Capítulo 57. Mi propio Infierno

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— ¡¿QUÉ TAURO QUÉ?!. — Exclamé por enésima vez sintiendo como mis mejillas se bañaban en un rojo carmesí. — ¡Eso no puede ser cierto!.

— ¡Lo es, Acuario! Siento habertelo dicho de golpe, pero no sabía de que otra forma podía decirte semejante cosa. — Comenzó Jacobo jugando nerviosamente con los hilos de su abrigo de lana.

— No, eso no puede ser cierto. — Traté de auto/convencerme por milésima vez.

Jacobo pareció ver algo diferente en mi, porque dejó la taza de té en la mesa de centro y se acercó rápidamente a mi.

— ¿Estás bien, Acuario? Parece como si hubieras viso un fantasma, tu piel, tu piel está...

Dejé de escuchar su vanas palabras, sentía como sus murmullos y seguramente los gritos de Jacobo se hacían lejanos hasta convertirse en simples susurro en mi cabeza.

¡¿Qué demonios me estaba pasando?!

— Yo...

Cuando quise reaccionar, mis intestinos se revolvieron de un momento a otro y todo, seguramente, todo lo que había desayuno y comido terminó en la impecable alfombra roja de Jacobo.

Había vomitado casi encima de él, si no hubiese sido más rápido que yo y se hubiera echo de un lado antes de que desocupara mi estómago en su alfombra.

— ¿Estás bien?. Yo... Yo... Iré por un vaso de agua y una aspirina. — Dijo caminando hacia la cocina con las manos en la cabeza.

Luego de unos minutos regresó, me entregó un vaso de agua y una pequeña píldora mientras de forma muy amable ataba mi cabello en una cola de caballo desarreglada.

— Enserio, lamento haber sido tan duro contigo, esto no me incumbía a mi... Tú debiste de haber sido la que le preguntase a él y yo...

Sonreí hacia su dirección diciéndole prácticamente que "Todo estaba bien" a través de una mirada fugaz.

Si bien creí que nada podía ser peor que mi asquerosa vida, esto me demostró que hay cosas que van más allá de la crueldad.

Quería llorar, derramar lágrimas y sollozar como bebe en busca de su madre, pero no era justo que hiciera eso con Jacobo, él solo trataba de "Ayudarme".

— Estoy bien. — Dije después de un largo tiempo de silencio. — Aveces suelo vomitar o desmayarme cuando recibo impresiones fuertes, no te culpes, fui yo realmente la que te insistió en que soltarás todo.

Él negó pero suspiro dando a entender que ya nada de eso importaba ahora.

— Vamos, niña, te llevaré a casa para que descanses. No te ves para nada bien. — Confesó riéndose un poco del momento incomodo que habíamos vivido anteriormente.

Suspire rendida y dejé que me ayudara a llegar hasta su coche. Cuando se aseguró de que tuviese puesto el cinturón de seguridad, comenzó a conducir en dirección hacía mi casa.

"¿Por qué me ocultaste esto, Tauro?"

"¿Por qué fuiste tan cruel conmigo?"

(...)

— Descansa, niña. Si algo te pasa me colgarán de la segunda planta. — Bromeó Jacobo una vez estábamos frente a la puerta de mi casa.

— Perdón por el desastre que dejé en tu casa. — Me disculpé bajando el rostro claramente avergonzada.

— Descuida, trata de no ser tan dura con él, ¿Okey?.

No respondí.

Él pareció notarlo y negó con la cabeza nuevamente, pero terminó por aceptarlo y se acercó a mi para darme un último abrazo.

¡No te enamores de Acuario! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora