Mis tacones suenan con fuerza contra el duro suelo. Sé que Tobías viene detrás de mí, sin embargo no hago amago de girar en su dirección. La tensión entre nosotros aún estaba presente y, ciertamente, quería cortarme un brazo antes de perdonarlo.
No me doy tiempo a esperar el ascensor y tomo las escaleras, esperando que con un poco de ejercicio logre eliminar la energía que empieza a acumularse en mi cuerpo.
—Drea —Me llama, sin embargo no me detengo hasta que estoy jadeando en busca de más aire, y es cuando llego a mi piso y me detengo frente a la puerta de mi departamento. Saco las llaves de mi pequeño bolso y, sin esperar nada, abro la puerta. Sé que quiero escuchar su explicación, sin embargo no lo pienso mucho cuando cierro la puerta justo frente a su rostro.
La puerta suena, y siento como un nudo se forma en mi garganta. Mi espalda se apoya contra la puerta y, sin cuidado alguno, me deslizo por la misma hasta terminar en el suelo.
—Abre la puerta, Drea —dice, nuevamente—. Tenemos que hablar.
Limpio las lágrimas que se deslizan por mis mejillas con algo de rabia. Él no sanaba tan abatido como me sentía yo. El día que se fue no paré de llorar por ello y, saber que ahora estaba a tan solo una puerta de mí, me revolvía el estomago. No quería ser débil y lanzarme a sus brazos solo porque lo extrañaba.
No tenía que ser así.
Tenía que ser diferente.
Dejo mi bolso de lado, sabiendo que luego de que él se marchara tenía que llamar a Emilio y darle una explicación. Emilio. Un suspiro se libera de mi parte. Él había sido atento conmigo, divertido, y muy -demasiado-, comprensible cuando no podía hablar sobre algo.
Él no era Tobías Vidal.
No llegaba tumbando todo a su paso con tan solo unas palabras. Emilio tenía tacto y, a pesar de conocerlo por unas cuantas horas, sabía que sería un buen amigo.
—No te abandoné —La voz de Tobías vuelve a sonar, y el sutil movimiento detrás de la puerta capta mi atención—. Tuve que regresar a Santiago y resolver toda la mierda sobre Cameron.
>>Drea, por favor, abre la puerta para hablar.
Trago duro, levantándome como puedo del suelo. Mis tacones han desaparecido, y ahora soy la Drea que era antes de abandonar el departamento, solo que ahora me encuentro vistiendo un vestido elegante.
Mis dedos tiemblan cuando abro la puerta. Tobías está de pie frente a la puerta, sus ojos azules buscan los míos, y la incomodidad brilla en ellos cuando nota la humedad en mis mejillas.
Se acerca, para luego tirar de mi cuerpo y me envuelve en un abrazo. No es brusco, sin embargo el toque se su piel contra la mía me pone aún más incómoda. Me recuerda el hecho de que se marchó sin siquiera una explicación. Se fue, dejándome en el hospital mientras él hacía quien sabe qué.
—Lo siento —dice. Sus labios se presionan contra mi cabello, sin embargo no me muevo. Mis brazos están estáticos a los lados de mi cuerpo, negándose a terminar el abrazo que él empezó. Sus manos terminan en mi hombro, separándose un poco de mí y nuevamente me observa a los ojos—. Traté de localizarte en el hospital esa noche, pero tu padre nunca pasó mi llamada.
>>Me preocupé como el infierno cuando Lucas me dijo lo que ocurrió, pero era demasiado tarde y tenía entre manos a Cameron.
Me aclaro la garganta, alejándome de su toque cuando noto que no lucha contra ello y digo—: Es tu hijo, era más importante.
—Drea...
—¿Terminaste? —Pregunto, observándolo con el ceño fruncido—. Porque estoy cansada y quiero dormir.

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WildFire ©
ChickLit"Tocame como a tu primera guitarra, donde cada simple nota es demasiado fuerte." -WildFire, De...