Capítulo 48

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Ahora el camino se ve sombrío. No puedo ver la luz de tus ojos.
La vida me deja.








La roge apretaba la espada, atenta a si debía usarla. Kennya hizo un esfuerzo por levantarse, pero la mujer se lo impidió.

—¡No te muevas o te atravieso!

La miro con odio.

¿Esa mujer era la hermana de Mérida? No había dudas, eran parecidas, solo que Mérida tenía los cabellos rubios y esta mujer de un negro profundo.

No faltaba mucho para que amaneciera. Y no sabía si ellos prevalecerían junto con el sol.

Ieelen observaba atenta a ambos lobos. No había duda de que ese hombre era hijo de Nikolai, tal vez no de sangre, pero poderosos a nivel.

—¡Mira mis manos! Ni siquiera tengo que tomar una espada para matarte infeliz. ¡Con las mismas manos que te sacaron del vientre de tu madre te mandare al otro mundo! 

Se sacó la gruesa estola de piel de oso. Arranco con violencia sus ropas. El frío era cruel y el viento cortaba con cada fricción.

Nikolai extendió ambos brazos. Y comenzó su cambió. Esa piel humana dio paso a un pelaje grisáceo.

El inmenso animal planto las patas firmes en el suelo. Mostrando sus afilados colmillos.

Alekséi sonrió.

—No esperaba menos... padre.

Su cuerpo se contrajo y su piel cambio al de un animal. Ambos lobos se giraban, midiendo distancias para atacarse.

De pronto, como perros salvajes se abalanzaron mordiendo y desgarrando la piel, pronto en la nieve gotas de sangre comenzaron a regarse.

—¡Alekséi!
Grito Kennya.

"No mueras, debes saber de la existencia de tu hijo"

Cada segundo que pasaba era un paso de vida o muerte para ambos lobos.

¡Cres que no puedo matarte viejo! ¡No eres nada! ¡Yo vengo del mismo infierno que tú! Y este lugar se convertira en tu tumba.

El lobo al oír las palabras de Lyosha se descontrolo.

Era cada vez mas rápido.

Lyosha le tomo de la pata una vez más. Con los dientes perforo el hueso y desgarro la carné.

El lobo de Nikolai chillo del dolor. ¡Era imposible! ¡Lo había vuelto a herir!

Sin, embargo esta vez no sintió que las fuerzas lo dejaban, al contrario parecía crecer en poder.

Con las mandíbulas tomó al lobo negro del cuello. Lastimándolo de gravedad.

—¡Aleksei, no te rindas! ¡No mueras mi amor! ¡Debes vivir por tu hijo!

Las orejas del enorme animal se levantaron en sorpresa al escuchar las palabras de su amada. En sus ojos amarillos la luna se reflejo.

Se levanto con esfuerzos, el lobo gris, retrocedió gruñendo y cojeando.

Kennya: Cazadora de Lobos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora