Prólogo

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Hace 400 años Thomas Frost fue invitado a una fiesta para celebrar su compromiso a la mansión de Arthur Woods, su amigo y amante. Pero a causa de su prometida terminan metidos en un enorme lío que los llevará directo a la hoguera. En el 2012, Frank Iero conoce a Gerard Way en su nuevo lugar de trabajo pero hay algo raro en él ¡Luce igual al hombre de sus pesadillas en las que es quemado en la hoguera por brujería!
                       ¿Será esta la primera vez que se conocen?

¿Por qué razón dos almas renacen en el mismo periodo de tiempo?
           Sólo Jamia, la psiquiatra de Frank y su prometida en la otra vida, sabe que misterios se esconden y es quien hará hasta lo imposible para separarlos esta vez.

                                                   ***

— ¡Thomas Frost es condenado a morir en la hoguera, acusado por cometer un acto de brujería a los ojos de Dios y de muchos testigos! ¡La pasada noche del 31 de octubre! —un hombre con barba grisácea y ojos cansados gritaba con su voz monótona cada una de las palabras escritas con tinta.

 No era el primero en morir bajo este cargo ni tampoco el último. Pero con él tenían pruebas.

 — ¿Y el otro hombre? ¡Se besaron, frente a los ojos de Dios! —una mujer de entre la multitud gritó horrorizada, persignándose varias veces luego de recitar sus palabras.

 Los gritos contra el otro hombre comenzaron a hacerse más fuertes, pidiendo su cabeza, su sangre, su muerte por sodomita y por proteger al brujo.

Y es que nadie en su sano juicio debería ponerse de parte de un brujo. Nadie debería participar en sus actos ni cruzar palabra con él. Pero este hombre se había involucrado mucho más. Lo había besado, lo había protegido y algunos decían que también visitaba mucho la casa de los Frost.

 ¿Y los padres del condenado? ¿Y su familia?

Estaban vivos, eran seres respetables y todos estaban protegidos dentro de las paredes de la mansión Frost. Nadie podía creerlo, aunque su madre lo sabía, su madre siempre había estado al tanto de los sobrenaturales poderes de su primogénito, heredados directamente desde su madre. Pero ella jamás los había dejado salir a la luz, por miedo.

 — ¡Arthur Woods es culpable también, condenado a la hoguera junto con el acusado de brujería! ¡Ambos morirán quemados cuando llegue la puesta de sol en la plaza central! —el hombre alzó la voz una vez más, con el mismo tono monótono. No era la primera vez que un inocente era arrastrado a las garras de la muerte, y tampoco sería la última.

                                            *

 En una precaria celda dentro del edificio central se encontraban dos personas estrechando las manos del contrario. Ambos con la mirada pegada en las piedras del piso y el corazón acongojado.

Ambos sabían que la hora de morir estaba por  llegar.
Por amar.
Por ser como eran.
Por intentar vivir a su manera.
Por ser humanos.
Por ser diferentes.
Morirían, pero al menos lo harían juntos y eso los reconfortaba un poco.

El menor, Thomas se movió sobre su lugar, llamando la atención de Arthur quien giró su cabeza rápidamente. Los ojos se encontraron. Verde contra Avellana. 

—Si tengo que morir hoy, será un placer hacerlo a tu lado —Arthur había hablado, enjugando las lágrimas de los ojos avellana del menor, besando una vez más sus delgados y carnosos labios para luego apegar ambas frentes, mirando con detenimiento el suelo una vez más.

Sus labios se curvaron en una sonrisa y se besaron por última vez antes de que la puerta se abriera reclamando sus cuerpos para llevarlos a la hoguera. 

— ¡A la hoguera!

— ¡Es imperdonable!

— ¡Merecen morir!

— ¡Malditos sodomitas, irán directo al infierno!

Fuera del revuelo en el centro de la plaza de Baltimore había una solitaria persona con lágrimas en los ojos. Quien caminaba desorientada hacia las montañas, con una fuerte soga entre los pliegues de su vestido.

Su nombre era Jamia y dentro de unos días contraería matrimonio con uno de los acusados.
Su nombre era Jamia y había estado enamorada desde siempre de Thomas Frost.
Su nombre era Jamia y odiaba con fuerza a Arthur, quien le había robado el lugar en el corazón de su prometido.

¡Es él, hizo caer el candil con su sola mirada y ahora intenta matarnos a todos haciendo desmoronar la estructura! ¡Atrápenlo, Thomas Frost comete brujería! ¡Atrápenlo, merece morir en la hoguera!

Y con estas palabras había condenado la vida de su amado.

Con estas palabras había despertado el odio en los ojos de Arthur, condenándose también al entrometerse como defensor de Thomas. 

— Siempre te amaré Thomas. Y si no es posible en esta vida, será en la siguiente. Serás mío Thomas, serás mío y de nadie más… allá no existirá él, no existirán barreras, seremos sólo nosotros dos —sonrío jalando la cuerda, haciendo presión para comprobar su nudo — Nadie más, solo nosotros y nos amaremos, Thomas… —sus labios apretaron con fuerza un pequeño relicario que le había pertenecido a su amado— Llévame con él, llévame a mi otra vida… con él…

Besó el relicario y cerró los ojos, la cuerda se tensó y su cuerpo tambaleó un par de veces antes de quedarse completamente quieto. Una brisa fría inundó el bosque y la vida abandonó su cuerpo antes de que el veredicto final se hubiese dado en la plaza. El relicario se deslizó desde sus dedos y cayó pesado contra las hojas de otoño, abriéndose por la mitad y dejando ver un reloj que no paraba de girar…

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora