Capítulo 24

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La suave luz de la mañana se filtró a través del cristal, haciendo que los rayos del sol incidieran sobre su rostro, calentándole la piel. Se revolvió en las sábanas, hundiendo su rostro en la almohada y aspirando aquel desconocido aroma. Abrió ligeramente uno de sus ojos, intentando acostumbrarse a la claridad. Parpadeó varias veces, intentando reconocer el lugar, pues una cama vacía reposaba justo al otro lado, no muy lejos de donde se encontraba.

Se incorporó lentamente y se rascó los ojos con ambas manos. Se había olvidado por completo. Ella y Zoro habían sido descubiertos y ahora estaban jugando a ser alguien que no eran.

Escuchó un sonido procedente del otro lado de la habitación. Zoro se ejercitaba en el suelo, con su pecho desnudo perlado en sudor, concentrado en completar la serie de flexiones.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó todavía adormecida.

-No voy a parar con mi entrenamiento por estar aquí- el espadachín se incorporó- ¿Dónde están mis katanas?

_____ se rascó la cabeza.

-Debajo de mi colchón- recordó. Eso explicaba el ligero dolor de espalda con el que se había levantado aquella mañana.

-¿¡Has dormido sobre mis espadas!?

-No es para tanto... No peso tanto como para poder aplastarlas- _____ apartó las sábanas y se puso en pie. De dos grandes zancadas, Zoro se puso a su lado y, con una mano, levantó el colchón, mientras que con la otra recogía las katanas- Voy a darme una ducha- dijo finalmente la chica, ignorando las miradas asesinas que Zoro estaba lanzando sobre ella.

La muchacha abrió la puerta contigua y la cerró con un golpe seco. No le apetecía discutir de buena mañana y necesitaba todavía despejarse para ser ella misma.

Dejó caer con delicadeza el suave camisón de tela fina que encontró en uno de los cajones de la cómoda y abrió el grifo, dejando que el agua templada cayera sobre su piel. Resultaba reconfortante poder darse un baño sin tener que estar evitando las miradas indiscretas de otros o sin escuchar los gritos del resto de la tripulación al otro lado. Era como si solo estuviera ella. Bueno, y Zoro, que se encontraba al lado de aquella puerta.

_____ abrió los ojos bajo el agua y los dejó fijos en un mismo punto, sintiendo cómo su estómago se retorcía por el nerviosismo. El día anterior habían pasado demasiadas cosas como para darse cuenta, pero ahora acababa de ser consciente de que estaba a solas con el espadachín. La chica comenzó a sentir su corazón desbocado y posó una mano sobre su pecho, sintiendo cómo éste bajaba y subía, intentando controlar todo el cúmulo de sensaciones que sentía.

Negó con la cabeza, intentando despejar sus pensamientos y procurando recuperar la racionalidad. Era una persona nueva, era una nueva _____ y, maldita sea, por mucho que aquel espadachín de pelo verde hiciera que sus fuerzas flaquearan con solo una mirada, no volvería a ser la misma de antes. Se lo había prometido a ella misma. Era fuerte y no quería depender de nadie. No quería depender de Zoro.

Enrolló una toalla en su cuerpo y se miró en el espejo. Había cambiado mucho desde que había salido de la Isla Walla. Su rostro seguía siendo aniñado, pero sus ojos mostraban ahora determinación. Su cuerpo estaba más contorneado y preparado para aguantar los golpes de una pelea si era necesario. Giró sobre sí misma, mirando en cada rincón de su blanca piel, apreciando que cada uno de los moratones que Law y, sobre todo, Jean Bart le habían causado en el entrenamiento estaban comenzando a desaparecer. No debía dejar de ejercitarse, no podía perder todo ese trabajo.

Mierda, pensó al rebuscar por el baño. Había estado tan adormilada que se había olvidado de coger ropa limpia. Enrolló bien la toalla a su cuerpo y, casi como si no quisiera hacer ningún ruido, abrió la puerta del baño.

Acero y sal [One Piece. ZoroxReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora