—Sabes que no tengo problema alguno en quedarme en tu departamento —Tobías suelta y, ciertamente, ya había perdido la cuenta de cuantas veces había dicho lo mismo, pero no se rendía, en lugar de ello seguía insistiendo.
—El señor Midas está aquí, no puedo dejarlo solo —murmuro. Esperando en silencio a que aparque su auto frente a la enorme casa. Luego de una larga ronda de sexo y una interrupción no deseada por parte de Emilio, habíamos regresado a casa del moreno—, pero si te molesta regresaré a mi departamento.
Me dirige una mirada mordaz y con ello me indica que no debo ir por aquel camino. Ciertamente, tiempo atrás me hubiera asustado, sin embargo, justo ahora, lo único que causaba en mí era gracia.
—No sé que es tan gracioso, Drea —gruñe, apagando el motor para luego abrir la puerta de su lado, cuando baja, me dirige una dura mirada—, tu y ese gato no se irán de la casa.
>>Te lo dije, te quiero aquí, conmigo.
Pongo los ojos en blanco y lo siguiente que hago es bajar del auto. Tener a Tobías insistiendo en algo con lo cual no me sentía segura, iba a terminar estresando y, ciertamente, tenía suficiente con la universidad.
Cierro la puerta del auto con tranquilidad, para luego dirigirme a la puerta principal de la casa, Tobías me sigue de cerca y sé que se está liando con mi bolso.
Cuando llega a mi lado, me fulmina con la mirada, haciéndome sonreír mientras él se encarga de abrir la puerta. Las voces no tardan en llegar a mis oídos y, como toda asocial que soy, hago mi camino directo a la habitación de Tobías.
Lo escucho suspirar, pero no me detengo.
Luego de tener una gran tarde con él, no quería arruinarla escuchando los comentarios por parte de su familia. Ciertamente, él que su hermano y su cuñada se metiera en nuestra extraña relación, me irritaba demasiado.
¿No éramos lo suficientemente mayores como para hacer lo que queramos con nuestras vidas?
—Te subiré algo para que comas, Drea.
Giro mi cabeza un poco, regalándole un guiño al moreno, quien simplemente niega un poco divertido y continúo con mi camino.
Una vez que llego a la habitación de Tobías, cierro la puerta detrás de mí y me apoyo contra la misma. La sonrisa en mi rostro no desaparecería con nada, me sentía mucho más allá de feliz y era algo que sólo Tobías había logrado.
Me había hecho el amor de todas formas y las secuelas aún continuaban vibrando en mi cuerpo. Era capaz de sentir la sensación de sus labios recorriendo mi cuerpo y, ciertamente, mañana estaría más adolorida que de costumbre.
Sacudo mi cabeza, tratando de alejar aquel pensamiento de mi cabeza. El dolor valía la pena si era resultado de una larga faena de sexo con Tobías Vidal.
Suelto un suspiro, fijando mis ojos en la gran cama que llenaba la habitación, en el centro de la misma descansaba un sobre, la cual llama mi atención más que cualquier cosa.
Me encamino a la cama, totalmente curiosa por ver el contenido del sobre. Cuando me hago con él, mi ceño se frunce cuando descubro mi nombre junto al de Tobías en el mismo.
La puerta se abre, sobresaltándome de manera y me encuentro con la mirada confusa del moreno.
—¿Qué haces?
—Nada —murmuro, levantando el sobre para que él pueda observarlo—. Encontré esto aquí. Tiene nuestros nombres.
Éste parece mucho más confundido que yo y, con algo de prisa, cierra la puerta para dirigirse hacia mí. Deja mi bolso sobre la cama, para luego sentarse a mi lado y tomar el sobre.
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WildFire ©
ChickLit"Tocame como a tu primera guitarra, donde cada simple nota es demasiado fuerte." -WildFire, De...