—Me enteré de que ocurrió algo el viernes, Drea —Marcos se detiene justo frente a mí, haciéndome despegar los ojos del computador. La mata de cabello castaño despeinado me hace reír—. ¿Te encuentras bien?
—Si —Suelto, completamente feliz de no tener un rasguño—. Sólo fue un susto. Un tonto no encendió las luces mientras conducía.
—Eso es grave, pero todo está bien, ¿no?—Asiento, tomando la dona que me ofrece—. Ariana me dijo que estabas enojada con ella.
—Enojada es quedarse corta —Gruño, recordando la noche del viernes—. Hay que ser lo suficientemente estúpida para dejar escapar a un perro de una jaula, ¿Qué hacia buscando unas llaves ahí?
—Es nueva —Él la escusa, y veo lastima pura dibujada en su rostro—. Además, encontraremos al perro, Drea.
—Lo harán —Aseguro, arqueando una ceja en su dirección—. Creo que ninguno de ustedes quiere enfrentarse al enojo de su madre.
—Buen punto —Él suelta, algo estresado—. Sólo mantendré a Ariana lejos de las jaulas, esa niña es un peligro para ella misma.
Asiento, totalmente de acuerdo. Marcos se marcha veinte minutos después de una no tan interesante plática. Tener que estar a cargo del teléfono, era aburrido.
Lo más interesante que había logrado ingresar en el Refugio, era el caso de un san Bernardo totalmente lleno de alquitrán. Fue algo triste de ver, pero saber que Ben se encontraba mucho mejor ahora, y con una familia que lo amaba, valía la pena.
Suelto un suspiro.
Mi vida era aburrida, pero lo era mucho más cuando me encontraba en el trabajo. Saber que tendría que llamar a un taxi cuando mi turno termine, era lo peor.
El enojo que sentía contra Tobías, había disminuido, pero no podía pasar por alto que él se creía el dueño del mundo. Si, era guapo, y bajo ese traje podía esconder muchas cosas, pero aun así, su personalidad lograba confundirme.
Al menos lo poco que había hablado.
—Iré por algo de comer —Mis pensamientos son interrumpidos por la mata de cabello castaño de Ariana. Sus ojos cafés se enfocan en los míos, y parece apenada—. ¿Quieres que te traiga algo?
—Gracias. —Respondo, aun sin saber cómo reaccionar con ella. Ariana toma nota mental de lo que le pido, y termina marchándose como todo un conejo asustado.
Sin saber que más hacer, me pongo manos a la obra en revisar la cantidad vacías que había en el refugio, algunas de ellas necesitaban mantenimiento, y otras necesitaban ser desocupadas.
Ese solo pensamiento me ponía triste.
Todos esos perros y gatos necesitaban un hogar donde los amaran, un hogar que cuidara de ellos, pero las personas son uno de los peores seres que había pisado la tierra.
La campanilla de la puerta principal suena, sacándome nuevamente de mis pensamientos. La visión de una pequeña y linda niña pelirroja me hace sonreír, pero mi sonrisa se elimina en cuanto mis ojos se detienen sobre el hombre detrás de ella.
Ojos azules me observan sin vergüenza alguna cuando se detienen sobre mi pecho, las grandes manos se dirigen a su corbata, y la afloja un poco, para luego tragar saliva.
Tobías Vidal está de pie frente a mí, observándome como si fuera una especie de trozo de carne.
—Señorita Castille. —Él saluda. Su lengua juega con mi apellido, haciéndome sentir completamente extraña. No sé qué decir, o que hacer. Este hombre desprendía sexo por cada uno de sus poros, y yo estaba necesitada de una buena ronda.

ESTÁS LEYENDO
WildFire ©
Literatura Kobieca"Tocame como a tu primera guitarra, donde cada simple nota es demasiado fuerte." -WildFire, De...