Epílogo

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El agua se deslizó por su cuerpo cuando se puso en pie en la bañera y, con cuidado, enrolló una toalla alrededor del mismo. Posó con cuidado los pies sobre el suelo y aspiró el tenue aroma que todavía quedaba del baño que aquella mañana él le había preparado para los dolores de espalda que se habían convertido en una constante durante los últimos dos meses.

Se quedó parada justo frente al espejo que había sobre el lavabo, donde observó su abultada barriga. Aquella imagen le hizo sonreír, mientras se acariciaba la tripa, sintiendo el movimiento del bebé que había en su interior.

Una vez vestida y con su pelo todavía húmedo, se encaminó hacia la cocina para preparar el desayuno. No obstante, se llevó una grata sorpresa al encontrarse a un niño pequeño de unos tres años, de piel clara, pelo alborotado y ojos oscuros dibujando muy concentrado en un papel sobre la enorme mesa de madera que había en el centro de la cocina.

-Qué madrugador has sido, cielo.

El niño levantó la vista y posó sus gentiles ojos sobre ella.

-Buenos días, mamá.

_____ sonrió y se acercó hasta la nevera.

-¿Quieres algo especial para desayunar?

El pequeño se encogió de hombros.

-Me da igual.

-Está bien. Preparé tortitas. ¿Te parece bien?

El niño asintió.

-Sí. Llegarán hambrientos.

Rio al escuchar al pequeño decir aquello y comenzó a preparar el desayuno.

-¿Te sirven los colores que te traje ayer?

-Sí. Muchas gracias, mamá- respondió el pequeño sin levantar la vista del papel.

-Me alegro.

_____ sonrió. Su hijo pequeño había heredado todas sus cualidades. Era un niño tímido, desinteresado y con un don para todo lo artístico. No obstante, la chica a veces le veía demasiado retraído, pero esperaba que eso cambiara con los años. Su hermana mayor, en cambio, era todo lo contrario y, quizás, aquello cohibía al pequeño, que solía verse bajo la sombra de su hermana.

-¡Huele de maravilla! ¿Estás preparando tortitas para desayunar?

_____ se giró levemente para captar de reojo una cabellera de color turquesa recogida en un bonito moño.

-¿No se suponía que deberías estar estudiando, Meldy? -_____ la señaló con la cuchara de madera de forma acusatoria.

La chica se sentó en la mesa, al lado del pequeño, y torció el gesto.

-Mi hermano está insoportable. Ya se ha casado y tendrá un heredero dentro de poco. Debería dejarme en paz.

-Precisamente por eso está insoportable, porque va a ser padre por primera vez- _____ puso los brazos en jarras- Pero eso no significa que debas desligarte de tus responsabilidades. Tienes dieciséis años y mucho por aprender.

La princesa chasqueó la lengua.

-A las órdenes, señora Ministra- _____ le dedicó una mirada de desaprobación antes de volver a ocuparse del desayuno- Pero habla con él, por favor. Me aburro estudiando siempre en el castillo.

-Está bien. Se lo diré. Sabes que en eso estoy de su parte.

Habían pasado doce años desde que Luffy se había convertido en el Rey de los Piratas. No había sido un proceso fácil y habían tenido que sacrificarse muchas cosas. _____ jamás olvidaría todos los periódicos que aún conservaba guardados en una caja en los que podían leerse noticias sobre los Sombrero de Paja y los Heart Pirates. Pero el que guardaba con especial cariño era el que anunciaba el estallido de la Gran Guerra, que terminó superando con creces todo lo que se había vivido en Marineford.

Acero y sal [One Piece. ZoroxReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora