Hush Killer ha muerto

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«But nobody cares if you're losing yourself, am I losing myself?
And well, I miss my mom!
Will they give me the chair?
Or lethal injection, or swing from a rope if you dare»

Hush Killer

Todo era demasiado blanco. Demasiado luminoso. Demasiado... uniforme. Le provocaba dolor de cabeza.

La habían metido en una celda acolchada, blanca, diminuta como la jaula de un ratón, sin una mísera ventana, sin más iluminación que dos tubos fluorescentes en el techo, sin más mobiliario que la triste almohada sobre la que apoyaba la cabeza, sin más compañía que las cuatro cámaras que, una desde cada esquina, la vigilaban las veinticuatro horas del día.

Rodó sobre el mullido suelo, lo único bueno que tenía aquella celda, y dejó escapar un gemido de dolor cuando la herida de su abdomen se resintió. Esa condenada cría... un poco más a la derecha, y le habría agujereado las tripas.

A duras penas había conseguido arrastrarse hacia la moto, y conducir unos cuantos kilómetros hacia una gasolinera cercana. El dueño había tratado de ayudarla, vendarle la herida y tal, eso había que reconocerlo... antes de entregarla a los dracs.

Habían llegado más de los que ella había visto nunca juntos. Y, pese a su herida, había tratado de resistir. Incluso se había cargado a un par de ellos antes de que la cogieran. Pero simplemente, eran demasiados. Y ella estaba herida. No había tenido nada que hacer.

Y allí estaba, en aquella celda para lunáticos, sin sus armas, sin su pañuelo ni su cazadora, y con la moto de Kobra perdida en medio del desierto. Y sin modo alguno de contactar con sus amigos, de hacerles saber que estaba bien, relativamente. Sólo le habían dejado su antifaz, su viejo antifaz rojo y dorado, el último reducto de privacidad que le quedaba. Total, ¿para qué molestarse? Ya sabían quién era.

Aferró con fuerza la almohada, tratando de ahogar el grito de dolor. Aunque le extrañaba que no le doliera más. Llevaba allí dos días, y no sólo no habían tratado de sacarle ningún tipo de información, sino que se habían preocupado por tratar de curarle la herida.

Llevaba allí dos días, y ya comenzaba a volverse loca.

«¿Ya? ¿Acaso no lo estabas de antes? ¿Qué hago yo aquí, entonces?»

Kobra -pensó para sí, confiando en que lo escuchara. No quería darles a los capullos de BL/Ind el placer de verla desvariar tan sólo a los dos días- . Por favor. Por una vez, hagamos una tregua. Si yo no salgo de aquí, tú tampoco. Apóyame por una vez.

Él no dijo nada, pero la obsequió con una sonrisa torcida de esas que antaño la habían vuelto loca y se apoyó contra la pared en el otro extremo de la celda.

«Vale, rubia. Juntos, entonces. Te interesará saber, pues, que vas a tener compañía dentro de muy poco» .

Apenas hubo terminado de hablar, la puerta se abrió con violencia, dando paso a no menos de una docena de dracs que se abalanzaron sobre ella sin siquiera darle tiempo a pestañear, y le esposaron las manos a la espalda, arrastrándola al pasillo sin ningún miramiento.

Protestó, se debatió, gritó, pero no sirvió de nada; lo único que consiguió fueron un par de patadas en las costillas y un puñetazo en la boca, a juego con un ojo morado. Y los dracs la arrastraron al pasillo igualmente, donde la esperaba Korse con una sonrisa de oreja a oreja.

Danger Days II: The Aftermath is SecondaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora