No sé cuánto tiempo ha pasado, no soy consciente de nada de lo que ocurre a mi alrededor, lo único de lo que puedo estar segura es de que el auto no se ha detenido en ningún momento. Emilio había ordenado a Bruno vendarme los ojos, al parecer no quería que fuese capaz de reconocer el lugar al cual me llevarían.
—¿Por qué? —pregunto, en un hilo de voz. Lo único que sabía era que Tobías y la madre de Emilio tuvieron una historia, sin embargo, el rubio no había sido capaz de soltar ningún detalle—, Emilio por favor... déjame ir.
El día que conocí a Emilio, me había parecido la persona más agradable del mundo, del tipo que sería capaz de darle comida a un cachorro abandonado, sin embargo, el Emilio que tenía frente a mí, sería el tipo de persona que mataría a su propia madre para obtener lo que desea.
Sentía nauseas de haber pensado que era una buena persona.
—Cierra la boca —dice—, las mujeres como tú son mejores si no emiten ni una sola palabra, ¿no es así, Drea? O ¿Bruno tiene que decirlo por ti?
—Esto no se quedará así —siseo, tratando de que mis pies lleguen a él, sin embargo, lo único que soy capaz de hacer es deslizarme un poco en el asiento.
Las risas de Bruno y Emilio no se hacen esperar y me sobresalto cuando una gran mano aprieta uno de mis senos sin vergüenza alguna. Una respiración golpea mi oído y reconozco inmediatamente al dueño. Bruno.
—Tal vez la pequeña Drea necesita estar amarrada... ¿Lo recuerdas, cariño? —Y no puedo evitarlo. Soy capaz de regresar aquel tiempo en el cual me sentía como una basura.
Regreso al aquel entonces dónde dejaba que Bruno hiciera lo que quería con mi cuerpo, a la época donde no tenía ni voz ni voto. Respiro hondo, encontrando toda la fuerza de voluntad con la cual conté después de liberarme de él. El apoyo de mi familia había sido suficiente para empezar a amarme a mí misma, a pesar de no saber a ciencia cierta lo que ocurrió, ellos me apoyaron.
Unos húmedos labios se cierran sobre los míos, mi estomago se revuelve y no dudo ni un solo minuto en clavar mis dientes con fuerza en la blanda carne. Un quejido ronco junto a un seco golpe contra mi rostro hace que lo libere. Mi mejilla escuece, pero no me arrepiento.
Si él volvía a colocar un dedo sobre mí, iba a perder la cabeza.
Yo sólo quería a Tobías. Única y exclusivamente a él.
—Creo que la Drea sumisa desapareció —Escucho la voz de Emilio, sin embargo, no se dirige a mí—, Tobías Vidal sabe cómo controlar a una mujer.
—Lávate la boca cuando te refieras a Tobías —digo, con enojo. Siento lágrimas amenazar con salir de mis ojos, sin embargo, no puedo mantenerme callada—. Al menos él es lo suficientemente hombre para arreglar los asuntos.
>>Sin secuestros.
Escucho una risa sarcástica y, nuevamente siento como todos a mi alrededor empiezan a moverse. Tengo miedo, sin embargo, no digo ni hago nada, simplemente mi corazón late de prisa cuando una tela húmeda es colocada en mi nariz y el fuerte olor logra marearme con rapidez.
Mi cuerpo está estático y mis extremidades pesan.
No puedo moverme y respirar cada vez se hace más difícil.
Escucho voces a mi alrededor, diciendo cosas que no soy capaz de entender, pero más allá de esas voces, una ronca y firme voz me llama. Hace que todo el miedo empiece a disiparse de mi interior y logra tranquilizarme, pero eso no dura mucho, hasta que mis sentidos parecen volver a la vida.
ESTÁS LEYENDO
WildFire ©
ChickLit"Tocame como a tu primera guitarra, donde cada simple nota es demasiado fuerte." -WildFire, De...