Capítulo 33

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"No te queda otro caminoAhora estas sola, ahora solo eres tu misma y nadie vendrá en tu ayuda"

Las palabras fueron como una espina en el corazón de la loba.


...

—Si no comes algo morirás de hambre— Mérida la miraba con fastidio, lo que ella quería en verdad era salir libre de ese encierro.

Anka la miraba desafiante esto ya no solo era una tortura para la loba, ahora era su propio karma personal.

Le extendió la cuchara con el humeante alimento, pero esta renuente  giro el rostro en señal de rechazo, no aceptaría nada de esa cazadora. Algo no le gustaba de esa mujer.

De hecho su mera presencia, le repugnaba. Y no sabia el motivo.

—¡Bien! Aver hasta donde llegas con eso— salió hecha una furia del pequeño cuarto pestilente.

Mérida no le quitó la vista hasta verla desaparecer y con algo de dificultad, se puso en pie, arrastrando las cadenas y los grilletes de ambos brazos y piernas. Se estiro cual gato hasta fijar su vista en la pequeña rendija a imitación de ventana. No sabia cuantos días exactamente había pasado desde que le habían capturado, pero intuía que bastantes. Con asombro pudo ver que la tormenta había terminado. El aire que se colaba por ese agujero se lo dejaba ver y sentir.

¿Como esto afectaba a sus hermanos? Esto era una clara desventaja, ellos eran diestros combatiendo en las estepas, pero ahora el viento ya soplaba en otra dirección. ¿Serian tan arriesgados como para luchar así? Ieelen habría perdido el juicio entonces.

Ese amor enceguecido por un maldito Alfa la tenían pérdida.

La pregunta quedaba suspendida en el aire. Había encontrado a su alma gemela en medio del enemigo. ¿Que papel sería ahora el que tomaría?

...



La noche había caído, el sol daba paso a una brillante luna y con la salida de esta, otro día mas había acabado.

La brisa fresca de la noche llegaba lejana a su cuerpo, ya las fuerzas se acababa y aun no había podido ver a su mate. Al decirlo en su mente, la confusión y el desconcierto le embargaban. Su cuerpo se tensaba ante la necesidad de tocarlo, de olerlo y de ver otra ves esos ojos grises tan fríos.

Ardia en deseos de volver tocar esa piel, de probar esos labios una vez mas.

¡Dioses si este era el final de todo, por lo menos deja verle otra vez! Sólo eso podía pensar.

La puerta se abrió y el viento entro con mayor fuerza. Eso refresco un poco el lugar  llevándose consigo aquel olor nauseabundo y humedo.

Recostada de espaldas a la pared su visión era precaria pero no su instinto interior.

Sus fosas nasales se inundaron de ese maravilloso aroma a orquídeas silvestres. Era lo mas delicioso que hubiera olido en los últimos días. A duras penas abrió los ojos, tratando de enfocar bien la figura obscura que permanecia de pie en el umbral de la puerta.

Kennya: Cazadora de Lobos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora