2.

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—Esto es estúpido —murmuro, aceptando la bolsa que el paramédico me ofrece—. ¿Por qué no puedo irme? ¡Yo no hice nada!

—El señor de allá índico que usted fue quien lo chocó —El castaño frente a mi señala al hombre que se había estancado a gritarme un sinfín de maldiciones, aun cuando le indique que no había sido intencionalmente, opto por continuar con su regaño.

Actuando como todo un padre.

—Conducir en medio de la noche sin las luces encendidas es una falta grave —Me defiendo, alejando las manos del chico de mi cuerpo—. Él no se saldrá con la suya.

Antes de pensar con claridad, me veo caminando hacia aquel alto hombre. Su porte podría intimidarme si no estuviera tan cabreada. Tener que estar bajo el frio de la noche por un capricho suyo, solo aumentaba la mala leche en mi sistema.

—Como le dije, yo estaba conduciendo tranquilamente cuando el impacto llego a mí.

—Serás imbécil —Gruño, llamando la atención de ambos hombres—. ¿Conducir en medio de la oscuridad con luces apagadas no es una infracción?

—¿Conducir como desquiciada no es uno más grave? —Mi boca se cierra de golpe ante los ojos azules que ahora me observan con un brillo que no logro entender—. Sí, eso pensé.

—Será mejor que ambos me acompañen al hospital. —El policía ofrece. Sabía que, aquel chico le había indicado del dolor que había aparecido en mi pecho, pero lo único que yo deseaba era ir a mi casa y tomar un merecido descanso.

—Eso no será posible, debo volver a mi departamento. —Lo observo, esperando a que logre entenderme.

—Será lo mejor —El alto y algo mayor hombre murmura sin quitar los ojos sobre mi—. No creo que sea una buena idea estar completamente empapada con este clima.

—La lluvia no es una buena compañera. —Respondo, el sarcasmo tiñe mi voz que recibo una mirada de advertencia por parte del policía. Ya lo conocía, pero simplemente no podía recordar su nombre. Él había intervenido en alguno de los casos de rescate, junto a Carlos y los hermanos Sanz.

—Será mejor que te revisen el pecho, Drea —Intenta hacerme cambiar de opinión, y maldigo a Dios por haberme dejado una mala memoria—. Sarah no estará feliz si dejo que te pase algo.

—Sé cuidar de mi misma —Suelto, ya dejando que el cansancio se filtre en mi sistema. Mis ojos se posan sobre el hombre de ojos azules. Aquellos ojos aun mantenían una duda instalada en mi mente, pero decido dejarla de lado—. Puede encontrarme en el Refugio de bando, estoy ahí de lunes a viernes, de 8 de la mañana a 7 de la noche, señor...

—Vidal —El aclara, extendiendo su mano en mi dirección. Dudo un momento al tomarla, pero termino haciéndolo, negándome a desairarlo aun más—. Tobías Vidal.

El estremecimiento que sacude mi cuerpo en cuanto nuestras manos se tocan, me incomoda de inmediato. Podía estar cien por ciento segura de que mis pechos llamaban la atención hasta del hombre más ciego, y cuando los ojos de Tobías caen sobre estos, me limito a morderme el labio inferior.

No podía negar el hecho de que él era realmente apuesto, aun para tener más edad que yo, parecía mantener su juventud intacta.

El ceño fruncido que mantenía mientras me observaba, hacia resaltar mucho mas sus ojos, la ligera barba cubriendo su mandíbula me invitaba a acercarme a él. Tal y como lo hacía un gato en busca de caricias.

La imagen de Tobías arrinconándome contra una pared mientras paseaba su mandíbula por mi espalda, erizando la piel a su paso, me hace apretar los muslos con fuerza.

WildFire ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora