Capítulo XVI

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Aun con las interrogantes dando vueltas por su cabeza y el drama de no saber cómo Jamia sabía tanto de su vida laboral e incluso personal, regresó a su casa.  Se dijo mil veces en el trayecto que posiblemente él le había contado todo eso a su Psiquiatra, pero en vista de lo abrumado que estaba con el trabajo y la repentina aparición de Gerard en su vida, lo había olvidado.

Tenía que ser eso, si no ¿Qué otra explicación había?

El ruido del teléfono lo sacó de su hilo de pensamientos, y con el nudo de la corbata a medio hacer corrió a contestar.

— ¿Frank? —la voz de su amigo se escuchó por el auricular. Este asintió, olvidando por momentos que estaban hablando por la línea telefónica— ¿Enano? —habló nuevamente.

—Sí, Ray —se apresuró a decir— ¿Qué hay?

— ¿Estás libre esta noche? Estaba pensando en un panorama juntos, tú, yo, Halo… ¿Qué dices? —le dijo y Frank pudo adivinar que estaba alzando ambas cejas, con su tono de voz más seductor.

— No puedo, tengo otros planes —declaró escuchando un suspiro desde el otro lado.

— Desde que sales con ese “Gerard Way” ya no tienes tiempo para mí —de quejó como si fuese un niño pequeño y cortó.

“¿Qué diablos le pasa a la gente?” Se preguntó regresando a su cuarto con la vista pegada en el nudo de la corbata. Era como si últimamente todos los que le rodeaban se habían puesto de acuerdo para causarle un aneurisma o algo similar.

Sin importar nada, minutos después estaba saliendo de su estacionamiento con más perfume de la cuenta y una enorme sonrisa en el rostro. Sin importar nada, esa noche tenía que ser  perfecta.  Al llegar al lugar acordado vio a Gerard paseándose en la acera y notó que jamás lo había visto con un auto o con llaves de alguno.

— Gerard, estoy aquí. El jeep negro —habló por su celular y pronto notó la mirada de Gerard sobre su auto.

— Voy para allá —contestó este para luego cortar.

Traía un traje completamente negro y una camisa de un color claro, entre el rosa y el amarillo, lo que más resaltaba en su traje era la corbata de un rosa chicle y su negro cabello peinado en todas las direcciones. Al verse intercambiaron una sonrisa y pronto Gerard estaba en el asiento del copiloto con el cinturón  de seguridad puesto.

— Lindo auto —dijo él simplemente.

— Fue mi regalo de cumpleaños hace dos años —sonrió Frank pisando el acelerador—  ¿Dónde vamos?

La sonrisa de Gerard se ensanchó y por unos momentos creyó que este le estaba guiñando un ojo.

— Te diría que cerraras los ojos pero tú conduces —bromeó el mayor— Ve a la cuarta avenida y dobla hacia la izquierda, yo te aviso cuando detenerte.

Frank asintió sonriendo también y comenzó a conducir, a momentos lanzaba miradas de reojo a su acompañante, notando que en todo momento este le miraba como embelesado.

— ¿Y tú no conduces? —preguntó Frank cuando se detuvieron en un semáforo.

— Solía hacerlo, pero me quitaron la licencia por conducir ebrio —confesó negando cabizbajo—  Si no fuera porque soy abogado y tengo amigos que ejercen habría pasado una temporada en la cárcel.

— Y en lugar de eso sólo te quitaron la licencia —Frank adivinó y Gerard asintió sonriendo.

Luego de unas cuantas paradas más aliñadas con una conversación casual, se detuvieron frente a un local con luces amarillentas y paredes revestidas de mármol. El lugar tenía estacionamiento privado y luego de acomodar el auto, entraron por una de las puertas laterales.

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora