40.

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Emilio está frente a mí, observándome con ojos indescifrables. No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que vi a Bruno, pero ciertamente me alegraba que no haya vuelto a poner un pie dentro de la habitación, sin embargo, el odio y el rencor siguen vivos en mí y ahora se reflejaban en contra del rubio, quién luce sorprendido cuando la comida que me ha traigo terminar sobre su pulcro traje.

—No tengo la culpa de lo que ocurrió con el animal de Bruno, Drea. Eso no estaba en el plan.

—Tú eres una maldita rata igual que él —digo, cada una de mis palabras están cargadas de odio, algo que a mí misma me sorprendía, sin embargo, no me controlo. Odiaba estar en la misma habitación que esos imbéciles, me sentía asqueada que compartir el mismo espacio que ellos—, si pudiera te mataría con mis propias manos.

—Hoy termina todo —Emilio dice, como si nada—, una semana ha sido suficiente para que Vidal deje de lado su bufete. Ahora estoy a la cabeza y él se encuentra removiendo suelo y tierra para encontrarte, Drea.

Tobías.

Justo ahora, él era la última persona que quería ver.

No quería que él me viera en lo que me había convertido. Si antes era delgada y él se preocupaba por mi poco apetito, pegaría un grito al cielo al ver los moretones que Bruno había dejado en mi cuerpo, además de los notorios huesos que mi carne dejaba ver.

La antigua Drea había regresado y tenía miedo de que esta vez no pudiera controlarla.

—¿Una violación fue suficiente para ti? —digo, en susurro, retrocedo cuando Emilio intenta acercarse a mí y su mano queda suspendida en el aire, observándome con una extraña mirada.

—Nada de esto hubiera ocurrido si no te hubieras marchado con él aquella noche, Drea —dice, terminando con un suspiro—, él no es un hombre para ti, podría ser tu padre...

—¡Pero no lo es! —digo, soltando un grito—. ¡Tobías Vidal es mucho más hombre de lo que Bruno y tu llegaran a ser!

>>No necesita secuestrar y violar a una mujer para obtener lo que quiere.

—No —suelta, con aire de superioridad—, sólo necesita lavarle el cerebro a una mujer casada con una familia para que lo atienda solo a él. Hasta que él se aburra de ella y la deseche como basura.

>>Tobías se merece esto y mucha más, Drea, aun cuando tú eres la principal perjudicada.

Y, sin más, me deja nuevamente sola, cerrando la puerta con llave.

Mis enfrentamientos con Emilio siempre consistían en lo mismo. Él cargando comida, y yo lanzándosela encima. Luego él se disculpaba por lo ocurrido con Bruno y yo terminaba gritándole que todo era culpa suya.

Sí él no hubiera aceptado aliarse con ese psicópata, nada de esto estaría ocurriendo. Justo ahora yo podría estar con Tobías, podría ser feliz, sin embargo, me encontraba dentro de estas cuatro paredes, asustada del momento en que Bruno entrara nuevamente por esa puerta, porque a pesar de no entrar, sé que él se encuentra cerca, esperando el momento para entrar e intentar abusar de mí nuevamente, sin embargo, no puedo evitar sonreír cuando toco nuevamente el cuchillo que mantenía en mi bolsillo trasero.

Ya no estaba amarrada. Me había liberado después de aquella horrorosa noche.

Al parecer, por desear tanto el momento de mi venganza, él no había aparecido. No había vuelto a dar la cara, asegurándome que seguía siendo el mismo cobarde de siempre.

WildFire ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora