imperceptible.
Algo en él no anda bien, se nota que todavía está afectado por haber visto a su madre.
—Hay algo que me diferencia de Phoebe —frunzo el ceño—. Ella no guarda recuerdos de mamá, en cambio yo tuve la dicha de por lo menos guardar el recuerdo de sus ojos. Es algo que a medida que fui creciendo me ha hecho conocer a las personas. —Lo miro impresionado. —En uno de los juguetes que había en el sótano de la casa había uno que ha perdurado conmigo todos estos años, un pequeño helicóptero con una frase que ha sido mi salvamento al tormento que se crea en mi interior al no tenerla junto a mí. —Trago saliva con dificultad. —Esa frase ha significado mucho en mi vida y me ha enseñado que jamás se puede mentir, que el ocultar algo queda al descubierto al ver a la persona a los ojos. —No comprendo a dónde quiere llegar, pero me inquieta ver la profundidad de su mirada. Tristeza, decepción y temor. —Los ojos son las puertas del alma —un nudo lo bastante grande se ha instalado en mi garganta. Mi corazón incrementa su latir de una manera descomunal—. Me mentiste, papá. Quiero la verdad.
El aire ha quedado atascado en mis pulmones. Por primera vez desde que mi esposa regreso siento realmente temor. La actitud de Ted es pacífica, calmada, está tan relajado que me inquieta con la seguridad que afirma aquellas palabras.
—No comprendo. —Niego levemente con la cabeza.
Mi voz ha sonado temblorosa y mi corazón amenaza con salirse de mi cuerpo.
Niega con una pequeña sonrisa que denota lo fingida que es al ver sus lágrimas salir sin poder retenerlas.
—Te digo que me mientes y aun lo sigues haciendo —no sé qué decir o hacer. Su voz, aunque sus lágrimas demuestran que esta triste, que siente dolor interno, no muestran en su voz su estado. Habla como aquel domador de animales que se acerca al mismo con palabras conciliadoras, como un psicólogo analizando a su paciente, como un hijo a espera de una verdad—. No lo hagas más, papa.
No quiero pecar de imprudente, no quiero aventurarme a lo que mi subconsciente me advierte y que sea la respuesta equivocada.
—No sé de qué hablas, Ted. —Lleva ambas manos a su cabeza y las pasa por su cabello, desciende por su cara para terminar en su barbilla.
Mira al cielo soltando una palabra que no logro escuchar.
—Mama poseía un color de ojos increíble y único. —Mi cuerpo experimenta una subida de tensión al entender todo. Lo sabe, sabe que la mujer que vio hace horas es su madre. —Su cabello era idéntico al mío, pero con un brillo que te atraía a enredar tus dedos en él. Su rostro era hermoso, mamá era una mujer increíblemente hermosa y cada segundo me decía a mí mismo que te entendía, entendía porque durante todos estos años no habías llenado ese vacío que dejó ella, porque ninguna mujer era lo suficientemente atractiva para incitarte, seducirte e inclusive enamorarte.
Es imposible que lo recuerde, pero lo hace.
Cierro los ojos dejándome llevar por sus palabras. Recordando el dolor, sintiendo como lo vellos de mi piel se eriza al recordar cada día de dolor, cada segundo de sufrimiento, el abismo de oscuridad y tristeza que me proporcionaba su pérdida, su ausencia involuntaria que llevo a mis hijos a un continuo sufrimiento.
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La Sombra de mi Ángel #1 (Saga Sombras, Grey)
FanfictionUn amor que ha perdurado intacto por los años. La muerte de la mujer que ama lo ha llevado a un continuo sufrimiento de donde no ha podido escapar. Entre tanto dolor y el regreso de sus sombras, se encuentran dos seres que aun en medio de la tristez...