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~*~

La morena frente a mí me mira sorprendida, sus cejas casi llegan al borde donde su cabello se une con su frente cuando termino de hablar, en el poco tiempo que la conozco, siento que puedo confiar en ella.

—¿Estás hablando jodidamente en serio? —suelta, con admiración—, siempre pensé que las mujeres de nuestra edad esperarían al menos hasta los 25 para casarse.

Meto la última uva que se encuentra en mi plato dentro de mi boca. Ciertamente, venir a clases me había ayudado a sobrellevar todo el caos que había en casa. Mateo ya estaba de regreso y lidiar con el mal humor por el no poder caminar y la sensación de sentirse inútil cada vez era peor de aguantar.

—Supongo que no soy igual que las demás —digo, encogiéndome de hombros—, además, amo a Tobías. Él... a pesar de todo, me hace feliz. Me entiende y, aunque batallo con su posesividad y sus ganas de gastar dinero en cosas estúpidas para mí, todo está bien.

—Los hombres son extraños —dice, como si lo pensara con cuidado—, mucho de ellos creen que comprarnos cosas es muestra de cariño y, sí, puede que en un punto nos guste todo eso, pero, muy en el fondo, hay muchas que nos sentimos como putas al recibirlo de esa manera.

>>Cómo si pagaran por nuestros servicios.

Y entiendo completamente lo que dice. Yo solía sentirme así con Bruno y, al inicio de mi extraña relación con Tobías. Sin embargo, él había hecho las cosas distintas a Bruno.

Mientras Bruno me trataba mal, al igual que una zorra, Tobías me hacía sentir querida y deseada. Él se preocupaba por mí, mientras que Bruno sólo esperaba que estuviera lista y dispuesta para él cada que nos veíamos. Durante mucho tiempo, creí que era su manera de quererme, sin embargo, todo empeoró y ahora, luego de algunos años, eso seguía afectándome, afectando la relación que tenía con Tobías.

—¿Se supone que ahora debes salir con guardaespaldas? —Alexa dice, señalando al par de hombres vistiendo trajes que están sentados a una mesa de nosotras. Suspiro. Era difícil que ese par de musculosos y grandes hombres pasaran desapercibidos, sin embargo, era el precio que tenía por querer salir de casa.

—No puedo hablar de eso ahora —murmuro, algo incomoda, para luego quitar un par de mechones de mi rostro—, es una situación difícil y debo hacer todo lo que me dice Tobías.

Ella asiente, con compresión marcando su rostro.

Eso era lo que me agradaba de ella, a pesar de ser bastante curiosa, sabía cuándo detenerse y, también sabía que, al conocerme, algún día sabría qué diablos ocurría.

Pero, por ahora, lo único que tenía que saber, era que la situación era un poco difícil.

Luego de que la morena termine de comer. Ambas nos dirigimos nuevamente hacía la universidad. No había visto a Andrea en toda la semana y, ciertamente, no tenía ánimos para hacerlo. La extraña relación que ella tenía con Cameron, empezaba a afectar a todos.

Los cambios de ánimos que ambos tenían eran dejados sobre mí y sobre Tobías. Ambos estábamos algo agotados de lidiar junto a un par de adolescentes hormonales y Mateo.

—¿Terminaste los planes de clases? —Alexa pregunta, con apremio—, creo que me faltan dos y se supone que debemos presentarlos mañana.

—Sí —digo, recordando el tiempo que tomé en el hospital para adelantar varias tareas—, sólo que siento que faltan varias cosas y se los envié a la maestra, a ver si es capaz de echarme una mano.

WildFire ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora