—Esto es demasiado —musito, agradeciendo en silencio cuando Tobías me ayuda a tomar asiento. La elección de Tobías se había inclinado por el O curro da parra1, el mismo restaurante que me costaría tres meses de salario, y al parecer, para él no era problema alguno—. Ya sé porque insistías en que usará un vestido.
—Quería que usarás vestido por mí, no por el restaurante —No puedo evitar sentir confusión por sus palabras. ¿Qué quería decir con eso? Yo me sentía incomoda. Mucho más de lo que podía dar a conocer—. Relájate.
—¿Cómo voy a relajarme con todos esos ojos sobre nosotros? —susurro, apoyando mis codos en la mesa mientras me inclino en su dirección. Tobías sonríe, pero su sonrisa no llega a sus ojos. En realidad, era la misma sonrisa que me mostró aquella noche en mi departamento, esa que decía: "Voy a follarte hasta que pierdas el conocimiento".
Trago saliva, tratando de mantener la calma.
—Eres hermosa, Drea —musita con voz ronca. Su cuerpo está completamente relajado mientras lo dice, pero cada terminación nerviosa en mi cuerpo cobra vida cuando sus ojos se pasean sin descaro alguno sobre mis pechos—. Es un verdadero deleite observarte...
Intento respirar como si nada, pero la intensa mirada de Tobías me lo impide, es como si sus ojos miraran más allá del vestido, cómo si en su mente estuviera completamente desnuda.
—Bienvenidos a O curro da parra, soy Oscar y seré su mesero por esta noche, ¿Qué puedo servirles? —Nuestra batalla de miradas no termina cuando el camarero interrumpe, en su lugar, Tobías (aun con sus ojos sobre los míos), responde.
—Una botella de Richebourg Gran Cru2, por favor. —Los menús son colocados sobre la mesa, y Oscar dice algo que no soy capaz de entender.
—¿Ese vino no es demasiado caro? —Pregunto, tratando de desviar el tema. Tobías se rasca la barbilla, y lo único que obtengo como respuesta es un encogimiento de hombros—. Si quisiera silencios eternos hubiera escogido al señor Midas.
—¿Quién?
—Alguien que si aprecia mi presencia, señor Vidal.
—Aprecio su presencia, señorita Castille —No ha tocado el menú, y por ende yo tampoco. Me sentía mucho más allá de nerviosa—. ¿Quién es Midas?
Me muerdo la lengua al darme cuenta de su ceño fruncido. ¿Qué diablos estaba pensando?, y ¿Por qué me daba tanta gracia el verlo así?
—Nada importante —Descarto con rapidez—. Mi auto ya está listo, según lo tengo entendido, ¿Por qué no lo tengo en mi poder?
—Porque no lo necesita.
—Lo necesito —Niego con rapidez, recordando el hecho de que tenía poco tiempo para tomar una decisión—. Tengo asuntos personales que arreglar y, ciertamente, no quiero tenerlo como chofer, señor Vidal.
—Yo no tengo problema alguno con eso, Drea.
—Necesito mi auto —Digo, tratando de sonar algo cansada—. Creo que tuviste suficiente paga por mi parte, quiero dejarlo así. —Sí, sé que puedo estarme humillando frente al hombre más sexi con el que había estado, pero era tiempo de dejar las cartas sobre la mesa. El no intentaría acostarse conmigo por el simple hecho de que le gustase, yo había chocado su auto y él había corrido con todos los gastos.
Era una ecuación bastante sencilla.
—¿Qué?
El siseo que lo abandona me hace levantar la mirada y encontrarme con la suya, completamente enojada.
—Que quiero mi auto de regreso, y no voy a discutir sobre eso.
Es como si el ambiente divertido haya desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, ahora sólo quería regresar a mi departamento y ver televisión chatarra mientras acaricio a mi gato.

ESTÁS LEYENDO
WildFire ©
Chick-Lit"Tocame como a tu primera guitarra, donde cada simple nota es demasiado fuerte." -WildFire, De...