La noche de año nuevo la había pasado sobre un avión rumbo a Los Ángeles. Camino a lo que parecía ser, una de las más importantes convenciones a las que había asistido hasta entonces. Su automóvil había quedado en un garaje de la ciudad de Nueva York, hasta donde había conducido por sí misma con el fin de aclarar la mente.
Lo único que tenía ahora mismo en ella, era una cara, una persona. Pero sin embargo, había algo más. Aquel no era un lazo paciente – médico y lo había entendido desde el primer día en que su nombre había aparecido en la planilla de nuevos pacientes. Esto se había intensificado al verlo entrar por la puerta de su consulta, muchos años atrás. Y a través del tiempo, había intentado pasar a formar parte importante de su vida y decisiones.
Prueba de esto, era que él había escogido la carrera universitaria que ella le había indicado, con la finalidad de tenerlo más cerca producto del trabajo de su esposo, Matt. Otra de estas decisiones en las que ella había influido, había sido el que su madre abandonara el país, el hecho de que se hubiese mantenido soltero hasta entonces. Y el más fuerte y reciente… que dejara a Gerard.
Desde la primera vez que escuchó de él sabía que nada bueno podría salir de aquella relación, pero Frank se negaba a abrir los ojos. Entonces había hecho que su esposo lo botara del trabajo, pero aun así seguían juntos.
Entonces tuvo que actuar directamente y orgullosa de ello, lo había logrado.
Frank estaba solo e indefenso nuevamente y no sabía por qué, eso le hacía sentir seguro y contenta.
No es que Jamia quisiera a Frank para ella sola… al menos es lo que ella pensaba, simplemente planeaba tenerlo cerca, porque de una manera u otra, sentía que Frank le pertenecía, que dependía de ella, que era una existencia indispensable para ella y ella para él.
Había un lazo que los unía y más allá de ese deseo, había algo más… y ella lo sabía.
— El vuelo con destino a…
Una voz femenina la sacó de sus pensamientos, parpadeó un par de veces y notó que ya estaba en el Aeropuerto, con su equipaje a sus pies. Tranquilamente se acercó a un taxi y le indicó la dirección del Hotel. Eran las 11 de la mañana del primer día del año y se sentía más radiante que nunca.
— ¡Frank! —una voz gritó desde la planta baja, junto a ella se sentían una especie de martilleos, como si estuviesen golpeando la puerta con uno de verdad.
Parpadeó un par de veces y se levantó parcialmente de la cama, sentía la cabeza tan pesaba como un yunque y mirar la clara luz solar era una tortura para sus ojos. Notó que aún tenía la ropa del día anterior y que se había quedado dormido sobre las tapas de la cama. Aunque esta estaba completamente desarmada bajo él.
— ¡FRANK, ABRE POR FAVOR! —se escuchó nuevamente.
Intentó descubrir de quien era aquella voz, pero lo logró en cosa de segundos. La voz de su mejor amigo era inconfundible. Lo había ido a visitar y eso ya mejoraba el inicio del año. Con algo similar a una sonrisa bajó las escaleras y abriendo la puerta rápidamente se lanzó a sus brazos, haciéndole tambalear.
— ¡Hey! —sonrío el del afro, desordenando su cabello ya despeinado. — Quería venir anoche, pero… pasaron cosas —hizo una mueca — ¿Estás bien? —con sus manos lo alejó de su cuerpo, para ver su cara demacrada.
Frank asintió y sorbió por la nariz, pero la sinceridad pudo más y en cosa de segundos estaba deshaciéndose en lágrimas entre los brazos de su amigo. Ray lo miró con una sonrisa, rodeándolo con uno de sus acogedores brazos lo guio hasta un sofá, cerrando la puerta a sus espaldas.
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deathless desire ・ frerard
FanficHace 400 años Thomas Frost fue invitado a una fiesta para celebrar su compromiso a la mansión de Arthur Woods, su amigo y amante. Pero a causa de su prometida terminan metidos en un enorme lío que los llevará directo a la hoguera. En el 2012, Fran...