Capítulo 23

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- Disculpe- tras varios minutos de silencio, _____ se dirigió al hombre que les estaba guiando por el interior del castillo- ¿Le importaría que fuera al baño antes?- el hombre fulminó con la mirada a la castaña- Ya sabe, cosas de chicas- _____ le mostró una sonrisa encantadora.

- Está bien- el hombre suspiró- En el primer pasillo, a la izquierda, encontrarás uno. Te estaré esperando aquí, no tardes.

_____se adelantó, perdiéndose en la inmensidad del pasillo. Zoro y aquel hombre permanecieron en silencio, sin mirarse el uno al otro. El espadachín se llevó su mano izquierda a su costado y torció el gesto al no notar sus katanas. Estaba tan acostumbrado a apoyar su peso en ellas que ahora se sentía completamente desnudo.

¿Dónde demonios se habrá metido?, se preguntó, impaciente porque _____ aún no regresaba. Y, como si la chica pudiera escuchar sus pensamientos, la muchacha reapareció con una sonrisa, poniéndose pronto a su altura.

En cuanto ella se situó a su lado, el hombre emprendió de nuevo el camino y, no muy lejos, se paró frente a una puerta de madera tallada. _____ sintió la imperiosa necesidad de pasar su mano por aquellos dibujos y piezas que decoraban la puerta, admirada por la belleza de un trabajo que solo podía haber sido hecho manualmente.

Con un golpe secó, el hombre tocó en la madera y, sin escuchar ninguna respuesta proveniente del interior, la abrió.

_____ tragó saliva antes de cruzar el enorme portón. Tenía que jugar las cartas, interpretar el papel de su vida si deseaba que Zoro y ella pudieran continuar con vida. Se dejó guiar por uno de los soldados para tomar asiento frente a la inmensa mesa de caoba que presidía la habitación. Al otro lado del escritorio estaba Izaro, sonriéndola de medio lado.

Zoro abrió la boca y extendió su brazo al ver a _____ tomar asiento. ¿Es que se había olvidado de que llevaba sus katanas encima? Sin embargo, y sobrepasando cualquier lógica, la muchacha se movió con gracia y se dejó caer sobre la silla para, después, indicarle con una sonrisa que tomara asiento a su lado.

Una gota de sudor frío recorrió la frente de Zoro. ¿Qué demonios había hecho con sus espadas? Su mirada se ensombreció, pues no solo estaba desarmado frente al enemigo, sino que aquella maldita chica se había deshecho de sus espadas.

- Tenía muchas ganas de conocerte en persona- dijo _____ mirando al frente, intentando parecer segura de sí misma.

- Lo mismo digo- el hombre extendió su brazo para tomar la mano de la castaña y besarla con delicadeza- No sabía que en el Gobierno contaran con mujeres tan hermosas.

Maldición, pensó _____ mientras sentía cómo sus mejillas se encendían por la vergüenza. Estaba poco acostumbrada a los cumplidos, ni siquiera había conseguido no ponerse nerviosa cada vez que Sanji le dedicaba alguna palabra bonita y, ahora, había quedado expuesta por su debilidad.

- He venido aquí por negocios, no para coquetear- dijo, finalmente, intentando rehacerse.

Izaro sonrió de nuevo, haciendo que un escalofrío recorriera su espina dorsal. _____ estaba completamente paralizada por el hombre que tenia enfrente, pues jamás se lo habría imaginado así. Izaro en un hombre realmente atractivo y de musculatura trabajada, que vestía de forma muy elegante para ser un pirata, con camisa, pantalón de vestir y zapatos de piel impolutos. Era alto, de piel ligeramente tostada, cabello negro despeinado y bonitos ojos grises. Era mucho más joven de lo que ella había creído en un principio, posiblemente rondaría la treintena, y los hoyuelos que le aparecían en las mejillas cada vez que le sonreía le otorgaban un aspecto de lo más adorable.

- Debo reconocer que me sorprende que el Gobierno se haya puesto en contacto conmigo de esta forma- Izaro se inclinó hacia atrás, apoyando su espalda en el butacón sobre el que estaba sentado.

Acero y sal [One Piece. ZoroxReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora