Capítulo XXXIII

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Los ojos de Frank se abrieron por culpa del potente rayo de sol que se colaba por las cortinas entreabiertas, dándole de lleno en el rostro, parpadeó un par de veces antes de rodar sobre la cama para detenerse al costado de Gerard, quien seguía durmiendo plácidamente.

Con la vista buscó el reloj despertador, marcaba las 10.30 de la mañana. De un domingo. Suspiró una vez más y posó su cabeza sobre el pecho lampiño de su pareja, podía notar sus regulares latidos y sentir como la piel subía y bajaba bajo su tacto en cada respiración.

Sus dedos se deslizaron sobre su pecho, acariciando la cálida piel y pensando…

Las cosas habían estado turbias antes, luego se había encontrado con Gerard y todo se había apaciguado, pero entonces había venido otra tormenta, una realmente fea… y ahora recién estaba saliendo el sol.

No era la calma antes de la siguiente tormenta, era la calma total. Puesto que ya no había nada que pudiese lapidar su futuro junto al hombre de su vida, Jamia moriría pronto y estaba seguro, que con ella se irían todos los malos recuerdos.

Pronto serían libres, sólo Gerard y él, por la eternidad.

— Te ves hermoso cuando miras al vacío —Gerard susurró, moviéndole le cabello que caía sobre su frente con el sólo aliento.

Frank alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los del mayor, ambos sonrieron y suspiraron casi al mismo tiempo.

— Creí que dormías —contestó acariciándole la mejilla.

— Lo hacía… pero alguien puso su cabeza en mi pecho y con el cosquilleo que su cabello produce es imposible concebir el sueño —se quejó tallándose un ojo, Frank frunció el ceño — Y tengo hambre —agregó sonriendo y como si su estómago se hubiese coordinado con él para decir eso, rugió de una manera impresionante.

— Vale, te creo —río Frank sentándose sobre la cama.

Pero no pudo llegar más allá, las manos de Gerard se aferraron en torno a su cintura y fue lanzado por encima de él, con un quejido sordo cayó sobre el colchón y pronto se encontraba debajo del mayor, notando como sus ojos brillaban al encontrar su mirada.

— ¿No tenías hambre? —sonrió alzando una ceja, sus labios entreabiertos, esperando un inminente beso.

— Puede esperar —contestó ronco, lamiéndose sus propios labios para bajar a besar los contrarios.

Ninguno de los dos quería desperdiciar el tiempo que habían estado separados.

— ¡Ya bájame, se van a quemar las tostadas! —Frank gritó, blandiendo en su mano un cuchillo de mantequilla.

Gerard respondió con una carcajada, abrazándolo por la cintura y dejándolo sobre la encimera de la cocina. Ambos tenían el cabello húmedo ya que acababan de salir de la ducha, y estaban vestidos sólo con el pantalón de pijamas.

— Gerard… las tostadas —el menor se quejó una vez más, mirando de reojo como empezaba a salir humo desde el tostador sobre la cocina.

Los labios de Gerard abandonaron los suyos por unos cortos segundos, sólo para apagar la llama de la cocina y volver a besarlo. Cuando estuvieron juntos nuevamente Frank envolvió los hombros contrarios con sus brazos, acercándolo más hacia sí y profundizando así el beso.

Cerró sus ojos y abrazó el torso del mayor con sus piernas, notando como un bulto empezaba a aparecer en su entrepierna, haciendo fricción con el bajo vientre de su pareja. Unos gemidos se escaparon de sus labios, seguidos de unos más roncos desde los labios contrarios.

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora