Capítulo IX

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Como si estuviera en modo automático regresó al jeep negro y se quedó unos momentos con la vista pegada en frente, hasta parpadear resultaba una tarea tediosa.

¿Cómo era posible que su… Arthur estuviera ‘aquí’?

Y lo que más le choqueaba es que ese detalle es el que convertía todo en realidad. Simplemente habían dejado de ser sueños, era una realidad.

Sus manos sudaban y de pronto se le secó la garganta. Sólo había una persona con la que podía hablar de esto fuera de su amigo Ray Toro que ahora mismo se encontraba en la universidad.

Su psiquiatra, Jamia Nestor.

Su cabeza realmente estaba en otra parte y se sorprendió cuando estacionó fuera de la consulta de la psiquiatra sin ningún rasguño, aunque en el camino había recibido una serie de bocinazos e improperios al saltarse los semáforos.

Le gustaba visitar a su psiquiatra. Ella le hacía sentirse menos sólo en este mundo. Sentía que tenía una especie de conexión con la mujer que no se podía explicar. Y aunque sus ‘sueños’ le habían revelado la verdadera identidad de ella en su antigua vida, sentía que podía confiar en ella. Porque venía del mismo lugar y porque en esa realidad ella le amaba.

No conocía los detalles entre ella y sus muertes. Tampoco entre ella y su relación alterna con Arthur, pero algo le decía que no era una mala persona. Simplemente había cometido el error de enamorarse.

— Buenas tardes señor Iero ¿En qué le puedo ayudar? —la recepcionista, una mujer mayor y de pelo color caoba le sonrió al verle entrar a la consulta.

— ¿Jamia tiene algún espacio disponible hoy? Necesito hablar con ella  —Frank se mordió los labios y caminó hacia el mostrador desde donde la mujer comenzaba a buscar en el ordenador, luego de un par de muecas frente a la pantalla le dedicó una enorme sonrisa.

— Listo cariño, moví un par de citas para mañana pero dudo mucho que les moleste —sonrió— Para mí, eres prioridad.

—Muchísimas gracias —contestó Frank buscando en su billetera y pagando los 50 dólares de la consulta.

Unos 5 minutos después, la recepcionista le hizo un gesto para que entrara a la oficina de la psiquiatra. Frank se levantó y rápidamente se acercó a la puerta de la oficina, la abrió con delicadeza y se presentó. Jamia le dedicó una enorme sonrisa y se acomodó un mechón de la melena negra. El avellana comenzó a caminar hacia el escritorio de la oficina y se sentó frente a ella.

— Buenas tardes Frank ¿Qué te trae por aquí hoy? —preguntó ella dejando de lado su papeleo y cruzando las manos sobre el escritorio. Enarcó levemente una ceja, si mal no recordaba, a Iero le tocaba cita dentro de dos días.

—Necesitaba hablar contigo Jamia —Frank lanzó en un suspiro— De verdad necesitaba hacerlo —agregó frunciendo los labios.

Jamia enarcó aún más su ceja delineada y la sonrisa se borró de su rostro. Desvió la atención del rostro del paciente y empezó a buscar algo en el ordenador.

— ¿Acerca de qué? —interrogó con sus ojos aun fijos en la pantalla. Aunque era obvio, cada vez que llegaba de improviso era por su mundo de fantasía.

Frank suspiró fuertemente y se mordió los labios, no sabía por dónde comenzar.

— Yo… —comenzó, pero Jamia le interrumpió y sus manos volvieron a cruzarse sobre el escritorio.

— Frank cariño, mira… toda esta fantasía tuya parece sacada de un libro de ciencia ficción, todos tus ‘recuerdos’ —hizo unas comillas en el aire frente a sus ojos, Frank apretó los labios hasta convertirlos en una línea— No son más que inventos, son producto de tu gran imaginación. Y cariño, nada de esto es real —le dedicó una enorme sonrisa.

— Pero Jamia, escúchame…

— Tus monólogos acerca de esto te hacen mal —continuó sin tomar en cuenta la interrupción del avellana quien se estaba poniendo rojo— Cariño, esto debe parar ya. Llevas años con lo mismo.

— Pero es real, Jamia. Thomas y Arthur eran tan reales como lo somos tu y yo ahora mismo— asintió con un leve brillo en los ojos— Lo sé, lo siento aquí —una de sus manos viajó a la parte izquierda de su torso.

— No se trata de lo que sientas Frank, se trata de lo que es real y lo que no. Tienes 23 años ya, deberías saber diferenciar entre la realidad y la fantasía.

El silencio después de esto se prolongó bastante. Frank miraba un punto fijo sobre el hombro derecho de Jamia pero sentía los ojos de ella fijos en su rostro. No quería mirarla. Jamia siempre se las ingeniaba para bajarlo de su nube.

“Es tu psiquiatra, es su trabajo traerte de vuelta.”

Pensó y se molestó aún más. Quería salir, fumarse un cigarrillo y regresar a casa a buscar algo de información sobre él…

— Frank —dijo Jamia cuando notó como él se removía en su asiento— Quiero que sigas el tratamiento que habíamos acordado antes.´

— No, no quiero drogas Jamia —replicó Frank, poniéndose de pie.

— Quiero que lo sigas, esta cosa se hace cada vez más real en tu mente y esto no puede ser. Tienes que enfocarte en tus otras responsabilidades —siguió hablando mientras Frank caminaba hacia la puerta— No tienes tiempo para ponerte a pensar en brujas, hogueras y cosas que según tú, pasaron hace más de 400 años.

 — Jamia…

— Quiero que retomes los medicamentos, Frank —Jamia golpeó el escritorio con el puño y Frank se volteó sorprendido.

— No es sólo mi mente Jamia —musitó mirándolo a los oscuros ojos, siempre le habían parecido algo tétricos pero cuando estaba molesta lo eran aún más— Todo esto sucedió Jamia, estoy seguro de eso y volveré a rencontrarme con él, sólo tengo que esperar un poco más…

— Él no existe Frank, nada es real —empezó ella pero Frank empezó a formular una sonrisa en su rostro y se interrumpió de golpe.

— Si existe Jamia, lo vi. Es real, lo vi… era él, sus ojos, todo… tiene otro nombre, al igual que yo. Pero estoy completamente seguro de que es él —sonrió enormemente y salió de la oficina.

Jamia entornó los ojos y se quedó mirando la puerta donde antes había estado parado su paciente más importante. No podía ser posible que lo hubiese visto. Porque si así era entonces las cosas que le había contado en citas anteriores también tenían algo de ciertas. Y el apego que sentía hacia él en particular tenía una razón de ser importante.

Tomó un lapicero y comenzó a morderle la parte trasera mientras caminaba hacia la ventana y veía el jeep negro empezar a avanzar por la transitada calle.

¿Quema de brujas en la noche de Halloween? A quien se le ocurriría… Jamia enarcó una ceja de manera burlona.

No, fue la noche siguiente. La noche de Halloween la pasó en mi fiesta de cumpleaños con él y mi prometida —continuó él, ignorando la interrupción y el tono escéptico en la voz de la psiquiatra Pero el hecho de que me quemaran luego de la noche de Halloween es lo más extraño, digo, los poderes obviamente son más fuertes durante la noche de Halloween —se desordenó el cabello y prosiguió con su relato ¿Entonces, por qué me atraparon?

¿Tu fiesta de cumpleaños? Vaya regalo te dieron… —bufó ella.

Sí, pero no puedo recordar quien fue el del hermoso regalo… mi prometida simplemente desaparece en ese punto y no la vuelvo a ver más hasta que ella se suicida mientras nosotros somos quemados… —frunció los labios, pegando la vista en el techo, como intentando recordar esta escena.

¿Y quién era tu prometida? —interroga la psiquiatra.

No lo sé con certeza…  Pero se parece mucho a alguien que veo seguido —ahora miró a su psiquiatra, no sabía cómo decirle que era ella.

¿Quién es? —inquirió acercándose a él por sobre el escritorio.

Tú, Jamia —suspiró intentando buscar alguna reacción en sus ojos oscuros.

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora