Condado de Baltimore, Estados Unidos.
Año 1663 Época de la Inquisición.
Un nuevo suspiro se escapó de sus labios entreabiertos cuando sus ojos vislumbraron la carroza que comenzaba a entrar a los terrenos de sus padres, sonrió lacónico intentando formar una sonrisa con sus delgados labios para bajar a recibir a la visita.
Pero le costaba seguir fingiendo estar bien, estar de acuerdo con toda la farsa, ser feliz con su compromiso obligado. Y la verdad era que al ser el único hijo de sus padres, era su deber contraer matrimonio para no caer en la pobreza, para seguir siendo una familia respetable con apellido importante dentro de la naciente sociedad.
Su prometida había sido su única amiga desde la niñez y saber que tendría que pasar obligado el resto de su vida al lado de ella, le erizaba los vellos de los brazos. Jamia era una buena persona, era su amiga y además era la única persona aparte de su madre que sabía su secreto más guardado.
Pero no le ama, no como a una esposa y eso le duele. Porque él ya ama a alguien… pero no es normal ni aprobado por Dios, es una aberración amar a alguien de su mismo sexo.
— Señorito Thomas, el señor Woods acaba de entrar a la sala, pide que baje por que trae una sorpresa por su compromiso con la señorita Jamia—una muchacha algunos años mayor que él y el pelo tomado en un fuerte moño se asomó por la puerta y tan silenciosamente como llegó, se marchó.
Oh Arthur… era él el dueño de su corazón, quien al sólo verlo le hacía pensar las cosas más obscenas concebidas por una mente adolescente. El propietario de esos ojos verdes como esmeraldas que espantaban todos sus miedos y pesadillas. Era él a quien amaba y con quien quería pasar la vida completa. Pero era imposible, Arthur era casi 10 años mayor, era la cabeza de la familia Woods, aún más respetable en la nueva sociedad y… era un hombre.
Pero todo hubiese sido una pesadilla de no ser porque él correspondía esos sentimientos. Desde hace un par de años había demostrado sentir la misma devoción y amor por el menor de ojos pardos, pidiéndole escapar juntos en múltiples ocasiones pero recibiendo siempre negaciones atolondradas como respuesta.
Negando un par de veces, con una sonrisa verdadera atravesando sus facciones salió de su cuarto para comenzar a bajar por las amplias escaleras que daban a la enorme sala de estar que había sido escenario de cientos de bailes para la alta sociedad.
Su sonrisa se amplió aún más al ver al hombre dueño de sus sueños, luciendo como siempre trajes finos y calzado brillante, con el negro pelo cayendo lacio sobre sus hombros y una sonrisa dejando ver sus pequeños dientes irregulares.
— ¡Señor Arthur, es un gusto tenerlo en nuestra casa! ¿Qué ocasiona este honor? —el señor Frost, hombre grueso y de cabello cano salió a recibirlo con su esposa, una mujer delgada con el cabello fuertemente agarrado a sus espaldas.
Thomas se mordió los labios, terminando de bajar las escaleras mientras sus padres le daban una cálida bienvenida al hombre que sólo buscaba los ojos del avellana en esa enorme casa.
— Dos cosas me traen por aquí señor Frost —Arthur comenzó, con sus ojos pegados sobre el primogénito del matrimonio— La primera es un presente para su hijo por el reciente compromiso anunciado —dio unos pasos hacia Thomas y le extendió la mano, éste la recibió titubeante sacudiéndola con cuidado— Y la segunda, es una invitación a una fiesta que se celebrará en la mansión Woods como muestra de mi felicidad compartida por el compromiso antes mencionado.
El corazón de Thomas dio un vuelco violento, entonces Arthur si se había enterado de su compromiso ¿Qué le diría para que creyera que era él a quien amara pero que los deberes como primogénito eran más relevantes para sus padres? Pero además ¿Quién podría no estar al tanto de semejante compromiso? Siendo que había sido anunciado el domingo en la iglesia y la reciente reunión luego de la quema de las últimas dos brujas.
Había que agregar también que los padres de Jamia al ser tan influyentes en la sociedad habían hecho un verdadero alboroto con lo del compromiso, pidiendo llamar a las mejores modistas y floristas de todo el país para preparar a su hija menor para el compromiso. Llevaban meses trabajando en eso, aun cuando el compromiso no era un hecho.
— Muchísimas gracias por su molestia, señor Arthur —Thomas sonrió complaciente— Pero como ya sabe usted, no soy una persona de fiestas y…
Pero su padre le interrumpió con una mirada furtiva, dándole la espalda luego y confirmando por él su asistencia a tan magnifico evento.
— Excelente señor Frost, ya que hubiese sido un lío tremendo si se negaban a asistir, mis criados tienen todo preparado ya para este viernes, donde además de celebrar el compromiso me di la libertad de celebrar también los 18 años del joven Thomas Frost aquí presente —Arthur habló con felicidad contenida en la voz, nervioso quizá de demostrar tanta cercanía frente a los ojos de los padres de su amante.
La sonrisa retornó a las facciones de Thomas, recordaba la fecha de su cumpleaños y eso era bastante importante. Era por detalles así que decía amarlo con tantas fuerzas. Con un gesto de la cabeza le agradeció el hecho, ya tendría tiempo para agradecérselo verdaderamente más tarde, cuando estuvieran solos.
— Disculpe mi interrupción señor Woods —habló la madre de Thomas, con la curiosidad creciendo en sus estiradas facciones— Y le agradezco mucho el detalle de su invitación, pero desde que llegó he notado la gran tela que guarda algo debajo a sus espaldas ¿Qué es eso? —se mordió los labios mirando con recelo el entrecejo fruncido de su esposo.
Thomas giró los ojos ante la curiosidad molesta de su madre, pero también sentía algo de curiosidad creciendo en él, era un presente por su compromiso había dicho Arthur ¿Pero qué?
— Oh claro, lo siento mucho dama, había olvidado por completo mi presente ante los detalles de la fiesta anunciada —con ayuda de uno de los criados le quitó el enorme manto y un gran retrato con marco de oro se dejó ver bajo el mismo.
Los presentes quedaron asombrados con la magnificencia de la obra, podría haber sido perfectamente un espejo para Thomas con el detalle de la pintura. Sus ojos se veían iguales que a los reales, con la mezcla de colores exacta, la nariz tenía el mismo camino respingado y el artista se había dado la libertad de despeinar sus cabellos y darle brillo a los labios, como si fuera un retrato después de amar…
Pero el retrato tenía una particularidad, un gran relicario plateado colgaba desde su cuello, relicario inexistente en la realidad pero con detalles tan precisos que casi sentías que podías sentir el frío del metal.
— Señor Arthur… es… perfecto, me ha dejado sin palabras, es como si tuviera vida propia —el brillo en sus ojos era enorme y casi olvidó que sus padres estaban presentes cuando acercó peligrosamente su cara a la del mayor.
Su padre comenzó a hacer comentarios sobre el valor del lienzo o los quilates del marco, comentarios limpiamente ignorados por Arthur quien sólo tenía ojos para admirar el asombro y la admiración de Thomas al ver su obra.
— El lienzo no costó mucho señor Frost —Arthur dijo finalmente, cuando el padre de su amado lo hubo atosigado lo suficiente con preguntas sobre el mismo— Porque fue pintado por mí mismo, es uno de los dones que recibí de Dios y uso en pocas ocasiones, ocasiones tan especiales como esta y déjeme decirle que su hijo es merecedor de esto y mucho más —finalizó sonriéndole enormemente al menor, sonsacándole una risita nerviosa con sus palabras.
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deathless desire ・ frerard
FanficHace 400 años Thomas Frost fue invitado a una fiesta para celebrar su compromiso a la mansión de Arthur Woods, su amigo y amante. Pero a causa de su prometida terminan metidos en un enorme lío que los llevará directo a la hoguera. En el 2012, Fran...