Cuando Frank despertó al día siguiente traía encima un taladrante dolor de cabeza producto del humo y el alcohol, pero fuera de todo malestar físico, estaba bien. Feliz, esa era la palabra adecuada.
Antes de salir de su cuarto, sin embargo, reparó en tomar una ducha y cambiarse de ropas, recordando a último minuto que tenía visitas. La sonrisa de su rostro se ensanchó aún más cuando su mente le avisó quienes eran sus visitas.
Quizá Ray aun no despertaba de su noche en el sofá, por lo general abría recién los ojos entre las 2 y las tres de la tarde, y a juzgar por la hora en su reloj, faltaba mucho para eso.
En cuanto estuvo completamente listo salió al pasillo y se encaminó para bajar las escaleras, no había ruido alguno en el segundo piso pero se sentía un agradable aroma desde la planta inferior. Bajó las escaleras con la curiosidad a flor de piel sólo para encontrarse con Gerard parado en medio de la cocina y con la mesa del comedor servida para tres personas.
— Buenos días —sonrío Gerard cuando lo vio entrar— Desperté hace un rato… usé la ducha del baño en la habitación. Y luego bajé a preparar algo… ¡Es un crimen tener una cocina así de hermosa sin usar!
Sus palabras salían de una forma tan natural que atontaron por unos instantes al castaño, su instinto le decía que todo eso era real, pero era demasiado perfecto como para tal.
— ¿Aló? —canturreó Gerard, paseando su mano frente a sus ojos. Frank parpadeó un par de veces antes de asentir. — ¿Puedes despertar al chico del afro? Ya está listo.
— ¿Qué desayunamos? —preguntó Frank caminando hacia la sala, su amigo lucía desparramado encima del sofá, sin percatarse siquiera que el sol comenzaba a golpearle de lleno en el rostro.
— Huevos con tocino, jugo de frutas, café, jamón… Me tomé la libertad de hurgar en tu refrigerador, he notado que casi nunca comes en casa pero está completamente equipado ¿A qué se debe? —la voz de Gerard sonaba curiosa.
Frank se había quedado parado contra la pared, entre la cocina y la sala. Y aunque no tenía visión del gesto de Gerard podía imaginarlo a la perfección.
— A veces viene una señora a cocinar y a limpiar —contestó sin más — Aunque pocas veces como sus almuerzos, le he dicho millones de veces que no como carne y al parecer no lo comprende.
—Ya veo —coincidió Gerard mirando en la heladera, donde se encontró con diferentes tipos de carnes congeladas.
Minutos más tarde estaban los tres desayunando sin dirigirse la palabra, aunque la mirada de Gerard y Frank estaba prendada sobre la otra. Sonriendo cómplices, siendo guardianes de un secreto que no sería revelado jamás.
— ¿Qué haremos para navidad? —preguntó Ray desviando la atención de sus huevos para mirar a su amigo.
— No lo sé —Frank miró de inmediato a Gerard en busca de algo. Por lo general sus navidades las pasaba junto a Ray o simplemente solo. Desde que su madre se había ido jamás lo había pasado con ella. Un año, también, había sido invitado a pasar la navidad junto a Jamia, invitación que rechazó de inmediato.
— Estaba pensando que podríamos decorar aquí y pasarla los cuatro juntos —comentó Ray encogiéndose de hombros.
— ¿Los cuatro? —preguntó el castaño alzando una ceja, si bien sabía sólo eran ellos tres.
— Tu, él —dijo apuntando a Gerard con un trozo de pan — yo y Christa.
— ¿Quién es Christa? —interrogó Frank con aspecto ceñudo. Últimamente no tenía idea de lo que sucedía en la vida privada de su amigo.
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deathless desire ・ frerard
أدب الهواةHace 400 años Thomas Frost fue invitado a una fiesta para celebrar su compromiso a la mansión de Arthur Woods, su amigo y amante. Pero a causa de su prometida terminan metidos en un enorme lío que los llevará directo a la hoguera. En el 2012, Fran...