Capítulo 29

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Eran igual a una colmena y cada uno de ellos, fieros y enojados roges.

Satisfechos, después de tan grandiosa cena, el fuego calentaba sus entúmidos cuerpos.

La mujer rubia de mirada cristalina miraba a sus compañeros con una mueca de desagrado. Ellos querían seguir viviendo como animales salvajes. Carentes de sentido de la civilización.

Se preguntaba, por que Ieelen seguía bajo las órdenes de ese despreciable Alfa. Jamás necesitaron de uno y menos a uno como Nikolai Ivanov. Era igual que una víbora venenosa. Ella aún desconfiaba de él.

No creía toda esa farsa de que en cuanto tuviera lo que ansiaba. Ellas y sus demás hermanos tendrían su propia Utopía. Libres de cazadores, libres de otras criaturas. Libres para hacer lo que quisieran.

Comía un pedazo de pan, cuando Ieelen se sentó a su lado. Estaba demasiado metida en sus pensamientos que no escucho a la morena.

—¿Otra vez estas como zombie sumergida en tus pensamientos? No debería inquietarte tanto. La victoria será nuestra. ¿Que podrán hacer esos insignificantes cazadores aunados a esos lobos de pacotilla? Es más que obvio que los dioses nos favorecen mi dulce Mérida.

Ieelen tocó suavemente su mejilla, pero esta se apartó de inmediato.

La morena la miró con recelo.

—¿Por que diablos sigues bajo el mando de ese alfa asqueroso? ¡Somos más que simples lacayos! No somos sus malditos títeres— Ieelen no dijo nada. Sólo dirigió su atención a la fogata, como si esta fuera lo mas interesante del mundo. Mérida supo que sería inútil tratar de sacar otra respuesta.

Enojada, se levantó con fastidio. Caminó por entre las tiendas improvisadas que habian construido desde que llegaron a ese desolado lugar. Odiaba ese bosque y más el crudo invierno.

Tan ensimismada estaba que no se dio cuenta cuando choco contra una espalda ancha y parecida al acero. Levantó la vista y Björk estaba frente a ella. Su ceño se fruncio y el hombreton se giró sobre sus talones, con una copa de licor en sus manos.

Las mejilla de ella se ruburizaron hasta las orejas. Y sus ojos brillaron. Azul Mar contra un Azul cobalto.

La diferencia era que en la mirada de ella había admiración, respeto y un amor asfixiante que llevaba desde hacía mucho tiempo. Y en la del fiero y feroz guerrero, solo había cabida para el más cruel de los desprecios para con la chica.

—Pero si es la lameculos. ¿A donde has dejado a tu ama perra? —sus dientes rechinaron y sintió su corazón partirse en mil pedazos.

¿Cuánto tiempo puede alguien aguantar un amor no correspondido y las humillaciones que le acompañaban día con día?

Bueno, supongo que se hacen y se soportan muchas estupideces por amor.

Oculto su mirada bajo sus hebras rubias y se giró. Tratando de huir de ahí lo más pronto posible. Pero la enorme mano de Björk se ajustó a su brazo lastimándola.

—¡Te hice una pregunta maldita lamebotas! Tú y esa perra de Ieelen, siguen bajo las ordenes de un despreciable lobo de manada. ¡Nosotros no servimos a nadie! Y menos a ese bastardo de Ivanov. El maldito nos aisló del mundo. No vamos a seguir soportando estar bajo su despreciable mandó —en los ojos del rogué sólo había odio viceral.

Los ojos de Mérida se aguaron, en cualquier momento se echaría a llorar. Pero siendo tan orgullosa, mordió su labio hasta hacerlo sangrar.

Se zafó con violencia y corrió hasta la tienda que compartía con la morena.

Cerró la orillas de esta y sentándose en el montón de pieles se permitió llorar en silencio.

Era verdad, estar enamorada de una persona tan despreciable como Björk era una completa estupidez. Era como luchar contra el viento. Era despreciable, un hijo de perra, una lombriz. Pero su corazón estaba prendado de ese maldito idiota.

"Tal vez si encontrara a esa persona  destinada para mi. Me olvidaría para siempre de él. Y solo tendría ojos para mi mate"

Se sentía la mujer mas estúpida del mundo, por seguir a pesar de tanto dolor en su pecho, encaprichada de un ser tan despreciable.

A veces sentía que no encajaba para nada entre su familia. Se sentía diferente. No compartía sus mismas convicciónes.

Ieelen entro a la tienda y al ver el lamentable estado de la chica rubia  no dijo nada. Pues, ella lo sabía. Sabía cuál era la maldita razón.

—Es increíble que aun sigas como perro faldero tras de un imbécil troglodita como Björk. ¡No es más que un ebrio! —las palabras sonaron tan duras como una roca.

Apretó las pieles entre sus puños, y levantándose de golpe descargo toda su rabia.

—¡QUE MIERDAS PUEDES SABER TU!  ¡ACASO NO HAS ESCUCHADO COMO ME LLAMAN POR LA ESPALDA!  ¡QUE SOY TU MALDITA SOMBRA, TU PERRA PERSONAL! O MEJOR DICHO ¡UNA CALIENTA POLLAS! TÚ NO ERES MAS QUE UNA MALDITA MUÑECA EN MANOS DE UN ALFA DE LO PEOR. SIGUE TUS PLANES ¡YO ESTOY HARTA  DE TODO ESTO!

Salió hecha una furia. Cojio sus armas y fajo bien su pechera. Acomodó las monturas de su caballo y su vista apunto al noreste.

Galopó fuerte y mirando a atrás sólo un pensamiento cruzó su mente.

"Este lugar sólo me ha traído más que desgracias. ¡Yo les demostraré! ¡Acabere yo misma con esa estúpida cazadora! ¡Y veremos quien es la besatraseros! Malditas ratas despreciables"

Salió como alma que lleva el diablo. Sin mirar a tras, sin dejarse llevar por el sentimiento de la pérdida sin llevarse el remordimiento de dejar a su propia familia. Quienes la despreciaron toda su vida y rogando a los dioses poder encontrar la felicidad algún día.

Dos días y cerca del amanecer del tercero, pudo notar aquellos viejos poblados desolados, lo que antes era una vieja granja ahora parecía un cementerio.

Chasqueo la lengua. Tal vez ese maldito pajarraco se equivoco y la había llevo a un lugar desolado. Estaba por apostar al norte cuando escuchó voces. Unos hombres salían desde dentro de un granero. Se cubrió tras unos árboles cubiertos de nieve blanca.

Grande fue su sorpresa al mirar entre ellos a la azadora.

No, la estúpida ave había servido bien. Al fin había dado con ellos.

Esta vez no fallará.

Kennya: Cazadora de Lobos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora