¿Debería recordarte?

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«So fake your death, oh, it's your blame,
and leave the lights on when you stay.
Take off your clothes and dream and fade,
come on and feel that shame»

Party Poison

Había una niña morena que no dejaba de mirarle con los ojos oscuros muy abiertos, como si quisiera taladrarle con ellos.

La cabeza le daba vueltas, o quizá fuera la habitación lo que daba vueltas, o la cama en la que estaba tumbado. La cama era bonita, con sábanas naranjas y excesivamente arrugadas, pero no recordaba que fuera su cama. ¿De quién era esa cama? Aunque ahora que se esforzaba, en realidad no podía recordar cómo era su cama. ¿Sería grande? ¿Pequeña? ¿Cómoda, mullida, dura? ¿Cálida y acogedora, o un frío camastro en una esquina? Y las sábanas, ¿de qué color serían? Quizá también anaranjadas, como el pálido mechón de cabello que no parecía suyo y que le caía ante los ojos. Tal vez azules. Probablemente amarillas.... Sí, le gustaba el amarillo. O al menos eso creía. Pero, ¿qué era el amarillo? ¿Quizá el cabello de esa chica con la cabeza medio rapada que le miraba desde la puerta y que le provocaba un intenso dolor de estómago? No, eso tenía otro nombre... ¿Rubio? Sí, era rubio. Había conocido una vez a alguien que era rubio, seguro, era alguien importante, pero su nombre se le escapaba, intentaba aferrarlo y se le escapaba como una ráfaga de viento cálido entre los dedos... No, definitivamente aquello no era amarillo. El amarillo era más... más... ¿cuál era la palabra? ¿Vivo? ¿Chillón? ¿Brillante? ¿Festivo? ¿Venenoso? Espera, ¿qué clase de adjetivos eran esos? No sabía mucho de colores, o al menos eso creía, pero sí sabía que esas palabras no se podían usar para describir uno. Bueno, el amarillo era bonito, y seguro que su cama debía de haber tenido las sábanas amarillas, pero tratar de recordarlo le daba dolor de cabeza; entonces, ¿de quién era esa cama?

La niña morena seguía clavando sus pupilas como puñales en sus ojos.

Echó las sábanas arrugadas hacia atrás, y trató de incorporarse, pero un agudo dolor en la pierna hizo volver las náuseas. Con eso de que su cabeza también daba vueltas, ni siquiera se había dado cuenta de que tenía la pierna vendada, y el vendaje manchado de sangre. Ahora que lo veía, dolía, dolía como una barra de metal al rojo vivo atravesada de parte a parte, y la mujer del pelo que había llegado a la conclusión de que era rubio no apartaba los ojos del vendaje, y cuando se cruzaron con los suyos, de nuevo le sacudió el dolor de estómago. Se llevó una mano a la cabeza, al punto que emitía aquellos latidos de dolor, y apenas se rozó la piel, que podría asegurar que estaba amoratada e hinchada, dejó escapar un gritito que no sonó nada masculino. Pero, ¿acaso era masculino? Se tocó el pecho, y lo encontró plano, pero por si acaso, echó un vistazo bajo el mugroso pantalón de chándal que alguien le había puesto, ignorando la risita del hombre del pelo de dos colores que más tarde intentaría descifrar. Vale, sí, tenía pene, aunque ¿significaba eso algo? Bueno, de momento no se sentía incómodo con él, así que por ahora hablaría de sí mismo como "él", al menos para aclarar un poco su ya excesivamente dolorida cabeza.

Los irises de la niña lanzaban rayos que jugaban a atravesarle, y él seguía sin saber de quién era la cama.

Le estaba empezando a incomodar, de modo que elevó la mirada al techo y paseó sus ojos cansados, como si no los hubiera abierto en años, por las paredes grises de la habitación. En la otra esquina había otra cama, pero las sábanas eran verdes, o grises, no lograba distinguirlo, o quizá no se acordaba de qué era gris y qué era verde, y no estaban tan arrugadas. Pero entonces, ¿las paredes de qué color eran? Aunque tampoco es como si importase realmente el color, porque estaban tan recubiertas de fotografías y dibujos que apenas se apreciaba lo de debajo. Mostraban principalmente a dos hombres y una joven; los chicos parecían ser dos de los que le taladraban con la mirada, pero no podría asegurar si esa niña rubia y pelirroja sonriente que aparecía en la mayor parte de las fotografías se encontraba allí en aquel momento; desde luego, nadie sonreía, ni nadie tenía el pelo rojo (espera, del color rojo sí que se acordaba... se suponía que así tenía que ser su pelo, ¿no? Pero esa cosa clara y sin vida que colgaba ante sus ojos no parecía... rojo. Tal vez no era rojo. De todos modos, ¿de dónde había sacado esa idea?.... ¿Qué idea? Ya no recordaba en qué estaba pensando). Pero había otras en las que aparecía más gente; otras dos mujeres y otro hombre, todos con el pelo de colores, aunque esas habían sido brutalmente rasgadas y en ocasiones se veía un solo brazo cortado, como si alguien hubiera salido muy feo y lo hubiera intentado arrancar. Y en otras... en otras aparecían cuatro chicos; estaba seguro de que no los conocía de nada, pero algo se revolvía en sus lacrimales al mirarlos.

Danger Days II: The Aftermath is SecondaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora