Capítulo VIII

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— ¡Oh, mierda!

Bufó sentándose sobre la cama, completamente empapado de sudor y con el corazón latiendo a mil por hora. Nuevamente había revivido la pesadilla en donde moría y los ojos avellana de ese hermoso hombre no se despegaban de los propios…

Parpadeo un par de veces, eran las 7:26 de la mañana y a las 8 tenía clases de Derecho Penal, así que de mala gana caminó hacia el baño y luego bajó a prepararse de un desayuno vestido con un conjunto similar al del día anterior.

Tomando su notebook, los apuntes y un par de libros se encaminó hacia la parte trasera de la enorme casa y se subió sobre un jeep negro, lanzando las cosas en el asiento trasero y encendiendo la radio del vehículo a todo volumen. Sonaba Crawling eye de Misfits cuando salió del estacionamiento y se metió en el tráfico camino al centro de la cuidad de New Jersey.

Luego de una eternidad manejando, que se redujo a 19 minutos cuando miró su reloj de pulsera, estacionó dentro del recinto y retomando sus cosas caminó hacia la sala donde tenía clases ubicada en el segundo piso.

— Permiso.

Murmuró entre dientes, dedicándole una sonrisa de disculpa al profesor y sentándose en la tercera fila, abriendo de inmediato su portátil y comenzando a tomar apuntes.

— Como estaba diciendo antes de que el señor Iero irrumpiera en mi aula —el hombre de cabello cano le dedicó una mirada penetrante— El artículo número 249 del presente código penal dice que…

Una mano se alzó en la tercera fila y varias miradas se fijaron en el dueño de la misma, el joven de ojos avellana y sonrisa confiada.

— Dice que será reprimido con prisión de un mes a dos, el que por culpa causare un desastre de los definidos anteriormente en el artículo número 244 y 245 —Frank habló claro y fuerte— La pena será de seis meses a tres años cuando concurran las circunstancias del inciso primero del artículo número 244 y de un año a cuatro años cuando concurra la circunstancia del inciso segundo del mismo artículo. Todo esto conforme con la fabricación o tenencia de materiales explosivos.

Una serie de murmullos de aprobación y un sonido de hojas removiéndose se expandió por la sala de clases. El profesor canoso se acomodó los lentes y habló.

— Bien, bien. Exacto señor Iero —sonrió brindándole confianza— Me gustaría hablar con usted después de clases ¿Cree que pueda? —Frank asintió aun con la sonrisa en sus rosados labios— Bien, bien.

Tenía unas ganas inmensas de lanzar un grito de júbilo o abrazar a la mujer sentada a su lado. Pero mordiendo sus labios y pegando la vista en frente, intentó detener el impulso. Y lo logró de maravilla hasta el final de la clase, una hora ½ después.

— ¿Qué es lo que quería hablar, señor Pelissier? —murmuró con tono educado cuando todos hubieron abandonado la sala de clases.

— ¿Cómo te ha ido en tu búsqueda de un lugar para hacer las prácticas? —Frank hizo una mueca y el profesor asintió con una sonrisa— Mira, sé que esto quizás es algo… no debería hacerlo, pero me pareces el indicado, desde que entraste a la facultad eres quien más se ha destacado y me gustaste, Frank Iero —el hombre sonrió jovial, cruzando sus dedos desfigurados por la artritis— Así que te voy a hacer una oferta que supongo no querrás rechazar.

— ¿De qué se trata, profesor? —Frank frunció el ceño levemente y clavó la mirada en los ojos nebulosos del hombre intentando así descubrir lo que le diría.

— Mi nieto es abogado también —comenzó— Y hace unos cuantos años formó su propia firma, ahora mismo es una de las más renombradas y pronto su colega vendrá de New York para ayudarle a hacerse cargo de esta porque está creciendo desmesuradamente —Frank frunció el ceño, sin saber bien donde iba el hilo de la conversación— Y me pidió que buscara entre mis alumnos a uno que se destacara para que fuese a hacer sus prácticas allá.

— Y ahí es donde entro  yo —Frank pensó en voz alta y el hombre asintió con una sonrisa.

— Así es, te escogí a ti. Toma —le extendió una tarjeta de presentación a nombre de “Matt Pelissier” — Al reverso está la dirección de la firma, si quieres puedes pasarte hoy mismo para hablar él sobre los detalles. Tranquilo –—agregó al ver el gesto del joven— Todo lo demás está listo, te tenía fe ¿Lo ves? El puesto es tuyo así que supongo que este lunes comenzarás tu práctica en la firma Pelissier.

— Profesor, no sé cómo agradecérselo ¡En serio! Es… wow… De verdad muchísimas gracias y créame que no lo defraudaré —sonrió enormemente, tomando las manos del hombre y estrechándolas con una sonrisa, el hombre asintió un par de veces y luego murmuró.

— Me gusta el whisky Jack Daniel’s —el profesor le guiñó un ojo y Frank asintió con una sonrisa.

Luego de unas cuantas palabras y un par de abrazos más, Frank finalmente dejó el aula de clases y caminó hacia su jeep, una vez estuvo sentando en el asiento del conductor lanzó un enorme grito de alegría. Sabía que lo haría y esa firma era una de las mejores, conseguir trabajo ahí al terminar su práctica sería lo ideal y con tantas recomendaciones lo veía tan cerca.

Sin pensarlo dos veces condujo siguiendo la dirección que rezaba la pequeña tarjeta de presentación. Había conocido al señor Matt Pelissier en una de las charlas motivacionales que éste había dado en su universidad y en ese momento lo había visto tan grande y lejano. No podía creer que ahora estaba subiendo en el ascensor hacia sus oficinas.

— Buenos días —una mujer de mediana edad y un considerable buen busto lo saludó apenas salió del ascensor.

— Buenos días, soy Frank Iero —comenzó a hablar pero la mujer le interrumpió.

— El señor Pelissier habló de ti ¿Eres quien comenzará su práctica profesional el lunes, no? —Frank asintió— Bien, él no está en la cuidad ahora. Está regularizando los asuntos con las oficinas de New York, pero regresará dentro de dos días con el nuevo socio, así que toma —agregó extendiéndole un sobre— Son los detalles, una guía y cosas así, de todos modos llama el lunes a primera hora y de seguro el señor Pelissier contestará gustoso tu…

Pero Frank ya no estaba escuchando a la parlanchina morena, sus ojos estaban pegados sobre el tablero de anuncios que tenía una foto de un hombre en traje negro en el medio. Sabía que lo conocía, había algo en él que conocía a ese hombre ¿Pero de dónde?

Se acercó un poco más al panel, su nombre era Gerard Way y por lo visto era un abogado licenciado. Su foto… tenía una nariz pequeña y perfilada, los labios eran rosados y delgados, sus pómulos sobresalían con delicadeza, su piel era tersa y clara… tenía el cabello negro con estilo desordenado pero corto y sus ojos… ahora lo sabía, recordaba esos ojos verdes como dos esmeraldas y brillantes… era él…

Era Arthur, su Arthur, lo sabía. Esa misma noche había soñado con sus ojos. Sólo que ahora no se llamaba Arthur… Gerard Way. Lindo nombre, pensó.

— ¿Todo bien, Frank? —la mujer inquirió levantándose un poco de su asiento, dejándole ver en su exagerado escote.

— Sí, sí. Muchas gracias —asintió enérgicamente, tomando el sobre desde el escritorio y dedicándole una sonrisa para luego regresar al ascensor.

Gerard Way.

Gerard Way era su Arthur, no estaba equivocado.

Después de todo, sus sueños no eran sólo sueños.

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora