— ¿Dónde pondrás esta cosa? —Mikey refunfuñaba mirando de reojo a su hermano, habían tenido que amarrar el enorme cuadro sobre el auto, ya que no cabía en un interior.
Gerard sonrió de soslayo, Mikey tenía razón. Y al pensar en el precio, parecía una suma enorme, comparado con lo que solía gastar, 1.500 dólares por él. Pero algo en su interior le decía que valía cada centavo. Al mirar los ojos retratados, sentía como si estuviese mirando a Frank, o más extraño aun, a otro Frank, era como si conociera a aquel muchacho de toda la vida, como si tuviese una historia con él.
Y los sueños que había tenido estando con Frank, volvían a su mente. El chico en el cuadro era el muchacho que estaba con él en sus sueños, él conocía a ese Thomas Frost de otro lado… y si sus sospechas eran ciertas, posiblemente fuese él quien había muerto en la hoguera con Thomas Frost.
Pero por más que lo pensaba, más descabellado parecía todo. El tema de la reencarnación y todo eso era algo completamente irreal. Mitos solamente, no se había comprobado en lo absoluto. ¿Qué le hacía creer que él era uno de los beneficiarios de tan magna vuelta del destino?
Posiblemente, y era lo más certero, al ver sus ojos se había perdido, al ver aquellos rasgos los había asimilado como familiares y de una manera u otra, había intentado crear un vínculo para respaldar ese apego por una cosa inanimada, una enorme.
— ¡No tienes una pared tan grande! —bufó entrando en el estacionamiento de los departamentos de su hermano. Gerard parpadeó un par de veces, se había perdido gran parte del camino y de la conversación.
— Encontraré como —murmuró en un suspiro.
— ¿Cómo mierda vamos a subirlo a tu piso, Gerard? ¿Pensaste en eso? —tenía ambas manos en su delgada cintura, mirándolo molesto.
— Te pareces a mamá —dijo quedamente y Mikey se avergonzó por completo.
El cielo era monótono, se sentía como mirar al techo. La vegetación aburrida, como las paredes color crema. El ruido de los automóviles y los perros se veía opacado por el de la música y la calefacción.
En la tarde había terminado de nevar y ahora todo tenía una capa de blanca nieve en la superficie.
Suspiró una vez más, el porro se había desvanecido rápidamente entre sus dedos, dejándole los ojos rojos y un sabor amargo en la boca. Quería más, pero no tenía. Y el cigarrillo no calmaría sus ansias.
— Gerard… —sus ojos se cerraron, inspiró fuertemente y por instantes, parecía sentir su aroma.
Se sentía estúpido, pero no había nada que pudiera hacer. Había demostrado su estupidez y lo pagaría caro. No creía que Gerard quisiera volver a verle la cara y vaya que tenía razón.
Con movimientos torpes tomó su teléfono celular y marcó un número ya familiar.
— ¿Ray? —preguntó tallándose los ojos. Era la persona más cerca de un familiar y proveedor seguro de marihuana. El tono sonó un par de veces, a la quinta, se cortó la comunicación.
“Estoy ocupado, te llamo luego. xo”
Rezaba un mensaje de texto recibido minutos después. Por lo visto no podría contar con su mejor y único amigo esta vez.
Entonces un flash vino a su mente, si en alguien podía confiar… era en Jamia ¿Cómo no pensarlo antes? A ella le podía pedir consejos y ayuda, Jamia siempre lo entendía.
— Disculpe ¿Puedo hablar con Jamia Nestor? —le preguntó a la secretaria cuando ésta contesto. — Soy Frank Iero, un paciente.
— Lo siento, la doctora Nestor viajó hace media hora a Los Ángeles a una importante convención. Llega en un par de días. Cuando esté disponible lo llamaremos. Adiós.
Y el desconsuelo lo invadió nuevamente ¿Si no era a ellos dos, a quien más podría llamar? No tenía contacto con su madre. Además si así fuese… ¿Qué le diría?
Con paso torpe caminó hasta la sala, se hizo de una botella de whisky y regresó a la pequeña terraza. Quizá con algo de alcohol, se le esfumaran todos aquellos perversos sentimientos.
— ¿Diga? —una voz femenina contestó al otro lado.
El sol hay había caído, eran cerca de las 11 pm y la segunda botella de whisky yacía vacía sobre el suelo.
— Hola, mamá —murmuró con voz ahogada, la mujer resopló y murmuró algo en Italiano, más no cortó la comunicación.
— Aun no es media noche y ya estás ebrio. Adiós Anthony y feliz año nuevo.
De pronto comenzó a sollozar, aun con el teléfono celular en su oreja, recordando cuando era feliz junto a su madre y padre. Aquellas navidades, cumpleaños y años nuevos cuando era un niño. ¿Por qué no podía volver a esos tiempos? Donde todo era más fácil y no tenía que tomar decisiones por sí solo…
Un par de lágrimas bajaron por su mejilla y otro número apareció en su mente, nublada por el alcohol. Segundos después estaba esperando a que aquella voz tan deseada contestara.
— ¿Gerard? —Preguntó con un deje de esperanza, pero nadie contestó— Por favor… Gerard —su voz era una súplica, estaba decidido a pedir disculpas y regresar a lo de antes.
Pero nada pasó.
“Este número se encuentra temporalmente apagado o está fuera de la zona de cobertura”
Una grabadora contestó, llevándose todas sus esperanzas. Aquella presión en su pecho se intensificó, deseaba llorar, gritar, golpearse y seguir bebiendo.
Todo había sido tan perfecto, todo estaba yendo tan bien… y de un momento a otro, todo se había ido a la basura. El trabajo, sus amistades, su salud y… Gerard, Gerard había llegado a solucionarle la vida y se había ido, llevándose su felicidad consigo.
Pero si Gerard no estaba más en su vida, era todo culpa suya, su total y completa culpa por alejarlo. El destino quería que estuviesen juntos, pero él había eliminado aquella hermosa posibilidad. Con sus estupideces.
La tercera botella tocó sus labios y un leve temblor lo sacudió, segundos después, el cielo estaba estallando en colores y escuchaba gritos de “feliz año nuevo” venir desde todas las direcciones. Aquella gente sin duda se estaba abrazando, deseando buenas cosas y… él estaba tan solo en la inmensidad de su casa, deseando un abrazo.
— Feliz año nuevo —dijo alzando la botella, dejándose llevar por los destellos luminosos. Con un par de lágrimas cayendo por sus mejillas.
Mikey se había marchado en algún momento de la tarde. Luego de subir con ayuda de un par de vecinos el enorme cuadro hasta su departamento. Ahora mismo lo tenía contra una de las paredes, ocupando todo espacio desde el piso hasta el techo, los sofás habían sido empujados hasta la pared contraria para darle espacio a la obra.
Y luego de quedarse solo, se había dedicado a hacer nada.
Hace minutos se había sorprendido al escuchar la explosión de los fuegos artificiales, uno de sus vecinos había empezado a gritar “Feliz año nuevo” en el pasillo, y si no es por él, no se hubiese enterado jamás.
— Tengo que llamar a Mikey —se dijo hurgando en sus bolsillos, tenía los ojos entrecerrados y los movimientos torpes por el alcohol.
Buscó en sus ropas, luego en el sofá, en su cuarto y la cocina. Pero no estaba. Posiblemente se le había quedado en el auto de su hermano, o en la subasta, o en el peor de los casos, uno de sus amables vecinos lo había sustraído. Pero no quería desconfiar de esa gente, por lo que decidió culparse a sí mismo de su extravío.
Después de todo, últimamente todo le salía mal.
Convencido de que su hermano encontraría la forma de comunicarse con él, aunque no tuviese número fijo ni conserje, abrió otra botella de cerveza. Su garganta se abrió de inmediato, dejando pasar aquel líquido. Rápidamente encendió otro cigarrillo y dejándose caer en el sofá nuevamente, brindó con el muchacho que le miraba sonriente desde aquel cuadro.
— Feliz año nuevo, Frank… Thomas o como quiera que te llames —farfulló, llevándose la botella a los labios nuevamente.
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deathless desire ・ frerard
FanfictionHace 400 años Thomas Frost fue invitado a una fiesta para celebrar su compromiso a la mansión de Arthur Woods, su amigo y amante. Pero a causa de su prometida terminan metidos en un enorme lío que los llevará directo a la hoguera. En el 2012, Fran...